El retrato y las pinceladas
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3 may. 2013 2:42H
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Por Ismael Sánchez

 

Desde su atalaya académica, refinada y orgullosa, Joaquín Poch Broto (Barcelona, 1946) diferencia entre ricos y pobres. No habla de dinero, sino de ascendencia, de influencia, de capacidad. De reconocimiento. El que tuvo, tiene y tendrá la Real Academia Nacional de Medicina, que preside. El que va perdiendo un Ministerio de Sanidad menguante en competencias, en funcionarios y en leyes. Qué diferente realidad para dos organismos tan necesarios, por nacionales.

Academia rica, Ministerio pobre, aunque Poch no sea Peter Strauss ni Ana Mato se parezca a Nick Nolte, el rico y el pobre de la mítica serie americana de finales de los setenta. Academia rica, por científica, reflexiva, razonable. Ministerio pobre, por limitado, generalista, aproximado. Una Academia independiente, capaz de soportar todas las crisis que vengan, por la férrea voluntad de sus miembros. Una Academia longeva, que sobrevivirá de seguro a un Ministerio huidizo, acorralado sin remedio por el empuje autonómico. Parecen pobres, pero en realidad, las autonomías son también muy ricas. Como la Academia.

Hay riqueza en la seriedad, en el reposo, en la profundidad, parece observar Poch. Y pobreza en la demagogia, en la lucha política de cada día, como el pan nuestro. Un pan negro, como el que comían los pobres. Qué rica Academia, tan ordenada, privilegiada, estructurada. Pobre Ministerio, con su brocha gorda, con su facundia, con su política.

Pero cuando aparece el dinero, cambian las tornas: el Ministerio es el rico, la Academia la pobre. El Ministerio, el que decide la subvención. La Academia, la que confía en no perderla. Por lo menos este año, y en 2014, aunque sólo sea para pagar las nóminas de los empleados fijos. Ministerio rico y dadivoso, por su presupuesto, por su discrecionalidad. Academia pobre, soñando con la autofinanciación, subsistiendo por la subvención.

Poch quiere seguir abriendo la Academia, como hizo su antecesor, Manuel Díaz- Rubio, para mantener la riqueza en la identidad y ganarla en la cuenta de resultados. Y si no hay riqueza, por lo menos que haya equilibrio, sin ganancias, pero sin pérdidas. Y he ahí a la Academia, buscando lugar en el mundo de la imagen, y en el de las nuevas tecnologías, y en el de los medios. Interesándose por la docencia, y ¡hasta por la atención primaria! Perdiendo quizá riqueza institucional, y ganando pobreza esencial, para ser más accesible, más llana, más posible.

Con la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo que concede la Comunidad de Madrid en el bolsillo, Poch cuenta los proyectos de la Academia: una exposición sobre la historia de la cirugía, desde los principios, el ciclo sobre sostenibilidad del sistema sanitario en tiempos de crisis, y, claro está, la culminación del Museo Nacional de Medicina Infanta Margarita, para divulgar sobre salud y sobre enfermedad, y para hacer visibles y conocidos a todos esos médicos españoles que tanto han hecho por el desarrollo de la ciencia, y que se han visto tan poco reconocidos.

Catedrático de Otorrinolaringología, académico de número, sillón número 34, la tarjeta de presentación del presidente Poch al frente de una Academia que intenta dejar atrás su flanco más crepuscular. Conservando su ascendencia intelectual y nacional y conciliando el enorme peso de la tradición con un renovado alcance público que otorgue algo más mundano que el prestigio. Quizá no tan preciado, pero sí necesario.

 

Daniel Carreño

La moda de las centrales de compras es para el presidente de Fenin eso, una moda. Una moda, además, que crea incertidumbres y redundancias. Se suponía que las centrales, como las agencias de evaluación, servían para reducir el gasto sanitario o, por lo menos, optimizarlo. No lo creen así los proveedores de productos, cansados ya de que el precio sea el único criterio que guía la compra efectuada por los servicios públicos de salud. Y así no hay quien innove. Y quien lo siga haciendo, puede que empiece a preguntarse para qué.

 

Oscar Gorría

El próximo vocal nacional de Médicos en Formación, que ahora lo es del Colegio de Navarra, no quiere que los jóvenes profesionales estén divididos. Dice que es un error. Lo es y grande. Especialmente en un colectivo tan vulnerable como los médicos. Afortunadamente, la división ya no es la de hace unos años. Ahora se alcanzan consensos, se cede en el protagonismo y se van logrando avances. Se mantienen las diferencias, pero hay bastante más responsabilidad. Individual y colectiva. Alegra ver que los que vienen apretando fuerte quieren ir en esa misma dirección.


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