EDITORIAL
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4 mar. 2013 19:41H
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Es muy posible que José Luis Llisterri nunca imaginara que su primer año al frente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), del que ayer hizo balance público, iba a significar, por encima de logros, desatinos y experiencias, una cruda toma de contacto con el lado más negativo de la política profesional: el de la confrontación pública y el recurso a los tribunales de justicia.

Durante meses, el nombre de Semergen se ha visto envuelto en una polémica muy difícil de descifrar, procedente de Madrid, al hilo de unas elecciones que se articularon en torno a dos candidaturas completamente antagónicas. Esta circunstancia era ajena a la habitual calma y diplomacia de los procesos electorales en Semergen, y de otras muchas sociedades científicas que, afortunadamente, nunca han alcanzado los niveles de controversia y enfrentamiento que sí se han dado en los colegios profesionales.

Llisterri ha reconocido que el conflicto de Semergen Madrid le ha venido grande. Lo que bien pudiera ser el reconocimiento implícito de su incapacidad para gestionar problemas internos en una sociedad grande y, por tanto, con diferentes y necesarias sensibilidades, no es sino el mejor punto de partida para poder reconducir la actual situación. Conociendo las propias limitaciones es mucho más posible averiguar y descubrir por dónde pueden ir los siguientes pasos, dirigidos inevitablemente a buscar una solución, más que a perseverar en el conflicto. Si Llisterri tuviera la impresión de que ha gestionado bien el problema madrileño, estaríamos muy lejos de su resolución pacífica.

Eso sí, el presidente no quiere tropezar dos veces con la misma piedra y por eso se apresta a modificar de inmediato los estatutos y el reglamento electoral en una asamblea extraordinaria de socios convocada para dentro de un mes. Es verdad que en tiempos de estabilidad institucional cualquier reforma estatutaria siempre se interpreta como una manera de prolongar la vigencia de presidentes y juntas directivas ad infinitum, escondiendo cualquier opinión discordante en el acierto sistemático de la mayoría. Pero en momentos convulsos, como los que ha vivido Semergen, la mejor manera de cerrarlos y sobre todo de prevenirlos en el futuro es una reforma estatutaria que clarifique los mecanismos de participación interna.

Semergen necesita sosiego para que los médicos de atención primaria calibren su fuerza como colectivo, ante la sociedad, ante las administraciones y ante la industria. No necesita polémicas políticas que oscurezcan su apuesta por el bagaje científico. Y, sobre todo, debe haber aprendido la lección: que el ordeno y mando no funciona en un colectivo acostumbrado al diálogo y que la pacificación de criterios y personalidades excluyentes siempre es más posible desde el diálogo que acudiendo a los tribunales.

  


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