Descorazonador e ilusionante a partes iguales. No se puede calificar de otra forma el panorama de la esalud en España dibujado por los expertos reunidos en Madrid esta semana en la primera jornada de la Asociación de Salud Digital. Ilusionante por la profusión de iniciativas, por la amplitud de los límites de la tarea, que no dejan de expandirse, y por la voluntad manifestada por los organizadores de contribuir a poner orden con indicadores para poder evaluar.

 

Pero también descorazonador porque, como dijo Máñez en su intervención, el sistema sanitario sabe mucho de programas piloto pero le cuesta más centrarse y concretar cuando se trata de grandes proyectos. La complejidad del sector se pone de manifiesto en toda su crudeza en el amplísimo catálogo de áreas de actuación, tareas y rutinas en las que puede llegar a ser decisivo un planteamiento desde las TIC.

 

Sin ánimo de ser exhaustivos: historia clínica digital accesible a sanitarios de todos los niveles asistenciales y distintos territorios, así como al paciente; receta electrónica interoperable; imagen médica digital que asocie todo el material sanitario gráfico a la historia del paciente y esté al alcance del profesional...

 

O cuestiones menos sesudas pero irremediablemente ligadas al día a día de sanitarios y pacientes, como la gestión, validación y uso racional de apps de salud integradas en la gestión de la cronicidad, la implementación de sistemas de control enfermero que ayuden a monitorizar al paciente, garanticen la continuidad de la asistencia entre turnos en el hospital, etc., etc.

 

El desafío presenta, como mínimo, dos derivadas claras: desarrollar esas potencialidades a nivel doméstico y, por otro lado, saber lanzarlas con la inteligencia suficiente como para que no hagan de cada territorio una isla sanitaria incomunicada. Para que la sinfonía al final se oiga como debería aún están por definirse todos los instrumentos y hasta sus intérpretes.

 

Las mayores dudas sobre la capacidad real para armar esta orquesta y hacerla funcionar se refieren a la heterogeneidad de dos de los colectivos implicados en su desarrollo: los políticos y los profesionales. A éstos se les pide un esfuerzo de adaptación que no siempre están dispuestos a asumir. Los convencidos son activos y entusiastas, pero minoritarios. El mejor espejo de esta situación se ve en su uso de redes sociales: los sanitarios tuiteros son constantes en el uso de la herramienta, prolíficos, muy activos… y rara avis en sus entornos profesionales inmediatos.

 

Lo relacionado con la política es harina de otro costal. No por falta de voluntad de hacer cosas sino por carecer de la visión a medio plazo necesaria para armar una estrategia decente en un entorno tan cambiante. Claro que no se pueden pedir milagros. Nuestra cultura política resulta tan pobre que nos hemos acostumbrado a que el que manda, manda. Que cuando se marche ya se encargará quien venga de enderezarlo todo para volver a su normalidad. Si en más de 30 años de democracia hemos sido incapaces de consolidar una política sanitaria única, un sistema educativo por encima de gobiernos e intereses, una legislación laboral fiable o, en un escalón inferior, un modelo de televisión pública estable está claro que no vamos a pedir milagros.

 

Precisamente la mesa de políticos con que se cerró la jornada, en la que representantes de varias comunidades expusieron sus iniciativas, ofreció dos pinceladas que, aunque anecdóticas, ejemplifican esa sensación ambivalente expuesta al principio: la desazón y la esperanza. La primera la expresó Santiago Thovar, del Servicio Extremeño de Salud, cuando apuntó que se ven en la necesidad de migrar de su apuesta por el software libre –el tan nombrado en su día SESLinex- al convencional Microsoft para poder evolucionar. Es decir, carpetazo a una iniciativa estratégica y que conllevó una importante inversión en tiempo, esfuerzo y dinero. La esperanza la transmitió el experimentado Rafael Sánchez, de Castilla y León, cuando afirmó que “hoy día son imprescindibles las TIC para cualquier avance del sistema sanitario”, algo que él comprueba a diario al ver la cantidad de demandas que se le plantean a su área de Investigación, Innovación e Infraestructuras.

 

El título de la jornada de la ASD era “Tomando el pulso a la salud digital”. El presidente de la entidad, Jaime del Barrio, lo resumió perfectamente al final: “El pulso es un signo vital. A lo largo de la jornada hemos visto que ese pulso tiene bradicardias, taquicardias, alteraciones de ritmo, incluso bloqueos. Pero es el pulso que tenemos”. Ojalá que se vaya haciendo firme.


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