El sector sanitario empieza a acostumbrarse a ver cómo unos jóvenes con traje y sin corbata aparecen aquí y allá hablando elocuentemente y planteando ideas sobre la profesión médica que sorprenden a propios y extraños. Sus mayores han comenzado a escucharles y a darse cuenta de que no están hablando solo con unos "chavales". Están hablando con el futuro de la profesión, y resulta que es mucho más que prometedor. Estos jóvenes tienen ideas potentes, ideas que compartir y quieren participar en todo aquello que afecte al oficio que han escogido. Y no quieren esperar a ser médicos especialistas con su título bajo el brazo para hacerlo, quieren hacerlo desde que entran en la facultad. Y ahí es donde ha cobrado relevancia el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM), minoritario al principio, masivo y con músculo en la actualidad. Así ha podido comprobarse a la hora de movilizar a cientos de futuros médicos contra la troncalidad, por ejemplo, hasta que se ha conseguido cambiarla. Y el mérito de esa visibilidad y de esa influencia hay que dárselo a muchos, pero sobre todo a Juan Pablo Carrasco y a Domingo Sánchez. Presidente y vicepresidente que ahora dejan sitio para que Víctor Expósito y Leonardo Caveda no defrauden y suban el listón llevado a la estratosfera por sus predecesores.