La Candidatura d’Unitat Popular (CUP), organización política asamblearia clave para el futuro de Cataluña tras los resultados electorales de las elecciones del pasado 27 de septiembre, ha vetado al consejero de Salud en funciones, Boi Ruiz, en el próximo Govern de la Generalitat. Las razones para una decisión de tal calibre no son abundantes: basta una escueta alusión a que el currículo político de Ruiz no es el adecuado para la nueva etapa. Este partido de corte radical y, según muchos, prácticamente antisistema despacha así a uno de los consejeros más valorados y respetados en todo el Sistema Nacional de Salud, por encima de posicionamientos políticos. Que el perfil de Boi Ruiz no sea el adecuado para seguir al frente de la sanidad es una clara muestra del conocimiento que los políticos de la CUP deben de tener del sector. Que Dios coja confesados a los catalanes si el próximo consejero de Salud es elegido con el visto bueno de este partido, porque cualquier cosa es posible. Cualquiera. Mientras tanto, Boi Ruiz debería vivir este veto no como una mancha en su trayectoria, sino como un auténtico elogio sobre su integridad, que es la virtud que le ha permitido gestionar con éxito el modelo catalán en una situación económica límite. No ofende quien quiere sino quien puede.