El dermatólogo y director de la Unidad de Tricología y Trasplante Capilar del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Sergio Vañó.
La
inteligencia artificial ha igualado al ojo clínico, al menos en
Dermatología. Un estudio de amplio espectro acaba de concluir que los ordenadores programados para comparar imágenes de cánceres de piel con otras de tejido sano deducen qué tiene el paciente con la misma
fiabilidad y rapidez que lo hace un médico.
En la
investigación, que se ha publicado en Nature, se utiliza un sofisticado
sistema artificial de
redes neuronales (según su
traducción literal del inglés, equivalente en castellano a
análisis computacional) para analizar 129.450
imágenes que reflejan hasta 2.032
enfermedades de la piel diferentes.
Los autores del trabajo comparan la capacidad de la máquina para detectar la patología cancerosa y delimitar las enfermedades benignas con el juicio clínico de 21 dermatólogos. Para ello se hace acopio de dos casos clínicos:
carcinomas de queratinocitos frente a
queratosis seborreicas benignas y melanomas malignos ante lesiones benignas.
“El análisis computacional consigue un éxito diagnóstico comparable al de todos los dermatólogos en ambos casos, demostrando así que la inteligencia artificial es capaz de
clasificar el cáncer de piel con un grado de competencia al mismo nivel que el ojo del clínico”, concluye el trabajo.
“No supone amenaza alguna a la figura del médico”
Un hallazgo que no sorprende al dermatólogo y
director de la Unidad de Tricología y Trasplante Capilar del Hospital Ramón y Cajal de Madrid,
Sergio Vañó, habida cuenta de que no es la primera vez que se demuestra el rendimiento de esta tecnología.
“Del mismo modo que las calculadoras ganan al cerebro en rapidez y precisión, estas máquinas consiguen diferenciar las lesiones cancerosas de las benignas
incluso mejor que el médico, cuya figura no está por ello en peligro en mi opinión para hacer esa tarea”, ha reflexionado para Redacción Médica.
“Del mismo modo que, en su momento, los escáneres utilizados en patología digestiva supusieron un enorme avance para esa especialidad y
no reemplazaron la habilidad del gastroenterólogo, sucede lo mismo con esta nueva tecnología y los dermatólogos”, sentencia.
Preguntado por el estudio y la capacidad artificial para distinguir un melanoma maligno de otra lesión de buen pronóstico, Vañó aclara que ese tipo de cáncer “presenta formas muy heterogéneas pero, al mismo tiempo,
cumple una serie de patrones –determinados colores, forma irregular...– que son definibles por la inteligencia artificial”.
“Hace tres años,
Archieves of Dermatology publicó
otra investigación –ha precisado– en la que se describía el rendimiento de un dispositivo que, si se colocaba en una lesión dudosa para el dermatólogo respecto a si se trataba o no de un melanoma, ayudaba mucho para conseguir la precisión diagnóstica; sin embargo, al mismo tiempo, cuando se ponía la máquina sobre una lesión benigna, por ejemplo una verruga, que no ofrece ninguna duda al médico,
el aparato cometía errores”, ha desvelado.
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