Un panel de expertos avisa de que la enfermedad es candidata a unirse como amenaza para la salud mundial

La fiebre amarilla coge el relevo del zika y el ébola como amenaza global
La directora de la OMS, Margaret Chan.


25 jun. 2016 12:00H
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En los últimos dos años, el mundo se ha enfrentado a dos alertas de alcance mundial. Primero fue el ébola que, por primera vez, salió de África, aunque logró ser contenido; desde hace unos meses, es el virus zika. Con todo el mundo mirando hacia América Latina ante el auge de esa enfermedad, un panel de la universidad de Georgetown avisa de que la fiebre amarilla se postula ser el próximo virus que salte de su zona endémica y se convierta en global.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la pasada semana que lanzará campañas de vacunación de emergencia contra la fiebre amarilla en Angola y República Democrática del Congo (RDC), después de que la enfermedad haya matado a unas 330 personas y que ambos países hayan alertado de que se está quedando sin vacunas. A pesar de que el Gobierno congoleño ha prometido dar dosis a los numerosos ciudadanos que acuden a los centros médicos, las autoridades reconocen que no saben si podrán hacer frente al coste que implica comprar más vacunas. Los expertos llaman a la OMS a no cometer los mismos errores que con las dos anteriores epidemias.

La fiebre amarilla, cuyo vector, al igual que el zika, es el mosquito aedes aegypti, afecta normalmente a los simios y los brotes en humanos se concentran en zonas rurales. Sin embargo, el año pasado la infección dio el salto a Luanda, la capital de Angola, con más de seis millones de habitantes. Después de eso, la enfermedad se ha extendido por la frontera entre Angola y la RDC, afectando a las provincias de Kinsasha, Bajo Congo y Kwango. El programa Pro-Med, de la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas ha reportado además casos en Kenia, Mauritania y China.

Este último, es “el primer caso de muerte por fiebre amarilla detectado en Asia en toda la historia”. Luanda, la tercera ciudad del mundo lusófono –tras Río de Janeiro y São Paulo– está experimentando en los últimos años un boom urbanístico, animado sobre todo por empresarios chinos que viajan con frecuencia a esta ciudad africana.

Falta de vacunas

Al mismo tiempo, el panel de expertos de la Universidad de Georgetown ha puesto de relieve el hecho de que en Angola se han cometido errores que ya se produjeron al comienzo de la epidemia de ébola en Sierra Leona. Especialmente la falta de información y vacunas. En una tribuna en la publicación JAMA (la revista de la Sociedad Americana de Medicina), dos miembros de este grupo, Daniel Lucey y Lawrence O. Gosti, recuerdan que la vacuna contra la fiebre amarilla -con una efectividad del 90 por ciento- está disponible desde hace años.

La situación de Angola, donde ya se han producido 2.000 casos y 325 fallecimientos está derivada de la escasez de estas vacunas. Lo mismo sucede en la RDC, con cinco miertos. Un reciente artículo de The New York Times apunta directamente la lentitud de la OMS, concentrada en los casos de zika en Brasil o Puerto Rico, e incapaz luchar simultáneamente contra dos epidemias provocadas por el mismo mosquito.

El pasado mes de abril la directora de la OMS, Margaret Chan, viajó a Luanda. Tras la visita comenzó por fin el programa de vacunación contra la fiebre amarilla en Angola. Tras seis millones de dosis, el brote comenzó a contenerse en ese país, pero empezó a extenderse sin control por la RDC, además de haber hecho su preocupante acto de presencia en el país más poblado del mundo. La OMS ha ido siempre un paso por detrás. En estos momentos, las reservas mundiales de vacunas para la fiebre amarilla son de unos seis millones de dosis, pero pueden no ser suficientes si se siguen produciendo brotes simultáneos de la fiebre.

Para Lucey y Gosti, evitar que la fiebre amarilla sea la próxima epidemia global pasa porque la OMS tome una acción decidida y convoque un comité de emergencia como paso previo a declarar la alerta global. “El comité del ébola determinó que aquella fue una tragedia evitable. Esta puede ser la última oportunidad para que la organización se dote de una respuesta efectiva ante las emergencias; si no, la próxima pandemia conllevará de nuevo miles de muertes igualmente previsibles”, concluyen.





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