La costumbre de darnos la mano cuando nos encontramos con amigos, conocemos a alguien o simplemente por cortesía cuando coincidimos con otros, es milenaria. A lo largo de los tiempos ha escenificado diferentes roles y actitudes entre las personas. Los egipcios se daban la mano para cerrar pactos, símbolo de garantía y compromiso. En la Grecia clásica y en la Roma imperial, el apretón de manos simbolizaba intercambios de poderes y fuerza entre las personas. Siempre ha llevado el mensaje implícito de buenas intenciones y se ha relacionado con el gesto de mostrar las manos libres, sin armas. No es cortés rechazar un apretón de manos y en los protocolos sociales se considera que la persona de mayor estatus social debe ser quien lo inicie. Existe todo un cuerpo de conocimiento sobre los diferentes significados del apretón de manos: cerrar tratos, amistad, compromiso, seriedad, o simplemente saludo, al encontrarse o despedirse dos personas.
Pero los tiempos cambian.
Es bien conocido el protagonismo de las manos como vehículo de transmisión de enfermedades. Problemas respiratorios como la gripe son un buen ejemplo de ello. La epidemia de la gripe aviar primero y la gripe H1N1 poco después pusieron encima de la mesa la capacidad de transmisión de estos virus a través de las manos y la importancia del lavado de manos en la prevención del contagio de la enfermedad. Las manos son también una fuente de contagio de primer orden en las enfermedades del aparato digestivo, como la gastroenteritis. Y no olvidemos la reciente psicosis que ha generado la infección por el virus del ébola.
Durante años se ha vendido el concepto de que era bueno para nuestra inmunidad tener contacto con los microbios que nos rodean. Pero la era de la inmunización ha dado paso a la era de la transmisión de enfermedades y su prevención. A ello contribuye el envejecimiento de la población, la existencia de un mayor porcentaje de personas frágiles, más susceptibles de adquirir enfermedades graves o sufrir enfermedades comunes con mayor agresividad y el impacto de las enfermedades crónicas, donde una simple gripe puede ser mortal.
Las campañas de higiene de manos son cada vez más importantes. En el entorno sanitario ha calado la costumbre de desinfectarnos las manos entre paciente y paciente, cuando pasamos planta en el hospital o los vemos en consultas, conscientes de nuestro papel transmisor de enfermedades.
Y dicho todo esto, ¿ha llegado la hora de dejar de darnos la mano para saludarnos? ¿Tiene sentido contribuir a la propagación de enfermedades infecciosas gratuitamente? ¿Hay alguna época del año donde dar la mano suponga más riesgo? Desde luego no sería recomendable en otoño o invierno, donde los virus de la gripe, catarro común y demás infecciones respiratorias típicas invernales, campan a sus anchas. El verano tampoco se presenta como una estación libre de riesgos, sobre todo por la transmisión de enfermedades del aparato digestivo, fundamentalmente diarreas. Quizás la primavera sería la mejor época para extendernos en afectuosos saludos y expresar nuestros sentimientos con buenos apretones de manos.
¿Deberíamos desarrollar otras fórmulas de cortesía y saludos? Podríamos adoptar soluciones de otras culturas, como la inclinación de cabeza o juntar nuestras manos al más puro estilo oriental. Mientras pensamos en alternativas, lo cierto es que ha llegado la primavera, época en la que podremos seguir dando la mano a nuestros amigos y conocidos con tranquilidad.