Parafraseando a
Martin Luther King soñamos con una
Atención Primaria y Comunitaria (APyC) en el sistema sanitario público que sea capaz de contribuir a garantizar efectivamente los derechos constitucionales vigentes desde hace casi medio siglo.
Un sueño que, más que un conjunto de lamentos y una crítica de las limitaciones y las deficiencias en la aplicación del
derecho a la protección de la salud, personal y colectiva, forme parte de un relato constructivo, tal vez algo distópico, pero por lo menos estimulante.
Una APyC que conforme uno de los pilares fundamentales de la protección de una
salud comunitaria auténtica, efectiva, equitativa y lo más segura posible. Desde la sanidad, pero no solo, también desde el conjunto de la sociedad que, con sus activos de salud – asociaciones, bibliotecas, gimnasios, escuelas, equipamientos sociales, etc.-- es indispensable para satisfacer ese objetivo.
Una base social en la que la APyC, y con ella el conjunto de los equipamientos sanitarios no hospitalarios puedan jugar un papel efectivo y simultáneo de soporte central y gozne del conjunto del
sistema sanitario y ser así capaz de coordinar y armonizar la gran cantidad de recursos que la sanidad dispone y que, lamentablemente, no se usan del modo más efectivo, eficiente y equitativo posible, Sin olvidar los efectos adversos derivados de su utilización indebida.
Para conseguirlo la APyC debería poder coordinar, al menos, el conjunto de equipamientos asistenciales de la comunidad, incluidas las
oficinas de farmacia y otros
servicios ambulatorios, así como los servicios de salud pública del territorio y de las administraciones implicadas. Y, en ausencia de un liderazgo propio de la comunidad misma, orientar colectivamente a la población. Sin centrarse exclusivamente en la perspectiva asistencial que le es más propia y ubicándose al servicio de un planteamiento más genuino de la
salud comunitaria.
"La atención especializada debería jugar un papel de apoyo y soporte de la APyC y no ser, como ahora, el componente más ejecutivo del sistema"
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Pero desde luego sin relegar un ápice de su
responsabilidad asistencial clínica que, en cualquier caso, es una señal de identidad irrenunciable.
En este contexto la atención especializada debería jugar un papel de apoyo y soporte de la APyC y no ser, como ahora, el componente más ejecutivo del sistema. Los especialistas deberían actuar en la práctica cotidiana como consultores de los
equipos de APyC y, en su caso, llevar a cabo las intervenciones correspondientes sobre los pacientes, de las que la APyC debería tener conocimiento puntual y oportuno así como la capacidad para consensuarlas previamente.
Claro que todo ello suena a fantasía, pero de otro modo ni la APyC y lo que es peor la
sanidad pública universal tienen muy poco futuro. Para tratar de aterrizar convendría en primer lugar que los profesionales de los equipos de APyC tomaran conciencia de cuál debe ser su función. Sin desmerecer el compromiso clínico con sus pacientes ni el compromiso social con los familiares y vecinos que tengan asignados.
Las condiciones de trabajo deberían garantizar un mínimo de permanencia de modo que la
longitudinalidad no fuera una quimera y el tiempo a cargo de un determinado grupo de pacientes fuera el suficiente para generar por si mismo beneficios para su situación de salud personal y colectiva. La organización asistencial general y la existencia de adecuados mecanismos de coordinación asistencial entre la APyC y la de internamiento debería garantizar también una continuidad de los procesos individuales de atención de la que hoy carece en muchas ocasiones nuestro sistema sanitario.
Todo ello exige un posicionamiento nítido y lo que es más importante, sincero y operativo de los
responsables políticos sanitarios y ser aceptado, aunque inicialmente les cueste, por los responsables y profesionales de la parte hospitalaria del sistema al ser evidentes y fácilmente demostrables los beneficios a obtener, tanto por ella misma como por la sanidad y la sociedad en su conjunto.
Se dice fácil pero la experiencia nos enseña que el camino hacia estos objetivos está lleno de dificultades. A pesar de ello queremos dejar constancia de que no vamos a cejar en el intento.
Nada ni nadie va a impedirnos seguir soñando.