En un contexto global muy complicado, donde las instituciones multilaterales han sido atacadas por los gobiernos
trumpistas y sus asociados, estamos deseosos de encontrar buenas noticias. Noticias que nos muestran que hay intereses globales que pueden sobrepasar los intereses particulares o comerciales y las diferencias de los países. Y el acuerdo para aprobar el
Tratado de Pandemias es la demostración de que se puede.
No nos vamos a engañar, el camino no ha sido fácil y hace dos semanas había serias dudas sobre la posibilidad de alcanzar este acuerdo. Tras la
pandemia de Covid-19, quedó claro que necesitamos instituciones internacionales fuertes que puedan liderar y coordinar la preparación y respuesta ante eventos como el vivido; y la
Organización Mundial de Salud (
OMS) es el único actor internacional que tiene la capacidad de responder a la pregunta de: ¿cómo evitar que algo así vuelva a ocurrir, o al menos, cómo estar mejor preparados para cuando ocurra? A partir de esa necesidad, los Estados Miembros de la OMS se propusieron construir un nuevo instrumento legal que sirviera de marco para prevenir, preparar y responder de manera más eficaz a futuras
emergencias sanitarias. Así nació el proceso del llamado
Tratado de Pandemias.
Las negociaciones han sido largas, complejas y que en muchos momentos parecían estar al borde del fracaso. La fecha límite original, mayo de 2024, terminó sin acuerdo y parecía cada vez más difícil de cumplir ante la falta de consenso. Sin embargo, contra todo pronóstico, se ha alcanzado un acuerdo que se presentará en la próxima
Asamblea Mundial de la Salud. Y eso, en el contexto actual, es una noticia que merece ser celebrada.
En sí estamos hablando de algo más que un tratado. Se trata de que, en una era donde el multilateralismo parece debilitado, donde los foros internacionales se tambalean y las soluciones colectivas se ven con escepticismo, la comunidad internacional ha logrado sentarse, dialogar y pactar unas reglas mínimas para protegernos mejor de las próximas
amenazas sanitarias globales. Y eso es un logro político de primer orden.
"La comunidad internacional ha logrado sentarse, dialogar y pactar unas reglas mínimas para protegernos mejor de las próximas amenazas sanitarias globales"
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En relación con el contenido, el
Tratado de Pandemias establece diversas líneas de acción. Por ejemplo, se refuerza la prevención en origen, incluyendo medidas para reducir el riesgo de
enfermedades zoonóticas, promueve la
equidad en el acceso a vacunas y tratamientos, fomenta la transferencia de
tecnologías médicas, y sienta las bases para un sistema más justo de acceso y distribución de los patógenos y los beneficios por ellos. Es, en muchos sentidos, un tratado imperfecto e insuficiente: no llega tan lejos como algunos esperaban, y deja asuntos importantes pendientes que se tendrán que seguir negociando posteriormente a la ratificación del acuerdo en la próxima Asamblea Mundial de Salud. Pero también es el primer acuerdo de estas características en la historia, y eso lo convierte en un punto de inflexión.
Este proceso de negociación ha puesto en evidencia un desequilibrio ya conocido: las posturas rígidas y el exceso de autoprotección y protección comercial por parte de algunos países del Norte Global. En muchos casos, lo que ha frenado el avance no han sido diferencias técnicas, sino resistencias políticas a ceder soberanía o compartir recursos en tiempos de
crisis. Y frente a eso, es importante subrayar el papel que ha jugado España.
"Nuestra posición constructiva refuerza el liderazgo de España en el ámbito de la salud global, y nuestra capacidad para actuar como puente entre visiones divergentes"
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Nuestro país ha defendido una posición constructiva, realista pero ambiciosa, que ha buscado el equilibrio entre el consenso y la sustancia. Hemos sido impulsores de propuestas que no solo buscaban acordar por acordar, sino avanzar hacia un marco que de verdad sirva para actuar con eficacia y
equidad en futuras pandemias. Esa actitud refuerza el liderazgo de España en el ámbito de la salud global, y nuestra capacidad para actuar como puente entre visiones divergentes.
Lejos de ser un ejemplo aislado, este acuerdo debería servir como recordatorio de que el diálogo multilateral, aunque difícil y a veces frustrante, sigue siendo el único camino viable para afrontar los grandes problemas de salud del presente y del futuro.
Pero lo más difícil empieza ahora. Porque firmar un tratado es solo el primer paso. Lo realmente importante será su implementación, el seguimiento de sus compromisos y la evaluación crítica de sus resultados.
España, que acaba de entrar en el Comité Ejecutivo de la OMS por primera vez en dos décadas, tendrá un rol clave en este proceso. Y la próxima Estrategia de Salud Global de España nos permitirá actuar de la manera más amplia posible. Ahora toca hacer valer lo pactado, acompañar su cumplimiento y trabajar para que este primer paso se convierta en un camino sólido hacia una gobernanza en salud global más justa y eficaz.
"La salud global ha sido el espacio donde se ha demostrado que, ante amenazas compartidas, la cooperación sigue siendo no solo deseable, sino imprescindible"
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En resumen, sí: es posible alcanzar acuerdos globales incluso en contextos adversos. La
salud global ha sido el espacio donde se ha demostrado que, ante amenazas compartidas, la cooperación sigue siendo no solo deseable, sino imprescindible. Y España ha estado a la altura del reto.