Javier Barbado. Sevilla
Las unidades de gestión clínica las debe liderar de forma preferente un médico en opinión del presidente de la SEMI. Al mismo tiempo, no duda en reclamar más dotación enfermera para las plantas de la especialidad, donde la media de edad se sitúa alrededor de los 75 años con una docena de encamados por servicio. Casariego no se ‘moja’ con el decreto de prescripción enfermera, aspecto en el que no se considera beligerante, y espera aprovechar los resultados del recién presentado informe Recalmin para elaborar otros que incluyan recomendaciones a partir de los datos recabados.
Emilio Casariego, en el Palacio de Congresos de Sevilla.
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La Medicina personalizada o, como se llama ahora, ‘de precisión’ se nos presenta como el futuro del trato del enfermo. ¿Cómo casa con esto la Medicina Interna?
Siempre necesitaremos a clínicos que sepan llevar y diagnosticar pacientes: si no, ¿quién averigua lo que les sucede? Si damos con una máquina que lo haga… Precisamos de médicos que atienda al paciente en el aspecto técnico, diagnóstico y humano, es decir, reconfortarle y acompañarle en el proceso. Además, la Medicina personalizada aporta soluciones cuando el paciente padece una sola enfermedad, pero, ¿qué ocurre si tiene cinco, seis o siete patologías? ¿Alguien sabe cómo se personaliza eso? Hace falta un médico generalista e integrador que sepa diagnosticarlo y tratarlo.
¿Cuál es el estado de la Medicina Interna en España hoy?
Crecemos a un ritmo de un diez por ciento anual en pacientes ingresados en nuestra área de competencia. Si lo miramos por reingresos y por estancias cuantificadas, atendemos hasta el 35 por ciento de los pacientes hospitalizados, es decir, somos los especialistas que más enfermos vemos.
Esto se debe, entre otras cosas, en que, cada vez más, a los pacientes jóvenes somos capaces de verlos, tratarlos, diagnosticarlos y resolver su ingreso; se trata de enfermos que requieren de una mirada y abordaje complejos propios de internista. Y lo mismo sucede con las consultas externas: crece el número de pacientes que llevamos por razones muy similares. Tenga en cuenta que se trata de los que, diez años después, serán ingresados en el contexto del cuadro patológico que ya hemos visto.
¿Y el resto de las áreas de hospitalización?
También crecemos y por el mismo motivo: el enfermo aquejado por muchas patologías ingresa porque padece gripe, pero también porque se ha fracturado la cadera o tiene apendicitis, y, en ese momento, se descompensa su enfermedad de base. Y eso hace que la presencia hospitalaria, el diagnóstico y el control del enfermo crónico sea, cada vez más, una competencia del internista. Lejos de desaparecer, la Medicina Interna va a crecer.
La política regula la actividad de médico, y, a veces, da la sensación de que se entromete en su terreno. ¿Sucede así con los informes de posicionamiento terapéutico (IPT) que publican algunos gobiernos autonómicos?
Nosotros tenemos la experiencia de manejo de los fármacos, y podemos entender que exista el posicionamiento terapéutico para ordenar determinados campos. Ahora bien, no debe ser algo cerrado, sino dinámico y capaz de adaptarse a los cambios y a las circunstancias. Y ahí el conocimiento que asumen las sociedades científicas –porque somos nosotros quienes ven a los pacientes y quienes discuten el estado de las cosas– nos convierte en los interlocutores válidos para actualizar y adecuar esos informes a las circunstancias.
¿Qué defiende la SEMI respecto al decreto de gestión clínica?
Pensamos que la gestión clínica es necesaria e imprescindible para que el modelo sanitario subsista y lo haga ejerciendo una Medicina de calidad: eso está claro. Creemos que debe hacerse, pero hay discrepancias en cómo llevarlo a cabo. En todo caso, la gestión clínica, a nuestro entender, se hace a pie de obra, por lo que resulta muy difícil para un ‘no-sanitario’ enfrentarse a ese problema: le llevaría mucho tiempo en el mejor de los casos. Si ya tienen problemas los ‘no-sanitarios’ para dirigir hospitales –que es una labor más empresarial–, difícilmente asumiría el mando de una unidad de gestión clínica.
La idea es que la lidere un sanitario, pero, ¿ha de ser médico en todos los casos?
Sí. Tal vez existan algunas unidades de gestión clínica aptas para que las encabece alguien diferente, pero su control atañe al médico.
¿Qué opina de decreto de la prescripción enfermera?
No somos beligerantes en este asunto.
Han presentado el informe Recalmin: ¿quiénes elaboran este análisis de situación de la especialidad?
Se hace entre el grupo de trabajo de gestión clínica de la SEMI con la ayuda de la consultora IMAS [Instituto para la Mejora de la Asistencia Sanitaria]. El Ministerio de Sanidad, por su parte, cede al grupo de la SEMI la información del conjunto mínimo de bases de datos (CMBD), que Medicina Interna lo tiene en su poder desde hace nueve años, lo cual incluye los datos de siete millones de altas hospitalarias. Por otro lado, se dispone de una encuesta a los jefes de Servicio de 152 hospitales públicos, que respondieron de una manera estandarizada. Analizar los datos y sacar conclusiones nos llevó mucho tiempo.
¿Qué datos le han llamado más la atención?
Son reveladoras muchas cosas. En primer lugar, el volumen brutal de trabajo que se tiene. Se trata de la primera vez que se dispone de un dato indicador de peso real de estos servicios en la hospitalización. Ni yo podía imaginarme una cifra tan elevada, y eso que me dedico a ello.
En segundo lugar, somos servicios muy poliédricos: casi todos hacemos lo posible por adaptarnos al paciente; la adaptación al medio y la necesidad de dar servicio nos hacer ser muy heterogéneos. En tercer lugar, nuestra capacidad de resolución mejora con los años; así, hemos logrado bajar, en los últimos años, estancias medias y morbilidad sin aumentar mortalidad, y eso significa que ésta baja, porque la costumbre social de fallecer en el hospital sí que está aumentando (hablamos de pacientes que acuden al centro a morirse).
Los medios han destacado otro dato: la necesidad de aumentar la dotación de las plantilla enfermeras…
Es algo muy importante, porque a los pacientes no solo hay que tratarlos, sino que también hay que cuidarlos. No hay ratios de enfermera por pacientes que sean estándares. Sin embargo, ¿precisa de la misma atención y dotación una planta de recién nacidos de Obstetricia que otra de Medicina Interna? ¿Y otra de Ginecología, donde la gente acude, se opera y se marcha, y la edad media es de 55 años frente a los 75 de la de los internistas? ¿Son los mismos el número de pruebas, los cuidados necesarios, etc.? Es evidente que no.
Describa el panorama de una planta de Interna.
Imagine un promedio de edad de 35 años con treinta camas y entre doce y catorce pacientes encamados, es decir, enfermos que son incapaces de levantarse de la cama. Solo eso significa que necesitas personal auxiliar que tiene que hacer muchas más camas, más protección de cuidados (el paciente se hace sus necesidades, sufre ulceraciones, o se le obstruye una vía o la sonda…). Está claro que necesitan atención no más especializada pero sí más duradera y mantenida.
¿Qué planes contempla ahora la SEMI?
El Informe Recalmin ha de servir ahora para hacer otros trabajos de calidad de la atención, una vez se ha cuantificado. La idea, también, es elaborar una serie de recomendaciones a partir de lo que se ha recabado. Y la puesta docente de SEMI se ha aumentado con más másteres universitarios (5.000 alumnos este año que siguen cursos) y una decidida apuesta por la formación
on-line. En investigación, la sociedad lleva 21 registros y numerosos ensayos clínicos, y hemos potenciado la capacidad de hacerla en el ámbito clínico.
También nos proponemos fomentar la relación con otras sociedades científicas generalistas con las que mantenemos puntos en común como sucede, por ejemplo, con las tres de Primaria, y con las que tenemos ya tantos proyectos formativos como de trabajos compartidos (por ejemplo, en el ámbito asistencial).
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