Estas han sido, sin duda alguna, unas Navidades especiales para mí en muchos sentidos. Primero porque las he pasado en una ciudad que no es la mía (o que al menos sigo sin considerarla como tal), y en segundo lugar, porque en parte las he vivido en un lugar que no era el mío (y digo era porque cada vez viene ocupando más parte de mi día a día). La ciudad ha sido Madrid y, sinceramente, no ha estado nada mal porque he contado con la visita de los míos y me he sentido como en casa. Una casa adoptiva, pero casa al fin y al cabo.
El lugar ha sido el Hospital Clínico San Carlos. Allí vi pasar el día de Navidad y algunos días no tan nobles. He de decir que en el momento en que se hizo el reparto para cubrir los días “célebres”, la idea de pasar trabajando un 25 de diciembre no me sedujo del todo… Me limité por ello a la mera aceptación de quien ha llegado el último y no le queda más opción que el conformismo. A día de hoy, no obstante, diría con toda sinceridad que disfruté de la jornada en la medida que las obligaciones nos permitieron. Y no por ello puedo afirmar alegremente que los sinsabores que la Obstetricia acarrea consigo dieran más tregua de la habitual en un día tan señalado. Con ello, la mañana fue intensa, y la tarde decidió tenerle envidia y escoger el mismo camino.
Al menos el mediodía llegó con su tregua. Pudimos entonces disfrutar de la tradicional comida de Navidad, que no por estar en el hospital fue menos abundante. Decidimos por nuestra cuenta no hacer uso del catering, ya habitual en mi dieta, por lo que cada uno llevamos algún plato para disfrutar ese preciado día, y por qué no, la copa de champán que la ocasión merecía (una solo, eso sí).
La cena fue del mismo estilo, aplicando una teoría muy habitual en cualquier hogar que se precie del territorio nacional para estas fechas: aprovechar los remanentes de comida apañando con ellos la cena. Y así fue pasando el 25 de diciembre, entre continuo trabajo amenizado por comida y risas.
El resto de jornadas navideñas fueron similares, con las que fueron pasando poco a poco mis primeras Navidades en Madrid y, más concretamente, dentro de los muros que constituyen el Servicio de Ginecología del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, una ciudad que por cierto está (más) preciosa en Navidad.