Se estima que una persona adulta precisa entre siete y ocho horas de sueño para restaurar las funciones del organismo

La ansiedad, una de las causas más identificables que provocan insomnio
Santiago Lorente, médico especialista en Neurofisiología de la Clínica HLA Montpellier.


18 mar. 2022 12:00H
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El Día Mundial del Sueño es un llamado a la acción sobre temas importantes relacionados con el sueño, incluida, por supuesto, la medicina. Está organizado por la Sociedad Mundial del Sueño y tiene como objetivo disminuir la carga de los problemas del sueño en la sociedad a través de una mejor prevención y manejo de los trastornos del sueño. En este día se pretende fomentar la investigación y tratamiento de los síntomas de la falta de sueño, un problema que, si no se detecta a tiempo, puede ocasionar graves problemas para la salud tanto física como mental.

En la actualidad muchas personas no logran descansar la cantidad de horas que se requieren para tener un sueño reparador. Se estima que una persona adulta precisa entre siete y ocho horas de sueño para restaurar las funciones del organismo. Pero ¿qué significa dormir bien? Existe mucha desinformación acerca de esta incógnita. Y es aquí donde juega un papel muy importante la especialidad médica de Neurofisiología clínica, que se dedica a la valoración del sistema nervioso de los pacientes.

Santiago Lorente, médico especialista en Neurofisiología de la Clínica HLA Montpellier, señala que “en muchas ocasiones, la población no es consciente de que tiene un problema de calidad de sueño hasta que oye hablar de la importancia de este”. El sueño es un proceso fragmentado en ciclos, y cada uno de ellos debe tener una estructura de profundidad adecuada. Cada ciclo consta de una porción inicial NREM y finaliza con un episodio REM. “Se comienza a dormir en un estado superficial y se va profundizando hasta alcanzar el sueño profundo y reparador, que finaliza con la aparición de REM, un fenómeno que rompe la dinámica de NREM, en el cual el cerebro adquiere una funcionalidad alta y cuya función tiene que ver con la depuración de los recuerdos o la consolidación de la memoria”, explica.

El proceso del sueño


El proceso NREM/REM se repite aproximadamente cada hora y media, y cuando termina siempre deja al sujeto despierto o casi despierto, sin embargo, puede volver a conciliar el sueño con normalidad. Es durante este despertar cuando el paciente se puede alarmar, puesto que interviene otro problema diferente: el pensamiento. “Cualquier despertar de más de cinco o diez minutos se percibe como largo por el paciente, algunos ven pasar las horas de la noche, pero entre los despertares han podido encajar ciclos normales, por lo que no necesariamente sufren un trastorno del sueño importante. El problema surge si esos despertares se hacen muy prolongados y esa prolongación tiene más relación con la preocupación acerca del rendimiento del día siguiente, los problemas de la vida diaria o los dolores musculares, por ejemplo”, apunta Lorente.

Por ello, es importante que el paciente pueda relativizar la presencia de despertares. Según el especialista, “hay pacientes que simplemente esta explicación les supone una gran ayuda; un factor que agrava y perpetúa el insomnio es dar una importancia desmesurada al hecho fisiológico del despertar. La causa más identificable del insomnio es la ansiedad, y en el caso de estos pacientes lo más útil es atacar el insomnio sin perder de vista esta premisa”. Si el problema persiste, el tratamiento farmacológico recomendado por el especialista es una herramienta que puede ayudar a los pacientes, pero siempre de manera transitoria, porque si se toma continuamente o se aumenta la dosis puede acarrear problemas peores y no será posible disponer del mismo en el caso de aparición de nuevos episodios.

Asimismo, el sueño de calidad evita alteraciones en el sistema nervioso, endocrino e inmunológico que conllevarán a otras complicaciones asociadas a las enfermedades degenerativas. También existen otros factores que afectan a la calidad del sueño, como la regulación circadiana (nuestro “reloj” interno) o el control homeostático (el tiempo anterior que hemos pasado despiertos).

La polisomnografía estudia las diferentes variables del sueño en función del tipo de paciente: el registro de la actividad cerebral, de la respiración, del ritmo cardiaco, de la actividad muscular y de los niveles de oxígeno en la sangre mientras se duerme. “Los cambios que produce el sueño en la actividad cerebral son mayores que los que producen muchas patologías y se registra mediante el encefalograma. A través de esta técnica se puede comprobar si el paciente duerme y el nivel de profundidad del sueño, junto con otras variables como el movimiento de los ojos y el tono muscular”, indica el doctor.

La patología más frecuente en la consulta de Neurofisiología es la apnea del sueño, en cuyo estudio se registra todo lo anterior más los posibles patrones anormales en la respiración durante la etapa del sueño; el flujo del oxígeno a través de la nariz y la boca, el movimiento respiratorio del tórax y el abdomen, el ronquido y la saturación de oxígeno. En otros casos pueden aparecer otros problemas como los movimientos involuntarios de las extremidades. Uno de los trastornos más prevalentes es el síndrome de piernas inquietas, el impulso de movilizar las piernas al tratar de dormir, así como la sensación de hormigueo o ardor. Además, los estudios de sueño también se utilizan para la valoración y diagnóstico de la epilepsia.

La especialidad de Neurofisiología mantiene una estrecha relación con otras especialidades, siendo la Neurología y la Traumatología las que más pruebas demandan, entre ellas el encefalograma, el electromiograma y los potenciales evocados. El área de desarrollo actual dentro de la especialidad contempla las técnicas de monitorización en el quirófano para evitar el daño de los cordones nerviosos que pueden verse involucrados durante la actividad quirúrgica.

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