Atendiendo a los sucesos que han ocurrido –o que no han ocurrido– en Cataluña estas últimas semanas, uno tiene la impresión de que, o no entiende nada, o simplemente hay personas, por ejemplo los políticos, que viven en una realidad paralela a los demás.
En Matrix, la famosísima película de culto del año 1999, los actores circulaban por un mundo paralelo al de los demás en el que se decidía el presente y el futuro de la humanidad.
Así, sin ánimo de intentar posicionarme políticamente y aludiendo únicamente a la realidad de los hechos, de los que he tratado de informarme con objetividad, de lo que ha ocurrido últimamente en nuestro país no alcanzo a poder discernir qué es lo que realmente está pasando. Por ejemplo, políticamente de un lado se parte de cosas como la supuesta validez y garantías de un referéndum, cuando no han podido circular más videos de las mismas personas votando múltiples veces en diferentes mesas electorales, y por la otra directamente se niega la existencia de ninguna votación cuando fueron evidentes las colas de cientos de personas para hacerlo. Se habla de unas cargas policiales de una “brutalidad extrema” cuando los hechos objetivos son que había más de dos millones de personas votando y sólo una de todas ellas acabo hospitalizada. Y ya no hablamos de lo que significa o como se interpreta el declarar la independencia, para 6 segundos después suspenderla lo que genera un automático requerimiento del gobierno para que se ratifique en saber si se proclamó o no. Reconozco que me encuentro absolutamente superado por todos los acontecimientos y en este mundo de realidades paralelas no soy capaz de diferenciar que es verdad o no lo es. Como decía Laurence Fishburne, que hacía las veces de maestro de Keanu Reeves para introducirle en ese mundo paralelo de Matrix; “¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro”.
En general la política siempre va de la mano de la posverdad. Es decir aquella interpretación de la realidad que se basa más en sentimientos, emociones o afinidades que en la interpretación de los hechos objetivos y en este arte de la posverdad, la política sanitaria, encuentra su máximo exponente y llega a su extremo si nos referimos a la existencia del sector sanitario privado y la colaboración público-privada. Ahí van algunos ejemplos de los más clásicos.
Para empezar se da por bueno, por parte de cualquier autoridad política, la suficiencia del sistema sanitario público para la atención de la demanda de la población, sin tener en ninguna consideración al sector privado, cuando la realidad objetiva es que los datos demuestran que aproximadamente el 30 por ciento de la actividad sanitaria de nuestro sistema de salud se realiza fuera de él. Es decir, es como si el sector privado, no existiera directamente y por tanto no se le tiene en cuenta ni a efectos organizativos, de prevención, de salud pública, ni por supuesto, de planificación sanitaria.
A colación, en relación con el papel que tiene el sector privado, se habla desde el principio de nuestra democracia del papel complementario que tiene en relación con el sector público. No puede haber una afirmación más clara que exponga el papel que se querría que tuviera en contraposición con la realidad que representa. Porque la complementariedad, como su propio nombre indica, hablando del sistema sanitario, debería de estar reducido a las prestaciones no cubiertas por el sistema público. Lo cierto, sin embargo, es que el carácter del sistema sanitario privado es que es suplementario al sistema público porque su actividad mayoritaria se basa en los 8 millones de ciudadanos que tienen a través de los seguros de salud una cobertura suplementaria al sistema sanitario público. Y en el caso de las mutualidades administrativas el papel es directamente alternativo. Y por supuesto que también es complementario, pero aunque fuera el deseo de muchos que se quedara en eso, la realidad “no política” es que esa es su menor característica. Y la diferencia no es baladí porque la complementariedad pasa por dar cobertura a prestaciones innecesarios, pero la suplementariedad supone y reconoce el ahorro en costes y recursos de actividades básicas.
Los ejemplos son innumerables pero quizás uno de los ejemplos más preclaros de la posverdad en el ámbito sanitario es aquella que cuestiona la posibilidad de que el sistema sanitario público sea más eficiente que el privado. Además de existir multitud de informes de todo tipo y desde multitud de ámbitos, que demuestran que los modelos de gestión privada son bastante más eficientes que el sistema de gestión pública tradicional, en este caso el ejemplo va contra la misma naturaleza del sistema público que nunca nació con la intención de ser eficiente si no de ser, simplemente, eficaz. Para empezar porque no mide lo que gasta y por tanto no sería comparable desde este punto de vista, pero lo más importante y la gran diferencia con el sector privado es que no compite con nadie. No tiene que competir con ningún operador y ahí están las pruebas fehacientes de actividad y resultados que tienen los modelos de gestión privada de la sanidad pública, dirigidos por estructuras nacidas para competir por atraer pacientes, frente a los modelos de gestión pública tradicional.
La sanidad es el derecho social más apreciado por toda la población. Y en ese aprecio los representantes políticos dibujan una realidad que nada tiene que ver con la verdad porque un deterioro de “la joya de la corona” – nuestro sistema sanitario público – supone un precio político que nadie quiere asumir.
Mientras tanto el sector privado sigue creciendo en cantidad y calidad y cada vez se le aísla más produciendo con ello el desaprovechamiento de los recursos que podría aportar a la población en general.
Varias instituciones en representación del sector privado y la iniciativa privada en Sanidad (ASPE, IDIS, Fenin, OMC, etc.), auspiciadas por la CEOE, acaban de firmar un importante documento que pretende erigirse como un Pacto en Defensa de la Sanidad Privada en España, que desgraciadamente, me temo, será ninguneado por las autoridades políticas y no entrara a formar parte de su realidad. Siempre nos quedara aquella otra frase del instructor de Matrix que decía: “No pienses que lo eres. Sabes que lo eres”.