La Semana Mundial de la Inmunización, que se celebra todos los años en la última semana de abril, tiene por objetivo señalar las acciones colectivas necesarias para garantizar que todo el mundo esté protegido frente a las enfermedades prevenibles mediante vacunación. El lema de este año –Protegidos colectivamente, #Lasvacunasfuncionan trata de estimular a redoblar los esfuerzos por incrementar las tasas de vacunación en beneficio de todos.
La finalidad de la Semana Mundial de la Inmunización 2018 es una llamada a la acción para:
• destacar la importancia de la inmunización y las deficiencias en cuanto a coberturas a nivel mundial;
• señalar a los países el valor de las vacunas y la importancia de que inviertan en la inmunización;
• poner de manifiesto cómo cada uno de nosotros podemos y debemos impulsar el progreso de las vacunas hacia la consecución de los objetivos del Decenio de las Vacunas
El Plan de acción mundial sobre vacunas, aprobado en la Asamblea Mundial de la Salud de 2012 por los 194 Estados Miembros, tiene por objetivo evitar de aquí a 2020 millones de muertes por enfermedades prevenibles mediante vacunación, gracias al acceso universal a la inmunización. Pese a los progresos realizados por algunos países y a la elevada tasa mundial de introducción de nuevas vacunas, hay retrasos con respecto a la consecución de todas las metas relacionadas con la eliminación de enfermedades como el sarampión, la rubéola y el tétanos materno y neonatal.
Los países deben redoblar sus esfuerzos por alcanzar los objetivos del Plan de acción mundial sobre vacunas de aquí a 2020. Además, aquellos países que hayan alcanzado esos objetivos o hecho grandes avances en este sentido tienen que mantener dichos esfuerzos para que nadie se quede sin vacunas que puedan salvarles la vida.
La ampliación del acceso a la vacunación es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La inmunización sistemática es un pilar fundamental de una atención primaria sólida y de la cobertura sanitaria universal: permite establecer contacto con el sistema de atención sanitaria al principio de la vida y ofrece a todos los niños la posibilidad de tener una vida saludable desde el inicio.
La vacunación también es una estrategia fundamental para lograr otras prioridades sanitarias, como el control de las enfermedades infecciosas inmunoprevenibles, contribuir a paliar el incremento de la resistencia a los antibióticos, la salud del adolescente o una mejor atención prenatal y neonatal.
Todo es to está muy bien, pero me recuerda a otras muchas iniciativas bajo el paraguas de “el día mundial de …” o “la semana internacional de …”. Cuando se acaba el plazo fijado a la celebración, nos olvidamos y volvemos todos al día a día y así hasta el año siguiente.
En el contexto actual de la vacunación, donde la duda y la desconfianza se van instalando poco a poco en la población y lo que es peor en algunos sanitarios, es muy importante poner en valor los beneficios alcanzados por los programas de vacunación.
Esto es así porque vivimos en un momento en el que las vacunas comienzan a “morir de éxito”. Me explicaré, cuando la población era consciente de las enfermedades y sus secuelas (poliomielitis, viruela, sarampión, etc.) nadie se planteaba si vacunarse o no. Cuando se pierde esta percepción del riesgo, el foco pasa a estar en los potenciales efectos adversos de la vacunación.
A pesar de que el balance riesgo/beneficio sigue siendo muy positivo, hay personas que se preguntan para qué vacunar si la enfermedad es prácticamente inexistente y es obvio que no encuentran la respuesta adecuada.
Una clara consecuencia de esto son los brotes de sarampión que están asolando al Viejo Continente y que están resucitando fantasmas del pasado. La Comisión Europea, consciente de la gravedad ha puesto en marcha una iniciativa (Joint action on Vaccination) que entre otros objetivos se plantea reforzar la comunicación de los beneficios de los programas de vacunación y la lucha contra el escepticismo vacunal.
Por otro lado el Parlamento Europeo se ha activado ante la expansión de casos de sarampión que sufre la Unión Europea (UE) por las bajas coberturas de vacunación que han hecho que se tripliquen los casos de sarampión y la cada vez más reducida aceptación de la vacunación antigripal. Para ello ha aprobado una resolución para que la Comisión ponga en marcha medidas para la educación sanitaria de la población, si fuera necesario, implementar medidas legislativas y recomendar la armonización de los calendarios de vacunación en el seno de la Unión Europea.
Es cierto que la situación es diversa en los distintos países que componen la Unión Europea, pero se hace necesaria una acción conjunta y armonizada. En España podemos decir que estamos en una posición privilegiada ya que los movimientos antivacunas no tienen la organización ni la potencia alcanzada en otros países. Prueba de ello es que tenemos coberturas del 95% de los niños (vacuna triple vírica con segunda dosis) y el 5% que no se vacuna no puede atribuirse en exclusiva a los antivacunas, sino a niños en los que la vacuna está contraindicada o niños con problemas de exclusión social.
No hay que olvidarse de la asignatura pendiente de la vacunación: el adulto. Es cierto que habiendo programas de vacunación dirigidos a los adultos las coberturas dejan mucho que desear. Asimismo algunas comunidades tienen un calendario del adulto, lo cual refuerza el mensaje y bienvenida sea la iniciativa ministerial de consensuar un calendario del adulto para todas las comunidades.
También es cierto que vivimos en un mundo globalizado y si “ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Quiero decir con esto que a pesar de tener una situación privilegiada por la buena cobertura infantil en España, debemos hacer un esfuerzo en la educación para la salud de la población para evitar “igualarnos a la baja” con otros países. El esfuerzo será mucho menor ahora comparado con el que deberíamos hacer en el caso de bajar del 95% de cobertura, dintel por debajo del cual se pierde la inmunidad de grupo para el sarampión.
En ese caso habría que adoptar medidas mucho más drásticas como la vacunación obligatoria, como han hecho en Francia e Italia. No hay duda de que la finalidad es en aras del bien común, o sea de la Salud Pública.
Convencer es mucho mejor que vencer, no se necesita imponer. Ahora podemos permitirnos el lujo de intentarlo, otros países no han sido tan afortunados, o no la han hecho tan bien con anterioridad.
Para todo ello necesitamos la máxima implicación de todos los profesionales sanitarios, sin ellos nada de todo esto será posible.