Dice Giuseppe Tomasi di Lampedusa que “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie” y me temo que estamos diciendo una y otra vez que es necesario cambiar el Sistema Nacional de Salud (SNS) y al final estamos consiguiendo que cambiemos las cosas para seguir todo igual.

El SNS español ha sido históricamente un referente a nivel internacional por su carácter universal, gratuito y de calidad, una frase que se repite y no es del todo cierta. Universal, prácticamente lo es; gratuita, esto es un mantra que repetimos y no es cierto pues lo pagamos con nuestros impuestos; de calidad, esto es más que discutible. Sin embargo, en los últimos años, este modelo ha enfrentado desafíos significativos que han puesto en entredicho su sostenibilidad y eficacia. El envejecimiento de la población, el aumento de las enfermedades crónicas, la escasez de profesionales sanitarios y los recortes presupuestarios han generado un escenario complejo que exige una reflexión profunda sobre la necesidad de reformar el sistema. Este artículo analiza los principales problemas del SNS y explora alternativas para garantizar su viabilidad a largo plazo.

España es uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo, lo que, si bien es un logro, también representa un desafío para el sistema sanitario. El envejecimiento de la población ha incrementado la prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, enfermedades neurodegenerativas y las enfermedades cardiovasculares. Estas patologías requieren un seguimiento continuo y un tratamiento costoso, lo que ha aumentado la presión sobre los recursos del SNS.

Además, el modelo actual está más orientado hacia la atención aguda que hacia la prevención y el manejo de enfermedades crónicas. Esto ha llevado a un uso ineficiente de los recursos, con un alto número de hospitalizaciones evitables y un enfoque reactivo en lugar de proactivo. Seguimos invirtiendo en estructura asistenciales, sobre todo en atención hospitalaria, olvidando la importancia de la Atención Primaria y la sociosanitaria, básicas en la atención al envejecimiento y cronicidad.

La falta de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios es uno de los problemas más urgentes del SNS. Según datos del Ministerio de Sanidad, España tiene una ratio de médicos por habitante inferior a la media de la Unión Europea. Esta escasez se ha agravado por la emigración de profesionales a otros países con mejores condiciones laborales y salariales, así como por el envejecimiento de la plantilla actual.

La saturación de los servicios de atención primaria y hospitalaria ha generado un clima de descontento entre los profesionales, que denuncian sobrecarga de trabajo, burnout y falta de recursos. Esta situación no solo afecta a la calidad de la atención, sino también a la motivación y el bienestar de los trabajadores sanitarios.

La crisis económica de 2008 y la posterior austeridad fiscal tuvieron un impacto significativo en el SNS. Los recortes presupuestarios redujeron la inversión en infraestructuras, tecnología y personal, lo que ha dificultado la modernización del sistema. Aunque el gasto sanitario ha aumentado en los últimos años, aún está por debajo de los niveles previos a la crisis.

Además, la descentralización del sistema sanitario en las comunidades autónomas ha generado desigualdades territoriales en el acceso y la calidad de los servicios. Mientras algunas regiones cuentan con hospitales de última generación y listas de espera más controladas, otras enfrentan problemas de infraestructura y largos tiempos de espera para consultas y cirugías.

Aunque el SNS ha avanzado en la digitalización de historiales médicos y la implementación de recetas electrónicas, aún queda mucho por hacer en términos de innovación tecnológica. La inteligencia artificial, la telemedicina y el big data tienen el potencial de revolucionar la atención sanitaria, pero su adopción en España ha sido lenta y desigual.

La falta de inversión en tecnología y la resistencia al cambio por parte de algunos profesionales han limitado la capacidad del sistema para adaptarse a las nuevas demandas de los pacientes y mejorar la eficiencia de los procesos.

Fortalecer la Atención Primaria


Una de las claves para garantizar la sostenibilidad del SNS es fortalecer la atención primaria. Este nivel de atención es la puerta de entrada al sistema y juega un papel crucial en la prevención, el diagnóstico temprano y el manejo de enfermedades crónicas. Para lograrlo, es necesario aumentar la inversión en atención primaria, contratar más profesionales y mejorar las condiciones laborales. La realidad es que vamos haciendo lo contrario, cada día se invierte menos y tenemos menos personal. Así es imposible un cambio que genere algo positivo.

Además, se debe fomentar un modelo de atención centrado en el paciente, con equipos multidisciplinarios que incluyan médicos, enfermeras, psicólogos y trabajadores sociales. Este enfoque permitiría abordar de manera integral las necesidades de los pacientes, especialmente aquellos con enfermedades crónicas.

La fragmentación entre la atención primaria y la hospitalaria es uno de los principales obstáculos para la eficiencia del SNS. Para superar este problema, se debe promover una mayor integración entre los diferentes niveles asistenciales, con protocolos comunes y sistemas de información compartidos. Es cuestión de voluntad, algo que no veo en estos momentos.

La creación de redes sanitarias integradas, donde los profesionales de atención primaria y hospitalaria trabajen de manera coordinada, podría mejorar la continuidad de la atención y reducir los costos asociados a la duplicación de pruebas y procedimientos. Ya tenemos las conocidas áreas integradas, aunque en resultados están lejos de marcar la diferencia con la organización clásica, posiblemente debido a que es una integración desigual en la que la Atención Primaria no tiene un peso equivalente a la Hospitalaria.

¿Cómo mejorar las condiciones laborales y salariales?


Para abordar la escasez de profesionales sanitarios, es necesario implementar políticas que mejoren las condiciones laborales y salariales. Esto incluye ofrecer contratos estables, oportunidades de formación continua y planes de carrera atractivos. Además, se deben establecer incentivos para atraer a profesionales a zonas rurales y regiones con mayor déficit de personal. En este caso se hacen intentos que quedan a medio resolver el problema, básicamente por falta de incentivos.

Otra alternativa es fomentar la colaboración entre el sector público y privado, permitiendo que los profesionales trabajen en ambos ámbitos y compartan conocimientos y recursos. Esto ya es una realidad pues es mayoritario en el sector la compatibilización de la actividad pública y la privada, aunque los resultados no se ven.

La digitalización y la innovación tecnológica son esenciales para modernizar el SNS. La implementación de herramientas como la telemedicina, la inteligencia artificial y el análisis de datos puede mejorar la eficiencia del sistema, reducir los tiempos de espera y personalizar la atención.

Para lograrlo, es necesario aumentar la inversión en tecnología y fomentar la formación de los profesionales en el uso de estas herramientas. Además, se deben establecer marcos regulatorios que garanticen la privacidad y seguridad de los datos de los pacientes.

Garantizar la sostenibilidad financiera del SNS es uno de los mayores desafíos. Para lograrlo, se deben explorar nuevas fuentes de financiación, como impuestos específicos o copagos moderados para servicios no esenciales. Sin embargo, cualquier medida en este sentido debe garantizar que el acceso a la atención sanitaria siga siendo universal y gratuito para los servicios básicos. En este terreno no será fácil dar pasos pues hay una gran resistencia política y, de momento, lo veo inviable.

Además, se debe promover una distribución más equitativa de los recursos entre las comunidades autónomas, con mecanismos de solidaridad que reduzcan las desigualdades territoriales.

El SNS se encuentra en una encrucijada. Aunque sigue siendo un modelo de referencia, los desafíos actuales exigen una reforma profunda que garantice su sostenibilidad y adaptación a las nuevas necesidades de la población. Fortalecer la atención primaria, integrar los niveles asistenciales, retener y captar profesionales, invertir en innovación y garantizar una financiación sostenible son algunas de las alternativas que podrían asegurar el futuro del SNS.

La reforma del sistema no será fácil, pero es necesaria para preservar uno de los pilares del estado de bienestar español. Solo a través de un esfuerzo conjunto entre administraciones, profesionales y ciudadanos se podrá construir un sistema sanitario más eficiente, equitativo y preparado para los desafíos del siglo XXI.

Pero hacer que todo cambie para no cambiar nada y realizar giros de 360 grados de forma que siempre acabemos donde ya estamos es un quiero y no puedo que no resolverá nunca los graves problemas de un SNS moribundo con una vida agónica pero que no termina nunca.