Inés Rivero, residente de Urología en el Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla.
Inés Rivero tenía un destino. O más bien dos: especializarse en Urología y hacerlo en el
Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. No le valía otro hospital ni otra especialidad. "Tenía claro que quería coger Urología, aunque tenía otras en mente por si acaso no me daba la nota.
Cuando salieron las plazas del MIR; lo único que miré fueron las de la especialidad en el hospital. Me llama tanto la atención porque es muy completa, es quirúrgica y es médica. Además es muy autónoma porque nosotros diagnosticamos a los pacientes, los tratamos y los seguimos", explica la joven, de 27 años.
Inés, que estudió en la universidad de la capital andaluza, no guarda malos recuerdos de su preparación para el examen MIR. "No fue un periodo traumático ni mucho menos. Veníamos
razonablemente bien preparados de la universidad y siguiendo las pautas del horario de estudio fue muy llevadero", reivindica la especialista, que consiguió rotar por la especialidad de sus sueños cuando aún estaba estudiando el grado: "Eso fue lo que me acabó de convencer".
EL HOSPITAL
"El Virgen del Rocío es un hospital grande y Urología te da la oportunidad de ver todos los campos, tenemos todas las unidades, tanto de trasplantes como de o
ncología avanzada, cosas que no se ven en todos los hospitales. También Neurourología o Andrología", explica Inés, que prefería hacer su residencia en un centro de grandes dimensiones: "Un hospital así te permite hacer muchas más
cosas de investigación porque hay más casos y tenemos el Centro de Investigación Biomédica de Sevilla, IBIS".
Al principio, como a todo residente, le costó adaptarse al ritmo del hospital sevillano. "T
e sientes como una hormiguita alrededor de gigantes, pero la verdad es que, en mi servicio, acogen a todos los R1 con los brazos abiertos, no tuve ningún problema ni con los residentes mayores ni con los adjuntos. Me sientí muy arropada", insiste la joven que, pese a haber hecho prácticas durante la carrera, se sorprendió de algunas cosas durante su desembarco: "Lo que más me llamó la atención fue el
volumen de pacientes que hay y el tráfico de información constante, que la verdad es que te abruma".
GUARDIAS
Las primeras guardias de Inés no fueron demasiado complicadas porque siempre tenía a un compañero al lado. "
En Urología las hacemos como mochila, no estamos nosotros solos sino que estamos con un residente mayor y ahí muy bien", recuerda la joven, a quien le resultó más complejo cuando tuvo asumir la responsabilidad sin compañía: "Cuando las empecé a hacer sola, hace un año, te pasan todas las cosas extrañas que nunca más te van a pasar en la residencia", bromea.
Incluido, algún momento de tensión con los pacientes. "Quedó en nada porque
los adjuntos te respaldan mucho, están localizados y cuando los llamas, vienen cuando hace falta y te atienden en todo. Hay pacientes conflictivos, pero cuando estás empezando no sabes manejarlo como si te pasara ahora. Tanto los enfermeros de la planta como el adjunto que estaba de guardia,
me ayudaron muchísimo hablando con el paciente", recuerda Inés, a quien ya le parece una mera anécdota.
Su suerte, es que
los residentes de Urología solo hacen guardias en su especialidad, no en puerta: "Tenemos la capacidad de atender lo que podemos y muchas veces no es posible responder a todas sus demandas. La cosa es hacerles un seguimiento y citarles en consulta", resuelve la joven, quien no ha tenido que sufrir ningún comentario fuera de tono por el hecho de ser mujer, a
unque sí que le traten como "niña o chica": "no sé si por ser mujer o ser todavía joven. A los más mayores o si son hombres, normalmente no se lo hacen".
AUTONOMÍA
El
cambio fundamental entre R1 y R2, recuerda la especialista, es que empiezas a hacer esas guardias solo. "Comienzas a tomar tus decisiones porque, aunque sabes que tienes a un adjunto localizado y tú para llamarle, tienes que saber bien el caso y orientarle. Porque él está en su casa y eres tú la que tienes que contar lo está viendo", explica Inés, que añade: "
Eres tú la uróloga que está en el hospital y tienes que tomar decisiones. Al principio vas con más miedo pero el haber estado todo un año, con ocho guardias al mes, con un residente mayor, te da muchas tablas".
También hay diferencias entre las responsabilidades de un R2 y un R3. "El mayor cambio va a ser que
empezamos a hacer trasplantes y eso, a veces, hace que las guardias se te compliquen un poco. Si tienes que meterte en el quirófano dejas de atender el resto de cosas de la guardia y cuando sales, se te ha acumulado el trabajo", relata desde la experiencia Inés, a quien el desafío le motiva: "Es un paso muy bonito porque
empiezas a ver cirugías grandes y enseguida empiezas a soltarte quirúrgicamente. En lo que llevamos de año, llevamos 100 trasplantes, casi todos los días tenemos uno", relata.
CARA Y CRUZ
Afortunadamente, Inés está satisfecha con la decisión que tomó
tras aprobar su examen MIR. "Lo que más me ha gustado de la especialidad es que llevamos a los pacientes desde que los diagnosticamos hasta la operación, y luego les hacemos el seguimiento... Es una especialidad que aunque sea quirúrgica, no ha olvidado su parte médica".
Lo único que echa en falta en el hospital, es a más compañeros que alivien la carga existencial y "más tiempo que dedicarle a la investigación: "
La parte clínica nos roba todo el tiempo que tenemos. Hacemos todo lo que tenemos que hacer, pero muchas veces salimos de la consulta pensando si habremos pedido a todos los pacientes las pruebas bien, teniendo solo cinco minutos", reflexiona.
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