El diagnóstico temprano del
ictus en bebés sigue siendo un desafío significativo para los profesionales de la salud debido a la naturaleza sutil de los síntomas en los recién nacidos.
Aunque esta
condición es rara, su impacto potencial en la
salud neurológica a largo plazo de los bebés hace esencial mejorar la detección temprana. "La confusión de los síntomas es frecuente porque los signos del ictus neonatal son
inespecíficos y pueden parecerse a otras afecciones más frecuentes en recién nacidos, como infecciones del sistema nervioso central, sufrimiento fetal, hipoglucemia o trastornos metabólicos", explica
Patricia Guillem, catedrática de
Epidemiología de la Universidad Europea de Valencia.
Uno de los principales obstáculos para el diagnóstico de ictus en neonatos es la falta de signos neurológicos focales claros, como la hemiparesia, que en adultos son típicos de un ictus. En su lugar, los síntomas en los bebés pueden incluir
convulsiones focales, disminución del tono muscular o dificultad para alimentarse, que pueden ser confundidos con otros trastornos. "Estos síntomas inespecíficos dificultan una rápida identificación del ictus, lo que retrasa el tratamiento y aumenta el
riesgo de secuelas a largo plazo", añade la experta.
El
diagnóstico diferencial es complicado, ya que se deben considerar otras condiciones como encefalopatías, parálisis cerebral o convulsiones neonatales, lo que puede llevar a un retraso en el diagnóstico y tratamiento del ictus. Las pruebas de neuroimagen, como la resonancia magnética con difusión, y el electroencefalograma, son fundamentales para una detección precisa. Sin embargo, la disponibilidad de estas pruebas y la estabilidad del paciente a menudo influyen en la rapidez con que se puedan realizar.
Además, Guillem subraya que la formación especializada en ictus infantil es esencial para mejorar la tasa de diagnóstico temprano, "
es clave que los neonatólogos y pediatras consideren el ictus como un diagnóstico diferencial en bebés con estos signos, especialmente si hay factores de riesgo como la prematuridad, trastornos de coagulación o antecedentes de complicaciones perinatales". La implementación de programas de formación continua y talleres clínicos sobre ictus neonatal en hospitales podría mejorar la capacidad de los profesionales para detectar estos casos de forma más eficaz.
En España, la
incidencia de ictus en bebés es baja, “pero sus consecuencias pueden ser graves”. “En la
Comunidad de Madrid, se registran aproximadamente
29 casos anuales de ictus pediátrico, con un diagnóstico de ictus isquémico arterial perinatal en uno de cada 1.869 recién nacidos, según estudios realizados en hospitales españoles”, explica la catedrática de la
Universidad Europea. Aunque los casos son poco frecuentes, la importancia de un diagnóstico temprano es fundamental para prevenir secuelas a largo plazo.
Por ello, Guillem destaca la necesidad de una
mayor sensibilización y educación sobre esta condición. "A pesar de la baja incidencia, es crucial que los profesionales de salud estén capacitados para detectar el ictus infantil de manera temprana y proporcionar el tratamiento adecuado", afirma.
El
trabajo multidisciplinar, que involucra a neonatólogos, neurólogos pediátricos, radiólogos y otros especialistas, es crucial para mejorar los resultados en el diagnóstico y tratamiento de ictus infantil. A medida que la formación y los conocimientos sobre este tipo de ictus aumenten, se podrán reducir significativamente las secuelas y mejorar la calidad de vida de los bebés afectados.
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