Una generación de futuros especialistas está a punto de entrar en el
Sistema Nacional de Salud (SNS). En poco más de un día, los candidatos a la formación sanitaria especializada acudirán a la sede del
Ministerio de Sanidad para escoger sus plazas. El primer paso de una residencia en la que tendrá un papel fundamental, para la adquisición de conocimientos y competencias, los
tutores MIR. Sin embargo, su relevancia dentro del modelo formativo no ha sido capaz de delimitar unas condiciones básicas que definan su nombramiento por parte de los jefes de los servicios.
Una encuesta realizada por el grupo de Formación de la
Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) revela que un
41,8 por ciento de los residentes consideran que el criterio más común, a la hora de asignar un adjunto a un MIR, es la disponibilidad tanto de tiempo como de volumen de residentes bajo su responsabilidad. De ahí que quede en un segundo peldaño la importancia de su perfil docente, siendo solo tomada en cuenta para el
27,3 por ciento de los futuros internistas, indica la investigación.
Además de la lucha entre disponibilidad y capacidades docentes, los
MIR de Medicina Interna también perciben que, en un 8,2 por ciento, la experiencia y veteranía cuentan como aspecto decisivo, dejando en
el ‘cajón de sastre’ a un 31,4 por ciento, donde han recaído otros aspectos no definidos. La falta de
criterios únicos no es exclusiva de la especialidad, sino que responde a la ausencia de una normativa nacional donde se redefinan las competencias básicas para ser tutor MIR y se protocolice de otra manera la
adjudicación de los residentes.
Josefa Rivera, de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y el presidente de SEMG, Antonio Fernández Pro-Ledesma.
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“El
Ministerio de Sanidad está trabajando en un
Diploma de Acreditación, donde se establecerán las líneas generales para los tutores MIR de toda España. Es necesario que sea aprobado por el
Consejo Interterritorial, lo que permitirá tanto su implementación como su obligado cumplimiento en todas las comunidades autónomas”, ha indicado a
LA REVISTA de Redacción Médica, Pilar de Lucas, presidenta de la
Comisión Nacional de la especialidad de Neumología. Un documento que, así como ha adelantado este medio, contará con
51 competencias.
El documento oficial, aún en proceso de modificación, exige a los tutores a “conocer el programa de la
Comisión Nacional de la Especialidad o Tronco correspondiente”, así como contar con la capacidad de adaptarlo a su propia Unidad Docente, por lo que “deben constar como mínimo las competencias a adquirir y desarrollar, así como los instrumentos para su evaluación”. La misma etapa donde se tendrán que
diseñar y planificar las rotaciones (incluidas las externas), además de las sesiones, cursos, talleres y seminarios que deben complementar la
actividad asistencial del residente.
Otras de las competencias básicas para los
tutores troncales son la identificación de los mejores recursos disponibles para la formación del tronco o especialidad, fomentar el uso de modelos y simulaciones a lo largo de la residencia, y fomentar la
actividad tanto docente como investigadora de los futuros especialistas.
CALIDAD, PERO CON TIEMPO
“Si se opta a ser tutor, se da por supuesta la vocación docente; sin embargo, esto no siempre se cumple”
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Pilar de Lucas recalca que, a pesar de la gran variabilidad de aspectos considerados en el momento de asignar responsabilidades a los adjuntos, tanto la disponibilidad como las
capacidades docentes son importantes. “De poco sirve contar con un tutor que, si bien tiene un
perfil docente idóneo, carece del tiempo para trabajar y supervisar junto a sus residentes”, puntualiza. Por eso apuesta por la necesidad de la organización, siendo de especial importancia “dotar de las horas necesarias al tutor para cumplir con su etapa docente, sin que esto signifique sacrificar el tiempo destinado a
la investigación o a su descanso personal”.
Al equilibrio entre ambos aspectos incorpora uno nuevo: la vocación. Sin embargo, cree que es un ámbito que debería estar implícito dentro de los
adjuntos y tutores MIR. “Si se opta por una plaza docente, lo lógico es que haya un deseo de ayudar a los demás en su proceso de aprendizaje. Lamentablemente, hay que admitir que no siempre esto se cumple”, sentencia la presidenta de la
Comisión Nacional de la especialidad de Neumología. En pocas palabras, recuerda que “el amor por la docencia en un tutor MIR se presupone, como la valentía en un torero”.
EVITAR LAS 'MANOS VACÍAS'
Aunque el presidente de la
Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Antonio Fernández-Pro Ledesma, está de acuerdo en la importancia de buscar el equilibrio entre disponibilidad y capacidad docente, también agrega un aspecto más a las
exigencias de calidad. “Es evidente que debe existir un conocimiento profundo de los programas docentes de cada una de las especialidades. Es un mínimo para todos los
tutores MIR”, precisa. Aunque advierte que no toda la responsabilidad recae sobre el adjunto.
Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, y la presidenta de la Comisión Nacional de Neumología, Pilar de Lucas.
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“Los centros deberán garantizar que existan suficientes medios para la realización de sus labores, así como un presupuesto que se adapte a las necesidades de cada una de las unidades docentes”, ha apuntado Fernández-Pro Ledesma. Unas condiciones que, en parte, “ayudarán a promover e impulsar la figura de los tutores MIR dentro del
Sistema Nacional de Salud”, justamente una de las asignaturas pendientes y punto de debate, donde incluso se valora la posibilidad de inyectar al sistema un grupo de incentivos económicos para quienes desempeñen el
acompañamiento de los futuros especialistas.
El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), Julio Bobes, pone el acento en otros dos aspectos: una mejor remuneración del tutor y el reconocimiento de su condición docente para puntuar en los baremos de las oposiciones y concursos. A su entender, “algo que no sucede en la actualidad”. De ahí que se haya planteado, hace un mes, por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, que se
establezca un Estatuto para esta figura.
“Los autores deberían, además, ser evaluados cada cinco años, porque no es lo mismo aquel tutor que, de joven, tenía
humor, aguante, entusiasmo… y, diez años más tarde, se ha convertido en alguien desmotivado que hace poca cosa”, añade Bobes. Una idea en la que no se encuentra solo. Al contrario, suma por aliado a los pediatras. “La situación de los residentes de todas las especialidades es muy similar; otra cosa es que existan diferencias en sus condiciones por comunidades autónomas”, puntualiza
Josefa Rivera, de la Junta Directiva de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Troncalidad
El próximo Consejo Interterritorial, a priori este mismo mes, deberá abordar la redacción de un nuevo proyecto de Troncalidad que reemplace al que ha anulado el Tribunal Supremo. Basta con que uno solo de los consejeros de Sanidad de cualquiera de las autonomías vote en contra para que el documento no salga adelante, en cuyo caso seguiría en vigor, como sucede ahora, el decreto de 2008.
Esta normativa incluye los aspectos que debe reunir el tutor de docencia para poder optar al cargo y ser elegido como tal por la Comisión de Docencia. Pero, en la práctica, cualquier médico adjunto que lleve un mínimo de dos años de actividad asistencial puede presentarse para ser admitido como tutor. No solo los estudiantes de Medicina Interna han dado a conocer que, a menudo, no son los mejores y los más competentes quienes asumen las tutorías. También los de otras especialidades, como Psiquiatría, expresan en su foro oficial su descontento al respecto.
Rivera, además, no se olvida de las rotaciones y admite que “siempre hay alguna que se decide pensando más en las necesidades del Servicio que en
los intereses personales de los residentes; eso es un área de mejora”.
LA COMISIÓN DE DOCENCIA DECIDE
Las propuestas buscan implementar mejoras en el modelo tradicional. El mismo que, en línea con la normativa vigente, hace que la
Comisión de Docencia del hospital sea la que se encarga de elegir qué tutores acogen a cada residente, una vez recibida la propuesta del jefe del Servicio de la especialidad de que se trate. Es importante recordar que es un
organismo integrado por el jefe de Estudios, algunos jefes de Servicio, tutores e incluso residentes de todas las especialidades.
“Cuando se quiere que un médico sea el tutor de un residente, siempre y cuando
cumpla los criterios establecidos y se disponga del ‘okey’ del jefe del Servicio y del médico adjunto, la solicitud llega a la Comisión de Docencia, que es la que lo valida”, explica Rivera. En esta línea insiste en que tampoco se debe olvidar que los propios residentes evalúan a sus tutores al cabo de un año. Eso sí, de forma un tanto distante. “
Esa nota debería ponerse de forma más organizada y estructurada para intentar buscar puntos de mejora”, apunta.
El escenario hace que la
Comisión de Docencia se comporte como una institución independiente “en la que nada tiene que decir el jefe del Servicio” y, por lo tanto, se le presupone imparcialidad y uso de criterios de habilidad, aptitudes y competencia por encima de cualesquiera otros. Un modelo que no será inmune al proceso de cambio y de modernización de la formación sanitaria especializada, donde el objetivo es
promover un MIR más moderno, con competencias actualizadas y unos tutores capaces de ofrecer la mejor asesoría. El futuro de la residencia pasa por decidir, en este sentido, qué pesa más:
la capacidad docente o la disponibilidad.
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