MADRID, 3 (EUROPA PRESS)
Un nuevo estudio de investigadores de la División Channing de Medicina en Red del Brigham and Women's Hospital (Estados Unidos) ha destacado una correlación entre los síntomas de insomnio y la hipertensión en las mujeres.
Esta investigación, publicada en 'Hypertension', revela que las mujeres que tenían dificultades para dormir lo suficiente tenían un mayor riesgo de desarrollar hipertensión o presión arterial alta.
"Estos hallazgos sugieren que las personas que luchan contra los síntomas del insomnio pueden tener riesgo de hipertensión y podrían beneficiarse de un examen preventivo", explica el investigador de la Facultad de Medicina Brigham y Harvard, Shahab Haghayegh. "La hipertensión se asocia con muchas otras complicaciones de salud física y mental. Cuanto antes podamos identificar a las personas con presión arterial alta y tratarlas, mejor podremos mitigar los problemas de salud futuros", añade.
Tanto la hipertensión como los trastornos del sueño son cada vez más prevalentes entre los adultos en los Estados Unidos. De hecho, más del 35 por ciento de los adultos estadounidenses no duermen lo suficiente por la noche, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. La Academia Estadounidense de Medicina del Sueño sugiere que el 30 por ciento de los estadounidenses experimentan síntomas de insomnio. El 45 por ciento de los adultos estadounidenses viven con presión arterial alta.
Los investigadores siguieron a 66.122 participantes de entre 25 y 42 años de edad en la cohorte del Nurses Health Study II (NHS2), todos sin hipertensión al inicio del estudio, durante dieciséis años (desde 2001 hasta 2017). Recopilaron información sobre la edad, raza, índice de masa corporal (IMC), dieta, estilo de vida, actividad física, antecedentes de apnea del sueño y antecedentes familiares de hipertensión de los participantes y evaluaron la incidencia de hipertensión entre el grupo cada dos años.
Comenzaron a medir la duración del sueño en 2001 y luego lo hicieron nuevamente en 2009, registrando el número promedio de horas dormidas durante un periodo de 24 horas. También rastrearon las dificultades para dormir, como tener problemas para conciliar o permanecer dormido o despertarse temprano en la mañana, y recopilaron respuestas en varios momentos a lo largo del estudio.
Los análisis de datos revelaron que las mujeres con dificultades para dormir tenían, en promedio, un IMC más alto, una menor actividad física y una peor dieta. El investigador también descubrió que aquellas que tenían dificultades para dormir eran más propensas a fumar y beber alcohol y habían pasado por la menopausia anteriormente.
Entre los 25.987 casos de hipertensión documentados durante el seguimiento, las mujeres que dormían menos de siete u ocho horas por noche tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar hipertensión, según los datos recopilados. De manera similar, las mujeres que tenían problemas para conciliar el sueño y permanecer dormidos también tenían más probabilidades de desarrollar hipertensión. Despertarse temprano en la mañana no se asoció con este mayor riesgo.
En particular, estas asociaciones siguieron siendo significativas después de controlar los horarios de trabajo por turnos de los participantes (turnos nocturnos versus diurnos) y el cronotipo (matutino versus vespertino).
Si bien se desconoce la naturaleza exacta de la relación entre el sueño y el riesgo de hipertensión, el investigador asegura que las dificultades para dormir pueden conducir a una cadena de eventos que pueden aumentar la retención de sodio, la rigidez arterial y el gasto cardíaco, lo que potencialmente conduce a la hipertensión.
Las alteraciones del ciclo de sueño/vigilia también pueden influir en la actividad de constricción/relajación de los vasos sanguíneos y en la función de las células que regulan el tono vascular.
Si bien este estudio solo analizó la asociación entre el sueño y la hipertensión en mujeres, los investigadores esperan ampliar su trabajo para incluir a hombres y participantes no binarios. Una segunda limitación es que los investigadores solo pudieron recopilar datos sobre la calidad del sueño en momentos seleccionados durante todo el estudio. Algunas de las fortalezas del estudio incluyen el mayor número de participantes y la duración del seguimiento.
En este sentido, el autor del estudio asegura que estos hallazgos "no indican causalidad" y señala que "quiere entender por qué existe esta asociación y cómo el tratamiento de una afección también puede tratar la otra". En futuros estudios clínicos, su objetivo es investigar si los medicamentos para dormir podrían tener un efecto beneficioso sobre la presión arterial.