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9 ago. 2024 12:35H
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El aire acondicionado se convierte cada verano en el mejor aliado contra las altas temperaturas y más con las sucesivas olas de calor que se están produciendo este año, pero “es fundamental mantener un equilibrio adecuado al utilizarlo, tomando las precauciones necesarias para hacer un uso seguro de la climatización y evitar sus efectos negativos en la salud, según ha afirmado el jefe del servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Córdoba, Luis Manuel Entrenas.

Entrenas ha explicado que los cambios bruscos de temperatura al pasar del calor exterior a la disminución de grados debido a la climatización en lugares cerrados son las principales causas de patologías respiratorias en verano. El exceso de frío de estos dispositivos puede tener consecuencias graves en el organismo, especialmente en pacientes con Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y otras patologías pulmonares, pero no sólo en estos pacientes, también en la población en general.

El aire acondicionado es frío y seco, por lo que puede provocar síntomas nasales, dolor de garganta, sequedad ocular y también en la piel. Los aparatos disminuyen la temperatura, pero también reducen la humedad del aire, y esto puede tener algunos riesgos para la salud como sequedad de mucosas, cambios en la voz, e incluso empeoramiento de algunas alergias, dolores de cabeza crónicos y sensación de fatiga. Las obstrucciones nasales se presentan en el 35% de las personas que viven en espacios aclimatados con aire acondicionado, frente al 9% de las que viven en zonas con ventilación natural.

Las altas temperaturas desencadenan golpes de calor, especialmente en ancianos y niños, la población con mayor riesgo, lo que hace que se incremente el uso del aire acondicionado, que puede ser un gran aliado en la temporada de más calor, pero siempre que se haga un uso correcto, sobre todo quienes tienen sensibilidad a la climatización, que es muy diferente de unos a otros, pues hay personas que no toleran bien el aire seco y frío.

Los pacientes de EPOC y otras patologías pulmonares pueden desencadenar síntomas porque el aire frío y seco puede provocar broncoespasmos y existe la posibilidad de tener una crisis de la enfermedad, ya que el exceso de aire frío puede provocar una irritación de la mucosa del árbol bronquial, lo que actúa como un factor de riesgo para el desarrollo de infecciones respiratorias y de exacerbación de crisis asmáticas y episodios de bronquitis.

Entrenas ha resaltado que el aire acondicionado puede generar alteraciones musculares como contracturas, pero su consecuencia más importante puede ser la aparición de un cuadro vaso-vagal con mareo y sudoración al pasar de altas temperaturas exteriores a bajas en los lugares climatizados a baja temperatura. Cuando se respira un aire frío y poco húmedo se pueden producir problemas respiratorios como rinitis, faringitis, amigdalitis, laringitis o bronquitis.

Consejos para un uso seguro del aire acondicionado


Según Entrenas, las principales recomendaciones para el uso del aire acondicionado son, vestir ropa ligera, evitar cambios bruscos de temperatura (cambios de 6 grados o más respecto al exterior), eludir temperaturas inferiores a los 24 grados, beber agua regularmente, respirar por la nariz para regular la temperatura y filtrar el aire, impedir dirigir el flujo de aire acondicionado directamente hacia el cuerpo (esto es muy frecuente en los viajes en coche), y evitar la recirculación de aire interior. A la hora de dormir, “hay que eludir temperaturas muy bajas y flujo de aire directo a la persona, siendo más conveniente refrigerar la habitación antes de acostarse”.

No hay que olvidar hacer un adecuado mantenimiento de la instalación, ya que la limpieza de los conductos y filtros es esencial para evitar contaminación, gérmenes y evitar así un daño no deseado. Una buena opción para mantener una buena humedad en el ambiente es usar un humidificador para combatir la deshidratación del entorno provocada por los aparatos.

El especialista ha recordado que hay que tener especial cuidado con los bebés y los niños, pues son muy sensibles a los cambios bruscos de temperatura. Las temperaturas extremas alteran el sueño e incluso les pueden provocar insomnio, por lo que hay que recordar que el sistema inmunológico de los niños todavía no está plenamente desarrollado y demasiada exposición al aire frío puede hacer que sufran síntomas catarrales.
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