Confieso que no es nada grato para mí la situación actual a la que hemos llegado con la Prescripción Enfermera. Mi verdadera motivación ha sido lograr que a una realidad social, se ajuste una realidad jurídica y por supuesto, que esto redundara en una mejora de la atención a la salud de la población, que es el objetivo final siempre de cualquier acción que promovemos como sindicato sanitario.
Lejos de lo que muchos puedan pensar, llevo seis años persiguiendo la prescripción enfermera, no porque quiera demostrar que presido un sindicato activo y necesario para la profesión y garantizar mi afiliación; el Satse puede presumir no solo de haber mantenido su número de afiliados a lo largo de todos estos años de crisis, sino de haber aumentado estas cifras, muy a pesar de que la afiliación es una opción voluntaria de los enfermeros y no un requisito obligatorio para el ejercicio profesional.
Confieso también que las declaraciones de la élite médica que está absolutamente politizada y desprofesionalizada constituyen verdaderos ataques a nuestro ego profesional como enfermeros, pero abrir una guerra contra una cúpula anclada en el pasado y apegada al poder, tampoco ha sido ni mucho menos lo que me ha movido estos seis años.
Los profesionales de la medicina son compañeros de trabajo indiscutibles en los equipos de salud multidisciplinares, pero no son los protagonistas; ese es el papel del paciente. Y según el problema de salud de la persona, tampoco tiene por qué el médico liderar siempre el abordaje del proceso del paciente; el papel del líder en la resolución de un problema de salud no está dado en exclusividad y hay más candidatos en el equipo.
Insisto en que mi verdadera motivación ha sido lograr que a una realidad social, se ajuste una realidad jurídica; que la realidad que impera para el buen funcionamiento de todo el sistema de salud, ya sea en hospitales, centros de salud, atención domiciliaria o residencias, se regule legalmente. Que la realidad laboral y profesional de las enfermeras, tenga un reflejo en la legislación vigente y ampare su buen desempeño.
Así, lo que siempre he pretendido no era cambiar el día a día de los centros ni la metodología de trabajo de los profesionales que integran los equipos de salud, sino dar una cobertura legal a muchas intervenciones enfermeras “expuestas a riesgos”: proteger esas intervenciones vulnerables que se generan relacionadas con la indicación y uso de medicamentos y productos sanitarios.
Es igualmente cierto que movido bajo esta convicción, he firmado pactos y acuerdos con quien nadie lo esperaba, como la organización colegial o el gobierno de Mariano Rajoy. Pero sólo desde los pactos se va cediendo y a la vez consolidando, porque los acuerdos, son siempre la clave de todos los progresos sociales porque afianzan la unidad; sin una profesión unida el avance nunca será posible.
Así que no entremos al juego del divide y vencerás; no mordamos ese anzuelo los profesionales enfermeros ni las organizaciones que nos representan y sobre todo, no confundamos a la población para la que los cuidados de enfermería son un servicio fundamental.
Avancemos desde el consenso, desde la unidad, desde la transparencia y desde la lealtad a la profesión y sobre todo a la población. Porque la prescripción enfermera aprobada por el gobierno perjudica a los profesionales de enfermería, pero sobre todo, perjudica a los usuarios de la sanidad.