Las comparecencias del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y de la ministra de Sanidad, Ana Mato, en el Pleno del Congreso de los Diputados han desencadenado una reacción que muchos temían: el ébola ya se ha convertido en un arma arrojadiza más entre Gobierno y oposición. Resulta curioso que el discurso de unidad y de criterio profesional se haya esfumado tan solo un día después de que la auxiliar contagiada haya empezado a mostrar mejoría en su estado de salud. Entre las acusaciones de incompetencia y las alusiones a las herencias recibidas, ha pasado a un segundo plano el mensaje de apoyo a los profesionales sanitarios y a la paciente afectada. Una lástima que lo que parecía que empezaba a funcionar bien (la coordinación y la discreción política para que los sanitarios tomaran las riendas en la lucha contra la enfermedad) se haya difuminado tan pronto. Los votos parecen ser más valiosos.