Aunque en muchos casos los síntomas son leves, pueden ser grave en uno de cada 3-4 pacientes

Dos de cada tres personas con cáncer hematológico desarrollan neuropatía
Christophe Weber, CEO global de Takeda.


15 dic. 2020 16:40H
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Dos de cada tres pacientes oncohematológicos sufren neuropatía periférica, un conjunto de signos y síntomas objetivos debidos a alteraciones funcionales de los nervios periféricos que se producen como efecto secundario a la administración de quimioterapia. Debido a la heterogeneidad de los síntomas, el diagnóstico y tratamiento de la neuropatía puede variar mucho de uno a otro paciente, una problemática que ha reunido a decenas de especialistas en oncohematología en la jornada “Actualización en el manejo de la neuropatía periférica en paciente oncohematológico”, organizada por Takeda.

Entre los síntomas más característicos de la neuropatía periférica, destacan “la pérdida de sensibilidad, los calambres, la sensación de hormigueo o acorchamiento y/o la sensación dolorosa al frío o calor, que afecta sobre todo a manos y pies, pero que se puede extender más allá”, ha explicado Eduardo Ríos, adjunto del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Virgen de Valme, en Sevilla. Además, en casos menos frecuentes, la neuropatía periférica puede también manifestarse como pérdida de fuerza y tendencia a las caídas o incluso como trastornos digestivos o alteraciones de la tensión arterial.

Aunque en la mayoría de los casos la neuropatía periférica suele ser un efecto secundario leve y que desaparece con el tiempo, Ríos ha destacado que “en uno de cada 3-4 pacientes, los síntomas son más graves y duraderos en el tiempo, tanto que pueden durar incluso años”. En estos casos, “los síntomas interfieren con la vida diaria del paciente, lo que les dificulta mucho volver a su vida normal una vez finalizado el tratamiento oncológico”, ha apuntado este especialista.


Diagnóstico de la neuropatía periférica


Además, debido a la amplia diversidad de síntomas, el diagnóstico de la neuropatía periférica no suele ser sencillo. Por ello, Eva Domingo, del Servicio de Hematología Clínica del ICO-Hospital Durán i Reynals, ha señalado que “es muy importante preguntar de forma activa sobre los síntomas a los pacientes en cada ciclo de tratamiento con fármacos neurotóxicos y, ante la duda, derivar al especialista en neurología para que este pueda hacer una exploración neurológica extensa y un electromiograma”.

Un problema al que también hay que unir la dificultad para prevenir la neuropatía periférica, es que no se conocen realmente sus causas. Ante esto, Domingo ha destacado la importancia de un diagnóstico precoz que evite que la patología progrese y que el paciente alcance un grado de neuropatía severo, incapacitante e incluso irreversible. “La mayoría de los fármacos neurotóxicos tienen tablas de modificación de dosis en función del grado de neuropatía que nos ayudan a mantener el tratamiento oncológico de manera segura en estos casos”, ha explicado.


Ser mayor y tener una enfermedad crónica puede favorecer su aparición

La parte positiva es que, pese a que no se conocen exactamente ni los mecanismos implicados ni las causas que provocan la neuropatía periférica, sí es posible identificar algunos factores de riesgo. Así, por ejemplo, es más fácil la aparición de una neuropatía en personas mayores que además tengan enfermedades crónicas como diabetes, alteraciones circulatorias o depresión. Asimismo, el abuso de sustancias como el tabaco o el alcohol y la administración previa de otros quimioterápicos también pueden ser factores de riesgo de desarrollo de una neuropatía.

Además, los fármacos quimioterápicos que más probabilidad tienen de provocar una neuropatía periférica también están clasificados, de forma que los especialistas pueden vigilar más a los pacientes a los que se les esté administrando alguno de estos tratamientos. De esta forma, ante la menor sospecha de una neuropatía periférica, el paciente puede ser valorado por el Servicio de Neurología, que decidirá la pauta de tratamiento de forma conjunta con el oncohematólogo.

Una colaboración multidisciplinar que no termina aquí, ya que el Servicio de Enfermería también es clave en el abordaje de los pacientes oncohematológicos que desarrollan este efecto secundario. Como ha destacado Antonia Miranda, enfermera especialista en oncohematología del Hospital Costa del Sol, en Marbella, “tenemos un papel clave con la educación sanitaria:  enseñar a pacientes y cuidadores las habilidades necesarias para que puedan convertirse en parte activa del tratamiento, logrando así identificar y controlar las toxicidades del tratamiento”.

“Es importante no olvidar que los tratamientos antineoplásicos que administramos en el hospital de día se realizan de manera ambulatoria, es decir, el paciente se marcha a casa y vuelve a nuestra unidad días o semanas después; por ello, es sumamente importante que el paciente sepa reconocer cuáles son los signos y síntomas de la neuropatía para evitar su desarrollo y/o prevenir el empeoramiento de una neuropatía previa”, ha subrayado esta profesional.

Además, Miranda también ha destacado, al igual que Ríos y Domingo, la importancia de elaborar un plan de tratamiento y cuidados personalizado para cada paciente y acorde al grado de neuropatía y, por tanto, al nivel de dependencia individual en cada caso. Todo ello con el objetivo de ofrecer el tratamiento óptimo para cada paciente, aquel que le va a proporcionar los mejores resultados tanto a nivel de supervivencia como de calidad de vida.
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