Luis Pérez Llano.
El extinto Instituto Nacional de la Salud (
Insalud) definió biomarcador como “una característica que es objetivamente medida y evaluada como un indicador de procesos biológicos normales, procesos patogénicos o respuesta farmacológica a una intervención terapéutica”. Los biomarcadores, por tanto, pueden ser células, citoquinas o cualquier molécula, como el óxido nítrico exhalado, que revelan la
situación biológica de una enfermedad y abren la puerta a la aplicación de la
medicina personalizada en el
asma grave, ya que permiten tomar las mejores decisiones terapéuticas para cada paciente, como la elección del
tratamiento biológico óptimo en cada caso.
Sin embargo, los neumólogos necesitan un
mejor conocimiento de su aplicabilidad y validación y en ocasiones
más medios para poder aplicarlos en la clínica, como en el caso del estudio del esputo inducido, según se ha puesto de manifiesto en el
Curso de Formación Continuada en Neumología dirigido a residentes y neumólogos, en el marco del
51º Congreso de Separ (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica), que se celebrado recientemente.
Asma grave y marcadores biológicos
El
asma grave se define como aquella que requiere de
tratamiento con dosis altas de corticoides inhalados (CI) y un
segundo fármaco (y/o corticoides sistémicos) para prevenir su falta de control o como asma que no puede ser controlada a pesar de este tratamiento.
El asma grave se define como aquella que requiere tratamiento con dosis altas de corticoides inhalados y un segundo fármaco
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“Sin embargo, cada vez está más reconocido que el asma grave no es una única enfermedad, como demuestra la gran variedad de presentaciones clínicas, características fisiopatológicas y resultados terapéuticos”, explica
José Gregorio Soto, neumólogo, director de la UGC de Neumología y Asma de Jerez de la Frontera (Cádiz), miembro de Separ y uno de los coordinadores del citado curso precongreso.
En los últimos años han proliferado los “marcadores biológicos o biomarcadores, que están adquiriendo un desarrollo progresivo, tanto en número como en fiabilidad, por la aplicación clínica de las técnicas moleculares en la investigación del asma. Estos biomarcadores pueden ser de
gran utilidad para establecer
el diagnóstico, el pronóstico o para valorar la respuesta diferencial al tratamiento asmático y están sentando las bases de la medicina personalizada, que permite adaptar el tratamiento a cada paciente con asma en particular, lo que condiciona la
toma de decisiones clínicas”, expone Soto.
Obtención de los biomarcadores
Los biomarcadores actuales se obtienen de elementos implicados en la
inflamación crónica característica del
asma (células o moléculas), y representan la situación en la que se encuentra la biología de esta enfermedad.
La presencia de estos indica el
grado de inflamación que hay en los
bronquios de la persona asmática. Estos biomarcadores se pueden obtener en
sangre, en la orina o en el esputo, aunque lo idóneo es que procedan de la
vía aérea, pues, para conocer la situación biológica de la enfermedad, resulta
más fiable que el biomarcador se halle en la misma vía aérea afectada.
La mayoría de los biomarcadores que existen en el asma reflejan la inflamación que se desarrolla en la vía aérea de estos pacientes, pero la inflamación
no es el único componente patológico de la enfermedad. La remodelación de la vía aérea desempeña un
papel importante en la patogenia del asma y, así, los biomarcadores diseñados para indicar cambios estructurales, tales como el daño epitelial, la hiperplasia de la mucosa, la proliferación de los miofibroblastos o el crecimiento del músculo liso que existe en el asma, también podrían resultar útiles para
definir un fenotipo específico de la enfermedad.
Sin embargo, “en ocasiones, estos biomarcadores no están accesibles y hay que utilizar técnicas invasivas como broncoscopia o el
esputo inducido que precisa un procedimiento no exento de dificultad técnica, por lo que, en estos casos, a veces el neumólogo debe conformarse con los biomarcadores que se obtienen a partir de un análisis de sangre, aunque no sean perfectos”, comenta
Luis Pérez Llano, neumólogo, jefe de Neumología del Hospital Universitario Lucus Augusti de Lugo, y miembro de Separ, y profesor de este curso.
Tipos de inflamación en el asma
Gracias a estos biomarcadores se pueden identificar los distintos subgrupos de pacientes con asma grave que requieren de diferentes tratamientos biológicos. Al respecto, Soto afirma que “con la llegada de
nuevos tratamientos biológicos va a ser cada vez más necesario identificar los subgrupos de pacientes que pueden beneficiarse clínicamente de cada uno de estos tratamientos y, para ello, es de gran utilidad disponer de
biomarcadores diagnósticos y
de respuesta al tratamiento”.
Entre estos subgrupos figuran los
pacientes con T2 alta, asociada con atopia y/o inflamación eosinofilica de las vías aéreas (o mayor presencia de unas células llamadas eosinófilos) y los
pacientes con la T-2 baja.
"Los neumólogos deben esforzarse en incluir estos nuevos marcadores biológicos en la práctica clínica"
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La inflamación clásica del asma es una respuesta inmunitaria mediada por un tipo de anticuerpo, la
inmunoglobulina específica (IgE), en la que intervienen células como los mastocitos y eosinófilos. Uno de los tipos de reacción inflamatoria que se observan en el asma es la “T2 alta”, llamada así porque implica a los linfocitos Th2, que son las células que orquestan la inflamación, la dirigen y son responsables de que haya una
alta expresión de otras células (como los eosinófilos) y de los mediadores que liberan. En cambio, cuando no es así, y hay otras células y mediadores implicados en la reacción asmática, estos subgrupos se denominan de T2 baja.
“Aunque disponemos de diversos biomarcadores consolidados para el asma grave con T2 alta, existe una
clara necesidad de biomarcadores de la enfermedad grave con T2 baja. En la práctica clínica actual, el enfoque más lógico para identificar el asma con T2 baja es tener en cuenta la
ausencia de marcadores del
asma atópica y/o eosinofílica. Un paso necesario para poder identificar futuros biomarcadores es conocer los mecanismos patogénicos subyacentes del endotipo T2 baja”, destaca Soto.
Cabe señalar que “la inflamación T2 baja supone una
menor respuesta al tratamiento y genera
más resistencia. Los casos de T2 alta se suelen controlar bien con el tratamiento con corticoides inhalados, porque las células y mediadores de la inflamación T2 alta son
sensibles a los corticoides. Aun así hay un porcentaje de pacientes con T2 alta que presentan resistencia a estos fármacos y necesitan ser tratados con anticuerpos monoclonales complejos”, precisa Pérez Llano.
Doble mensaje
De cara a la población general, “la proliferación de los biomarcadores en los últimos años nos ha acercado más al
conocimiento de la biología del asma y a
personalizar mejor los tratamientos para que sean los mejores en cada caso para así lograr un
buen efecto en el control del asma”, según el balance que hace Pérez Llano.
Y, respecto a la comunidad neumológica, “los neumólogos deben esforzarse en incluir estos nuevos marcadores biológicos en la
práctica clínica, para que ésta sea
más precisa y
poder conocer qué ocurre en la vía aérea”.
Sin embargo, hoy “no tienen suficientes medios para hacerlo, se salen del ámbito clínico habitual, y suponen obtener una
muestra de esputo o biopsia bronquial para, mediante
microscopía, realizar un
recuento de las células. Pero los
neumólogos tienen que aprender esta técnica, que
no está d
esarrollada en muchos centros.
Actualmente, los profesionales que podrían encargarse de estos análisis, tales como los hematólogos o patólogos, se encuentran sobrecargados”, informa Pérez Llano.
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