Son bastantes los expertos y profesionales sanitarios que consideran imprescindibles cambios significativos en la orientación conceptual de nuestro modelo de atención primaria y comunitaria (APyC), no solo en la financiación, sino sobre todo en la organización y gestión de centros y equipos, para adaptarlo a la situación actual de nuestra sociedad, cuyas necesidades sanitarias no se satisfacen de forma efectiva, ni eficiente, ni tampoco equitativamente. 

Hasta hoy, los responsables políticos de la sanidad estatal y autonómica no se han decidido a abordar con la profundidad necesaria los citados cambios y, en el mejor de los casos, se limitan a proponer medidas parciales que, en términos  coloquiales, pueden calificarse como simples “parches”.

Entre ellos, la incorporación de nuevos profesionales a los equipos de APyC, como, por ejemplo y en el caso de Catalunya, psicólogos, fisioterapeutas y nutricionistas.

Unas anexiones que, en general, no han comportado cambios relevantes en la distribución de las cargas asistenciales de sus miembros ni mejoras en los procesos y resultados asistenciales1 pero que, en bastantes ocasiones .han generado interferencias en la dinámica organizativa de los equipos.

Pretender solucionar los problemas de la APyC en España y sus CCAA mediante la incorporación de nuevos profesionales, sin una regeneración del modelo, es, como poco, simplista y, supone además un riesgo real de abigarramiento y desbarajuste por lo que tal vez ni siquiera sirva como paliativo. De modo que más que evitar la decadencia acaso la acelere.

Para potenciar la APyC y mejorar su poder de atracción profesional y ciudadana es preciso, pues, contar con una estrategia de cambio auténtica que, a título de sugerencia, desarrollara, entre otros, aspectos como los siguientes:
  • Promoción de la desmedicalización social y del consumismo sanitario, lo que requriría desincentivar  de forma tangible las intervenciones inefectivas, particularmente aquellas potencialmente iatrogénicas.
  • Evaluación de la pertinencia y efectividad (más que de la cantidad) de todas las actuaciones sanitarias en general y las de la APyC en particular.
  • Reorientación conceptual del modelo poniendo énfasis especual en la descentralización real y la capacidad de autonomía organizativa y de gestión de los centros mediante las modificaciones legislativas poportunas comenzando por el Real decreto de Zonas Básicas de Salud de 1984.
  • Promoviendo la dimensión comunitaria de la APyC a partir de una integración intersectorial de los recursos para favorecer un enfoque más transversal de la atención de los problemas y necesidades de salud y acabar así con la descoordinación sanitaria y social.
  • Diseño de un nuevo modelo organizativo de los recursos de la APyC en un marco poblacional y territorial que incluya a los centros de internamiento de agudos y crónicos de complejidad intermedia que actúan en el territorio y que asuma las particularidades que distinguen el ámbito rural y semirural del urbano estricto a la hora de diseñar la organización y dotaciones de la APyC. 
Cuestiones que dotarían de sentido a una política sólida y coherente de recursos humanos, con un dimensionamiento correcto de las plantillas necesarias para cada ámbito de la APyC en un contexto laboral atractivo desde la perspectiva de remuneraciones y de progreso personal y carrera profesional.

Medidas arduas y decisiones comprometidas que desde luego no son fáciles de acometer pero que nos parecen necesarias.Todo antes que seguir empeñados en construir la casa comenzando por el tejado.

1- Sánchez Amat M. Nuevos perfiles profesionales: tiempo para la reflexión.
Aten Primaria 2023; 55:3. 1-2