Los médicos, al unísono, como acertadamente vienen posicionándose desde hace un tiempo, han expresado su firme rechazo a la apertura de nuevas facultades de Medicina en España. Les sobran razones para argumentar su posición, pero aún les falta la comprensión de los políticos. Tras cada Facultad nueva hay intereses de muy diverso signo, que atraviesan todos los estratos de la Administración, desde los ayuntamientos al Gobierno, pasando por las autonomías, pero que nada tienen que ver con las necesidades de la profesión. Parece mentira que las orientaciones sobre la correcta planificación de los recursos humanos de este país tengan que salir de los propios profesionales. Y que, encima, se vean obligados a tratar de convencer a los dirigentes al respecto.