Equipo de Ruth de Diego Balaguer y Joan Orpella.
Investigadores del Instituto de Neurociencias de la Universitat de Barcelona (
NeuroUB) y el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (
Idibell) han hallado que la
sincronización del cerebro con los
sonidos del habla facilita el
aprendizaje del lenguaje.
En un estudio, que
publica la revista 'Nature Neuroscience', han estudiado la
sincronización de los ritmos motores del habla, es decir, los movimientos coordinados de la lengua, los labios y la mandíbula que posibilitan el discurso, con los
ritmos de señal de audio del habla.
Los resultados muestran que el
cerebro de algunas personas se
adapta espontáneamente al ritmo de la voz que escuchan, mientras que otros no lo hacen. Según la investigación, estos patrones reflejan
diferencias en
aspectos funcionales y
estructurales de la
red cerebral del lenguaje, así como en la capacidad de aprender palabras nuevas.
En el estudio, los participantes tenían que escuchar una secuencia rítmica de sílabas, y al mismo tiempo, debía susurrar constantemente la sílaba 'ta'.
El análisis de los resultados encontró un
patrón inesperado, la población
está dividida en dos grupos: algunas personas sincronizan espontáneamente los susurros con la secuencias de sílabas y otros permanecen impermeables al ritmo externo.
Replicar patrones en personas en diversas condiciones
La investigadora del Idibell y la UB
Ruth de Diego Balaguer ha dicho que este
efecto es "sorprendentemente
robusto y muy estable en el tiempo", y se ha visto replicar estos patrones en
más de 300 personas en diversas condiciones.
Los investigadores estudiaron si estas variaciones tenían implicaciones en la organización cerebral y el comportamiento y determinaron -mediante datos de
resonancia magnética- que los buenos sincronizadores tienen más materia blanca en las vías que conectan áreas de percepción del habla (oído) con áreas de producción de voz (habla).
También realizaron un
estudio de magnetoencefalografía en el que se registró la
actividad neuronal mientras los pacientes escuchaban pasivamente
secuencias rítmicas silábicas, y comprobaron que los
buenos sincronizadores se acompasaban más a los estímulos que el otro grupo de personas, y que lo hacía la parte del cerebro implicada en la
planificación motora del lenguaje.
Los investigadores también comprobaron las
divergencias en el
comportamiento entre los dos grupos: "Testamos sin había diferencias entre sincronizadores buenos y malos en el aprendizaje de nuevas palabas escuchadas en habla continua, y observamos que los buenos sincronizadores aprenden mejor que el otro grupo", ha explicado De Diego.
Han considerado que el experimento diseñado en esta investigación podría servir par
a caracterizar las diferencias individuales y
potenciar la investigación lingüística.
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