Decía René Descartes que “es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez”. Yo me siento engañado y no solo una vez. Me siento engañado una y otra vez por unos políticos que mienten, “cambian de opinión” como una veleta cambia según por donde sopla el aire, son incapaces de decir una verdad, no mantienen su palabra y no son de fiar. Y lo digo abiertamente, no sintiendo ningún rubor, defendiendo que es posible una política seria y unos políticos fiables, aunque por mucho que miro no los encuentro.
No soy afiliado a ningún partido ni lo he sido nunca, no soy votante fiel, no tengo unos “míos” a quienes defender a capa y espada. Ya tengo unos cuantos años, estoy jubilado, tengo muchas elecciones a mis espaldas y he votado a los unos y los otros, nunca a los extremos. En todo caso lo hice con mayor o menor convicción, por desgracia la mayor parte de las veces por descarte o a quien creía el menos malo.
He votado en clave ideológica, lo he hecho también por interés personal, en clave sanidad o económica, por ilusión de un cambio posible, por castigo, en fin, como se puede apreciar, por motivos varios y nunca por “ideología enroscada como una boina”.
Siempre he tenido la sensación de haber sido engañado, de que lo que iba en el programa electoral que votaba no se cumplía e incluso se hacía lo contrario de lo prometido. Ingenuo de mi que aún pienso que es posible una política limpia, unos políticos honestos, que antes que incumplir un programa se debería dimitir. Todo antes que el engaño.
Nos han engañado en economía, en sanidad, en educación, política social, justicia, en mayor o menor medida han incumplido sistemáticamente sus promesas, todos, sin excepción. Estamos acostumbrados a ello, lo vemos como normal, los votantes no lo hacen pagar, lo perdonan, lo tienen asumido. No me excluyo de esto que digo, yo también lo hago.
Pero en estos momentos, los tiempos políticos que vivimos, la situación que atravesamos, la falta de coherencia, la falta de vergüenza, cómo en apenas dos meses se cambia de opinión de forma radical, cómo lo que ayer eran delitos graves que se debían juzgar y por lo que había que pagar, ahora son minucias, son un “conflicto” político y se dice que mejor olvidarlo, que la impunidad es posible si de políticos que tienen votos necesarios se trata, yo lo siento, pero alzo la voz. Se que habrá quien me lo reproche, me llame las lindezas habituales y me descalifique, pero me sublevo ante la injusticia, el engaño y esta política sucia que ni quiero ni puedo compartir.
Cuando entre lo votado y lo que se plantea realmente hay un giro de 180 grados, lo mínimo que se puede exigir es que se diga, convocar nuevamente elecciones y votar en consecuencia. Eso legitima a quien lo plantea y por supuesto legitima un cambio radical de rumbo. Lo demás es mala política, consumar el engaño y poner en evidencia la credibilidad de los políticos.
Cada cual que entienda lo que digo, de quien hablo, a lo que me refiero. Esto no va de siglas, no va solo de unos, muchos se deben sentir retratados. Solo terminar diciendo que los más fieles a sus ideas, los que no cambian nunca, los que ganan, sin que eso signifique que los aprecio más, solo faltaría, son los partidos minoritarios que hacen valer su peso en oro a quienes no se ponen jamás de acuerdo para hacer una gran coalición que haga posible un acuerdo de consenso que solucione los graves y crónicos problemas de este País. No he mencionado a nadie por su nombre, pero creo que se entiende todo. A mi no me engañan más.