Los españoles viven estas horas pendientes de los partes médicos y de los medios de comunicación para saber si el primer contagio de ébola en suelo europeo es anecdótico o es el comienzo de algo más serio. Es en las crisis cuando se ve de qué madera están hechos los líderes, y cuáles son sus preocupaciones inmediatas, y en esta ocasión más de uno está quedando retratado. Con todos los servicios de salud pública alerta, hay quienes simplemente se están dedicando a echar más leña al fuego lanzándose en una carrera ciega en la que se suceden las peticiones de dimisión de ministros y consejeros. En el lado opuesto se encuentran quienes parece que de verdad conocen cuál es la responsabilidad de gobierno y cómo debe afrontarse una situación de estas dimensiones, sin importarles los colores políticos, ni las filias ni las fobias. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la Organización Médica Colegial (OMC) han dado muestras de que están a la altura de la circunstancia, ofreciéndose como ayuda, no como estorbo. Tiempo habrá para analizar si la gestión de esta crisis, que viene desde agosto, ha sido la acertada. Eso es harina de otro costal. Ahora la tarea es remar todos juntos para facilitar una solución. Agitar a la opinión pública para crear alarma social y sacar rédito político, sindical o profesional tendría que dar vergüenza a más de uno.