Eva Soler, residente de Hematología del Hospital General Universitario Morales Meseguer. | Imagen cedida por COM Murcia de Juanchi López
La etapa de residencia ofrece la oportunidad de aprender y constatar el amor por la Medicina. Cuatro años de esfuerzo y trabajo donde los futuros especialistas deben sumar el
ejercicio clínico a la investigación y su propia formación. Un trabajo en el cual “hay tiempo, poco, pero para todo”, así lo destaca
Eva Soler, residente de cuarto año de
Hematología en el Hospital General Universitario Morales Meseguer.
Durante su segundo año de residencia, Soler decidió que su trabajo podría dar mayores resultados presentando un
caso clínico en el que venía trabajando junto a su tutora al
Certamen de casos clínicos para médicos residentes convocado por el Colegio Oficial de Médicos de la Región de Murcia (COM Murcia). El desarrollo y resultados le valieron no solo estar incluida en el libro junto a las mejores investigaciones, sino que ha sido reconocida con el
primer premio de entre los más de 90 estudios presentados.
Este estudio permitió a Soler sumar sus dos grandes pasiones:
la investigación y el ejercicio asistencial de la Medicina, añadiendo la posibilidad de presentar un caso clínico con una
importante perspectiva social. Así, la formación MIR es así una oportunidad que permite a los
jóvenes intercalar la parte clínica con la investigación sanitaria, una vía que va desapareciendo en muchos casos a lo largo de la carrera. En palabras de Soler “un médico joven debe dedicarse a tres mundos: l
a investigación, la docencia y la parte clínica”, tres vías que completan al profesional sanitario y le dan las herramientas para enfrentarse a los retos que plantea su carrera.
Por todo ello, la futura especialista recalca como
“hay que aprovechar la etapa de residente para investigar”, pues ofrece el apoyo necesario así como la oportunidad de
“hacer algo distinto”.
Un caso con perspectiva médica y social
La investigación que le ha valido a Eva Soler el primer premio del Colegio Oficial de Médicos de la Región de Murcia planteaba un caso clínico de una mujer “
muy joven a la que habían diagnosticado en Ecuador un linfoma de Hodgkin. La trataron con quimioterapia convencional de primera línea, pero resultó refractaria al tratamiento”.
Con la evaluación por la cual se observó que la enfermedad seguía se propuso continuar con una segunda línea de tratamiento “que
coincidió con la llegada de la pandemia del Covid-19”. Esto supuso para la paciente el retraso de su tratamiento y una
situación por la que peligraba su vida. “Estuvo muchos meses sin poder tratarse,
se puso en contacto con una fundación española que nos derivó el caso. Cuando vimos que era una chica muy joven y que no paraba de empeorar se decidió traerla a España”.
"Cuando vimos que era una chica muy joven y que no paraba de empeorar se decidió traerla a España"
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Como residente, Soler estaba en
rotación en la planta de linfomas, lo que le permitió conocer el caso de primera mano y formar parte del equipo que lo trató. Junto a la facultativa adjunta del área,
Elena Pérez Ceballos, “fuimos las que asistencialmente veíamos a la paciente en su día a día”, trabajando juntas hasta que “se le pudo dar el alta”.
Toda esta experiencia le permitió
escribir un caso clínico que además sirviera a su carrera “tanto participar en este tipo de certámenes como ya el hecho de ser el primer premio, es un plus en la carrera porque sumas puntos que siempre viene bien a nivel curricular”. Una proyección de futuro que para Soler suma “la
actividad asistencial con la investigación, y a ser posible hacer una tesis doctoral”, marcando así la importancia de que los facultativos “atiendan a los tres apartados, la asistencia, la investigación y, si puede ser, la docencia”.
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