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6 jul. 2019 13:00H
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Soy médico de vocación, vivo la atención al enfermo desde el amor y disfruto enormemente mi trabajo, pese a turnos que muy pocos podrían soportar. Trabajo desde hace 8 años en Urgencias de una clínica en Pamplona, y pocas veces he expresado así la frustración que se puede sentir durante la práctica.

Ejercemos el arte y ciencia de la Medicina, o al menos eso intentamos. En ocasiones pareciera que estamos únicamente para caprichos de algunos pacientes (impacientes en muchos casos) que no entienden lo que realmente representa este trabajo.

Excesiva es la cantidad de casos que acuden de poca o ninguna urgencia, siendo además una realidad que aumenta desde hace años.

Excesiva es la cantidad de casos que acuden de poca o ninguna urgencia, siendo una realidad que aumenta



Comprobamos que se carece de la intención para intentar resolver en el hogar problemas cotidianos, fácilmente solucionables. Ni siquiera para limpiar decentemente una herida o rasguño, o poner hielo en un tobillo torcido. Falta madurez para discernir y afrontar dificultades. Dar importancia a lo verdaderamente importante. Parece que vamos involucionando gracias a la facilidad e inmediatez con la que conseguimos "todo" hoy en día.

Y la mentalidad de vida, tiene total relación con lo que se ha convertido la urgencia, y lo que debería ser: servicio para atender la vida que está claramente comprometida.

Se podrían mencionar cientos de síntomas o signos de urgencia como una dificultad respiratoria en un cardiópata, la deformidad de una muñeca tras una caída, un malestar general con fiebre constante de más de 38ºC (algunos creen que 36,9ºC ya es fiebre), una incapacidad motora o sensitiva súbita, alteración de la consciencia, un corte profundo, un accidente de tráfico grave, un niño con quemaduras, una precipitación desde gran altura.

Pero hay cosas que definitivamente no lo son. Y a menudo, con más sentido común, un estado crítico es fácilmente discernible, prácticamente por cualquier persona.

Motivos alegados habitualmente que no son urgencias


No es motivo un dolor de tobillo tras salir a correr, sin presentar golpe ni torsión. Tampoco lo es, una diarrea de un día en un joven saludable o un dolor de cabeza en el que no se ha tomado ni un paracetamol. Y por su puesto, es algo indignante ir a una urgencia domiciliaria y que el médico tenga que esperar en casa del paciente que ha llamado, porque éste, "¡¡¡se ha ido hacer recados!!!" .

Y es que lamentablemente dicho servicio no se usa correctamente, más bien se abusa.

No es motivo un dolor de tobillo tras salir a correr, ni una diarrea de un día en un joven saludable o un dolor de cabeza sin tomar ni un paracetamol



Suele ser común: múltiples atenciones de una persona, en un periodo ridículamente corto; pacientes reincidentes con patologías banales ("Banal: que es trivial, de poco interés o trascendencia"), personas desesperadas porque tardamos mucho en valorar sus mocos de 2 semanas, ampollas en los pies tras una caminata. No sé si realmente llamar a estos episodio "patologías" o simplemente "acontecimientos normales de una persona que vive la vida".

Compartiré algo ocurrido en una de mis noches de guardia (de 24 horas) y que me ha motivado a escribir todo esto. Hacia las 4:00 horas escuchamos que un coche aparcaba en espacio exclusivo de ambulancias. Nos acercarnos para valoración inicial por si las condiciones requerían traslado e inmediatez. Era un adulto joven, de apariencia saludable, sin antecedentes relevantes. Entró sólo y por su propio pie, saludando tranquilamente. En seguida, nos dimos cuenta de dos cosas: él era el enfermo y no parecía urgente. Volví a la consulta para llamarle en cuanto estuviera visible en el programa. No fue mucha la sorpresa cuando la enfermera (una excelente compañera) me decía: "Dolor de garganta".

"¿En serio?" pensé, "pero no te precipites… porque puede ser un absceso periamigdalino, por ejemplo". No ha esperado más de 3 minutos, le pido que se siente y me cuente qué le ocurre. Se confirma mi sospecha inicial: dolor de garganta de no más de 4 horas de evolución, sin tos, sin fiebre y sin cefalea, sin otalgia, sin mareos ni náuseas, tampoco tenía inestabilidad, ni ojos rojos y mucho menos dificultad para respirar. No hay placas en garganta, ni si quiera inflamación, no adenopatías. Simplemente era eso, un dolor de garganta que le despertó de su sueño.

Hago la exploración completa buscando justificación para dicho auxilio en plena madrugada, pero … ¡es que no la había!

Entonces no pude contenerme y le dije que éste, no era motivo para acudir al servicio de urgencias, y me responde con una serie de excusas que pueden explicar, pero no justificar su conducta: “Es que por la mañana no puedo venir, además tengo que salir dos días por trabajo y donde voy (dentro de España) no hay la atención oportuna”. Que en su trabajo no le permitían salir para ser atendido, (obviamente si eso ocurría, era porque no era una patología de urgencia justificable).

Urgencias "no es el comodín" ni el "por si acaso"


Le expliqué que Urgencias no es el comodín de flexibilidad horaria, tampoco por el "por si acaso" (típico de los que viajan) y mucho menos para una patología tan poco relevante. Él insistió: -"Es que no me entiende doctor, no está en mi situación".

"Doctor, espero que esto no salga de aquí, tengo mis razones para venir a esta hora y es algo muy personal"



Claro… es que los médicos no trabajamos... ni nos ponemos enfermos… ¿¡Cuántas veces habré seguido trabajando semanas pese a encontrarme en un pésimo estado de salud..?!! Con mascarilla y calmantes sin cogerme la baja, cambiando turnos si se podía. Muchos compañeros entienden lo que es eso… Hay voluntad por sacar el trabajo adelante, por recuperarse sin regodeos. Además, ¡si tú te coges la baja, sobrecargas al compañero de trabajo, porque es tan complicado que te sustituyan! No me sorprendió que tuviera al menos 20 atenciones similares en 2 años.

De pronto me dice: -"¿Puede darme antibiótico por si acaso?". ¿¡En serio!? -"No, no puedo, ni debo recetarte antibiótico, si empeoras considerablemente tiene que valorarte nuevamente un médico”. Obviamente no le gustó mi respuesta.

"Doctor, tengo mis razones"


Terminaba su informe cuando se me vino a la mente esas publicaciones en las redes, que inician con un: “las urgencias colapsadas en los hospitales” etc. Y casi a la vez me dijo: - "Doctor, espero que esto no salga de aquí, tengo mis razones para venir a esta hora y es algo muy personal”. Fue debido a este último comentario que decidí compartir esta visceral, real y sobre todo sincera carta, a modo de protesta y concienciación de quien la lea.

Porque los datos, son de carácter personal y totalmente privados, ¿¡cómo no?! Pero cuando se usa un servicio público o privado pero no exclusivo unipersonal, si hay falta de responsabilidad en distintos aspectos… afecta a otras personas. Tanto a pacientes como a profesionales.

Con la importancia que tiene la salud, nos falta reflexión y humildad para comprender y valorar la trascendencia de cada actuación, lo que realmente requiere una atención urgente a todos los niveles. Solo nos damos cuenta de lo que tenemos cuando alguna pieza del engranaje falla. Sólo hay que viajar… por las tres cuartas partes del mundo para darse cuenta.

Y con todo lo dicho remarco: "¡Pero qué indigna es la urgencia hoy en día!".