El médico José Sánchez en Gaza.
Aunque pueda resultar paradójico, para
José Sánchez es más intenso el 'choque' de volver a la cotidianeidad del hogar y “reinsertarse” en una sociedad en fiestas y ajena a cualquier conflicto que el que le supone afrontar el día a día en la
Franja de Gaza, donde ejerce como coordinador de la unidad de emergencias de
Médicos Sin Fronteras (MSF). La experiencia, puntualiza, le ha permitido absorber esa realidad caótica. “Ya sé lo que me voy a encontrar”, desliza. Aunque también él se lleva un ‘pedacito’ de España cuando le toca vivir en este tipo de territorios fechas tan señaladas como las navideñas. “Intentamos pasar un momento agradable y hacer algo diferente al resto de días”, apunta este enfermero malagueño de 48 años, quien no perdona “un poquito de jamón y queso para los momentos especiales” y celebra el
Día de Reyes con la máxima naturalidad posible.
Los momentos de mayor felicidad, matiza el sanitario, suelen llegar de forma imprevisible. “El año pasado, en Reyes, abrimos la
Maternidad de un hospital en la
frontera con Sudán, dentro de Chad, para los habitantes de uno de los campos de refugiados -recuerda-. Y a las siete y media de la mañana ya teníamos a la primera mujer que llegaba para dar a luz”. Fue, afirma, “un regalo para todos que nos alegró las navidades”.
"En navidades intentamos pasar un momento agradable y hacer algo diferente al resto de días"
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Las navidades son también una ocasión para hacer ‘piña’ entre médicos, enfermeras y demás sanitarios, que tratan de pasar “un momento agradable y diferente juntos” con juegos tan corrientes como el
amigo invisible. El fin es hacer la experiencia “lo más llevadera posible lejos de la familia”, lo cual, lógicamente, no siempre es fácil en según qué circunstancias. Bien lo sabe Sánchez, que en sus casi 15 años en Médicos sin Fronteras ha pasado por lugares tan dispares como
Níger, el Congo, la República Centroafricana, Guinea-Bissau, Mozambique, Yemen y Afganistán. También estuvo presente en
Turquía tras el devastador terremoto de 2023 y en la
Ucrania sumida en la guerra con Rusia.
'Lucha' contra la falta de material médico en Gaza
Tras una estancia corta en España, Sánchez, natural de Ronda,
regresa ahora a Gaza (ya estuvo allí hace tres meses), donde Médicos sin Fronteras apoya tres centros de salud y el servicio de Maternidad y Pediatría de uno de los pocos hospitales que siguen funcionando. “Mi tarea es
coordinar las actividades médicas y asegurarme que
tenemos todos los recursos humanos y materiales necesarios”, explica. No es una labor fácil: “
Tenemos grandes problemas de aprovisionamiento -advierte-. Israel está impidiendo que los camiones con ayuda humanitaria que se encuentran a la entrada de la Franja lleguen a su destino, hay colas kilométricas y los medicamentos (como ibuprofeno, paracetamol o antibióticos) y el material entran a cuentagotas”.
Una unidad psicosocial acompaña a los médicos para hacer más fácil su adaptación al terreno
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Esa angustia, continúa, “es uno de tantos problemas que se ven a diario” y que suponen para los propios profesionales de salud un
golpe sensible “a nivel mental”. “Aunque tengo que confesar que cada vez me cuesta un poco menos, porque voy conociendo el contexto, al equipo, y ya sé lo que me voy a encontrar”, apunta. Una
unidad psicosocial les acompaña también para hacer más llevadera esa readaptación al terreno.
Según Sánchez, es un choque grande volver de un país en conflicto 'donde la gente no sabe si llegará a mañana'.
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"Pero es mucho mayor el choque de volver de un país en conflicto, donde la gente no sabe si llegará a mañana, y entrar en el mes de diciembre en España, con sus puentes, sus comidas de Navidad, sus regalos, sus vacaciones... Es un golpe grande", confiesa.
"La gratificación de este trabajo es difícil de explicar"
Sánchez atesora también “momentos gratificantes” de estos cerca de 15 años en Médicos sin Fronteras, aunque todos ellos empañados por la cruenta realidad de quienes habitan en países en guerra. Una de esas vivencias la experimentó durante sus primeras misiones en Níger, donde realizó en una intervención de malnutrición para ayudar a paliar una época de hambruna a la que se sumó un brote de malaria. La mortalidad en los hospitales era muy elevada (“cada noche perdíamos a más de diez niños en un hospital de 150 camas y a la mañana siguiente había otros diez ocupándolas”, explica), pero los esfuerzos de los equipos sanitarios lograron “que fuesen muchos más los que se salvaban”.
“Ese esfuerzo de intentar mejorar, de que los niños llegaran al hospital antes para que tuviéramos tiempo de recuperarles y de ver que si no fuera por Médicos Sin Fronteras la mortalidad hubiera sido muchísimo más alta… la gratificación que tiene este tipo de trabajo es muchas veces difícil de explicar, aunque se trabaje desde que sale el sol hasta que se va”, relata.
Limitaciones a su labor “seguirá habiendo muchas”, continúa Sánchez, quien anhela “más recursos y permisos de los gobiernos” para poder desarrollar sus actividades en algunas zonas. “Pero, si no fuera por MSF y otras organizaciones internacionales que hay en la Franja, habría muchos hospitales que no podrían funcionar”, concluye.
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