El presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios, Juan José Badiola.
Juan José Badiola lo ha logrado todo, sin haber querido nada. El reconocido veterinario, que de niño soñaba con ser maquinista de tren, quería una vida tranquila donde pudiera avanzar como patólogo, docente e investigador. Sin embargo, reconoce que “la vida da muchas vueltas”, algunas de las cuales le llevaron a ser el actual presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios, así como: presidente del Claustro Constituyente de la Universidad de Zaragoza; Consejero de Estado, y miembro del Comité Científico de Sanidad Animal de la Comisión Europea. Sin olvida que es el experto español más mediático en la famosa crisis de las ‘vacas locas’. Con una trayectoria reconocida en las instancias más reconocidas de España, Badiola admite que solo le quedan dos metas por cumplir: manejar un tren y comenzar su nueva etapa como viajero en los lugares más atractivos del mundo.
Su padre era veterinario, ¿es el cuidado animal una pasión sanitaria heredada?
Juan José Badiola.
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Es cierto, procedo de una familia de veterinarios. No solo por mi padre, sino también por mis dos tíos y algún otro familiar más. Cuando pienso por qué estudié Veterinaria, habría una primera respuesta relativamente fácil que sería la tradición familiar. Pero hay que admitir que mi padre concretamente nunca me pidió, rogó o incitó a que estudiara Veterinaria. Fue una decisión mía personal y creo que acerté.
¿Sus hijas seguirán con el linaje de veterinarios?
Curiosamente, no. Con mis tres hijas he mantenido la regla de mi padre: no pedirles que fueran veterinarias. Pero ninguna lo escogió como hice yo, por lo que una es médico, la otra es ingeniero y la última es artista. A decir verdad, hice una leve intentona con mi última hija, pero evidentemente su filosofía no estaba en esa dirección.
Mi hermana, que es maestra, sí está casada con un veterinario y, de sus cuatro hijos, dos lo son. Entonces, sí hay una continuidad por parte de mi hermana, pero quién sabe si tendré nietos o nietas que repitan la profesión. Probablemente, sí.
En su adolescencia coqueteó con el mundo del toreo, ¿qué le impulsó?
Es una historia que se difundió por internet, pero cierta. Mi padre fue veterinario rural durante una parte de su vida, especialmente en Castilla-La Mancha, mientras que en la otra trabajó en una empresa como experto en nutrición y alimentación animal. En Cuenca, donde desarrolló su área rural, hay mucha afición a los toros y de pequeño seguramente me impresioné por aquellas fiestas que, hombre, tienen una estética que a mí me gusta.
Es muy bonito cuando un torero se pone delante de un toro. Es algo que, incluso, yo mismo he probado al ponerme delante de un toro bravo y, la verdad, es una sensación que aterroriza un poco. Por eso, hay que reconocerles el valor que demuestran en una plaza.
Algunos considerarían incongruente combinar el toreo y la Veterinaria…
No necesariamente. En el sector veterinario y en las propias facultades tenemos taurinos y antitaurinos. Para nosotros, es una actividad profesional, ya que tenemos una posición habitual en las corridas de toros, asesorando al presidente a la hora de valorar las características del animal, así como en el trabajo ganadero de reses bravas, a quienes se les cuida como a un bovino normal. Dentro de esto hay a quienes les gustan los toros, a los que no y a quienes les da igual, como en la misma ciudadanía.
Siguiendo con el tema taurino, ¿a qué político sanitario le gustaría meter en el ruedo?
El presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios.
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La política sanitaria es complicada porque aborda una cuestión muy importante que es el problema de la salud y esto es lo más importante que tenemos que preservar los humanos. Por eso entiendo que no es fácil gestionar ese mundo tan complicado. Desde que soy presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios he conocido a varios ministros y tengo opiniones diferentes, con algunos que, según me ha parecido, gestionaban bien y otros que no tanto.
Si bien es cierto que, actualmente, la mayor parte de las competencias están transferidas en sanidad a las comunidades autónomas, sigo pensando que el Ministerio de Sanidad tiene un papel muy importante como referente.
¿Cuál sería su ‘top 3’ de mejores gestores del Ministerio de Sanidad?
Me resulta costoso el decir nombres. Ha habido ministros o ministras que se han distinguido por ser personas que han tenido mucho sentido común y tuve la oportunidad de trabajar con una de ellas: Ana Pastor. La actual presidenta de las Cortes fue una gran ministra, pero no lo digo yo, sino muchas personas que la conocieron. Ella es una persona muy sensata, que trabaja con mucho rigor, y es muy seria.
Nos hemos desviado de su infancia. Ser maquinista de tren era otra de sus pasiones de la infancia, ¿no?
¡Eso sí!, En realidad quería ser maquinista de tren. Al final, no pude conseguir ese objetivo de mi vida. Para mí, los trenes siempre supusieron hacer un viaje hacia mundos que uno no conocía de una forma relativamente confortable. Aunque la verdad es que hay una sensible diferencia entre los trenes que utilizábamos en esa época y el AVE de ahora.
Aún sigo teniendo la añoranza de aquellos trenes. A veces, recuerdo que me preguntaba: ¿Y por qué yo no puedo conducir una máquina de tren? ¡Yo sería feliz haciendo ese trabajo! Pero hablando con algunos maquinistas me han confesado que no es un trabajo tan idílico como yo le veía. Sin embargo, es una profesión que me ha fascinado.
¿A qué tren debería subirse el sector veterinario en España?
De niño, Juan José Badiola soñaba con manejar un tren.
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A mí me gustaría que subiera al tren de alta velocidad, si es posible. Aunque ya lo hace en una buena parte. Vivimos en una sociedad acelerada y, por lo tanto, compatible con la rapidez, pero en cualquier caso también reivindicó el que deberíamos pensar las cosas un poco más y apostar por un poco más de reflexión. A veces, vamos demasiado deprisa.
Por eso me gustaría que mi profesión fuera a la mayor velocidad posible, pero que también se parase un poco para reflexionar. Esto nos ayudará a posicionarnos sobre los cambios que aparecen con gran rapidez dentro del sector. También es necesario de que se viaje, ya que ayuda a conocer otras realidades. Mi padre me dijo, cuando tenía muy pocos años, la importancia de adquirir conocimientos de otros lugares y culturas, siendo fundamental aprender idiomas para lograrlo. De ahí, quizá, que me pusiera a estudiar francés para posteriormente pasar al inglés, alemán por motivos profesionales e italiano. Siempre me han gustado los idiomas.
¿Ese afán por el conocimiento le llevó a lograr el ‘sobresaliente’ en el grado?
Es posible. Lo que hago, procuro hacerlo bien, pero no siempre tengo el mismo éxito. Aunque es cierto que he aprendido mucho de mis errores. Cuando fui estudiante me dediqué a estudiar y tuve buenas notas. Una vez que terminé, me fui al servicio militar en Melilla, donde aprendí un poco más sobre la disciplina y donde me debatía sobre el qué hacer después de salir de la universidad.
Mi padre trabajaba en una compañía farmacéutica, donde quería que fuera. En lugar de oírle, hice caso a un profesor que me llamó para que me convirtiera en profesor ayudante en la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, donde empecé mi trayectoria docente. Años después tuve que pedirle perdón a mi padre, porque no era simpatizante de la universidad, pero fue el camino que escogí.
¿Cómo resumiría su etapa docente?
El presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios, Juan José Badiola.
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Me gusta la enseñanza y soy un profesor vocacional. Me he dado cuenta de esto 40 años después. Al principio fui, por recomendación del profesor Eduardo Gallego, a Alemania para aprender más sobre patología veterinaria. Una vez terminado este período, fue él mismo quien me envío a Zaragoza para lo que iba a ser una estancia pasajera que se ha convertido en una larga, por no decir larguísima. Fue ahí, justamente, donde cree mi especialidad, ya que para la fecha era prácticamente inexistente.
Como profesor considera que las relaciones no pueden ser frías con los alumnos. Así no salen buenos resultados. El resto fue dándose por sí solo y, sin proponérmelo, presidí un día el Claustro Constituyente de la Universidad de Zaragoza, donde tenía que dirigir a 1.000 claustrales de un día para otro. Lo mismo que ocurrió posteriormente cuando me nombraron decano, vicerrector de investigación, rector por ocho años y vicepresidente del Consejo de Universidades. Lo he sido casi todo y, aunque la gente no se lo crea, todo sin habérmelo propuesto.
¿Hubo algún cargo que sí se había propuesto alcanzar?
Si nunca había soñado ser decano o rector, mucho menos me había imaginado que, por ejemplo, terminaría siendo Consejero de Estado. Además, creo que he sido el único veterinario que ha tenido la historia de España en ese cargo, que ocupé por tres o cuatro años. Algunos pensarán “qué tipo más raro este hombre que no quería ser nada”, pero la verdad es que yo aspiraba era ser patólogo, profesor y dedicarme a mis investigaciones, pero la vida da muchas vueltas y te ves involucrado en cosas que no esperabas.
¿Y cómo se llega a ser Consejero de Estado de forma inesperada?
Nunca se me dijo explícitamente, pero me propuso José Manuel Romay Beccaría, quien era el presidente del Consejo de Estado durante esa época y que ahora vuelve a ocupar ese cargo. Aunque nunca le pregunté por qué me escogió, sí recuerdo que me aseguró que querían tener otras visiones más allá de las jurídicas y más relacionadas con ámbitos como la Universidad, la investigación, la Salud Pública y la veterinaria. Me imagino que habría algún aspecto más, pero esa fue la explicación que me dieron por teléfono.
¿Quizá olvidaron poner de relieve su etapa como investigador en la llamada?
El presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios durante la entrevista.
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Mi etapa como investigador comenzó con muchas dificultades. Sin embargo, un azar de la vida llevó a que el estudio del Scrapie, una enfermedad neurodegenerativa que causa los famosos priones, fuera fundamental para los casos de aquellas pobres ovejitas que, en los años 80, generaron la gran crisis de la Encefalopatía Espongiforme Transmisible, la popularmente llamada 'enfermedad de las vacas locas'. Aquel fenómeno aupó mi salto a la fama mediática.
Durante esa época atendí a todo periodista que me llamase, indiferentemente del tamaño del medio. Eso hizo que fuera reconocido, permitiéndome tener un papel destacado en el Centro de Referencia del Ministerio de Agricultura, aunque ahora hemos dado el salto a un centro estupendo de alta seguridad biológica en Zaragoza. Desde ahí trabajamos en patógenos transmisibles a personas y no solamente priones. Por eso somos el laboratorio de referencia en la Evaluación Mundial para la Sanidad Animal, lo que nos permite no solo trabajar para España, sino para la Unión Europea.
¿Es el número uno en el tema de ‘vacas locas’ de España?
No soy quién para juzgarme a mí mismo. Hay otros colegas que son expertos en áreas vinculadas con esta enfermedad en humanos y siempre hemos evitado posibles casos de intrusismo. También es verdad que, a veces, he recibido llamadas de personas con una enfermedad neurodegenerativa prionica que me piden una solución y es un momento muy triste, porque desgraciadamente no existe un tratamiento y son fatales. Ahora bien, en el mundo animal, no se puede negar que soy el más conocido.
¿Cómo fue la experiencia de vivir la crisis de las ‘vacas locas’?
Fue un proceso interesante. Teníamos aquellas ovejas que empezaban a tener síntomas nerviosos, se caían y tenían ataxia, empezando con los temblores y la hipersensibilidad. Era curioso ver cómo la enfermedad del scrapie ovino es equivalente a la de la vaca, así como los primeros casos que registramos en Aragón, donde tuvimos que diagnosticarlos y lo publicamos. Eso llevó a que el Ministerio de Agricultura, en el marco de la entrada a la Unión Europea, me nombrase parte del equipo del Comité Científico de Sanidad Animal de la Comisión Europea.
En ese Comité estábamos un grupo de científicos europeos del mundo animal con el objetivo de establecer las bases científicas de la normativa comunitaria. Fue una época que coincidió con el boom de la Encefalopatía Espongiforme Ovina en el Reino Unido, lo que me tocó vivir de primera mano. Se aprendió mucho de esa experiencia que luego se repitió en Francia, Portugal, Irlanda y Suiza, entre otros países de Europa, donde ha estado España. Es una experiencia que no se me olvidará.
¿Se puede considerar que España y Europa son inmunes a un repunte de esta enfermedad?
Es poco probable, aunque nunca me atrevo a decir que imposible. En Biología es muy difícil decir que algo es imposible. Sin embargo, es bastante improbable, porque se han tomado las medidas adecuadas. Bueno, en cuanto a lo que se refiere a la enfermedad vacuna, ya que en la enfermedad del ovino no soy tan optimista. El Scrapie sigue estando presente y vamos a tener que luchar contra esta enfermedad durante muchos años.
Se comenta que es un amante de las verduras y frutas, ¿su amor por los animales le impide comerse un buen chuletón o cochinillo?
EN CORTO
LIBRO:
Alguno de Julio Llamazares
PELÍCULA:
Cine clásico, italiano (Bernardo Bertolucci)
CANCIÓN:
Alguna de Joaquín Sabina
CIUDAD PARA VIVIR:
Córdoba
CIUDAD PARA VIAJAR:
Roma
OBJETO IMPRESCINDIBLE:
Teléfono móvil
PERSONAJE DE TU VIDA:
Mi madre
PERSONAJE HISTÓRICO:
Santiago Ramón y Cajal
EQUIPO DE FUTBOL:
Zaragoza
LEMA:
Se optimista y respetuoso
QUE LE HACE FELIZ:
Mi trabajo, mi familia y mis amigos
No, soy un típico hispano que come de todo. Creo que la dieta que tenemos en España es más equilibrada que otras, donde hay dos grandes ventajas: consumimos no sólo carne, sino pescado, siendo un gran consumidor mundial; y la otra es que en el país hay unas estupendas verduras que están presentes en gran número de platos y que son beneficiosos para la salud. En mi caso, soy un gran consumidor de frutas, pero también me gusta el vacuno, el pollo y, como es común en Aragón, el ovino.
Por eso mi mujer dice que está muy contenta porque da gusto tener un marido que come de todo y siempre le gusta lo que le preparan. La verdad es que todo está muy bueno, aunque admito que hay algunas cosas que no me gustan tanto. En comida solo soy muy exigente en su seguridad.
Si pudiera tener cualquier animal de mascota, ¿cuál escogería?
Nuestra perra. Es la segunda. El primero se nos murió y tuvimos un gato después. Mis hijas querían de nuevo un perro y ocurre lo que siempre pasa: ellas lo piden, pero es el padre quien le cuida, eso es ley de vida. Un día en la autovía de Andalucía le hallamos abandonada y mis hijas pidieron que la recogiéramos. De no haberlo hecho, es probable que hubiera muerto. Ahora me acompaña a casi todas partes y muchas veces está conmigo hasta altas horas de la noche en el despacho. Es la única que me aguanta en esas jornadas tan prolongadas.
¿Cuáles son sus planes a futuro: seguir trabajando o una jubilación anhelada?
Me va a costar mucho jubilarme. He tenido una vida vinculada al trabajo, algo que seguramente muchos piensen que es una deformación y, es posible, que lo sea. Pero también he dedicado mi tiempo a otros aspectos. De hecho, soy un viajero. Con el fin de la vida profesional, se puede comenzar a disfrutar de esta pasión mientras dure la salud. Además, en el mundo hay cosas tan interesantes para ver y que no he tenido tiempo que dedicarles.
Recuerdo que hace poco estuve en Brasil por mi hija ingeniero. Ella vivía en Río de Janeiro y, al visitarla, descubrimos una ciudad preciosa e interesante. Desde ahí nos organizamos un viaje en coche hasta Buenos Aires, una ciudad que tiene mucha relación con España. Entonces aprovechamos para recorrer una ruta única desde Sao Paulo, pasando por las famosas Cataratas del Iguazú y llegando a Rosario para terminar el viaje en la capital argentina.
Como viví en Córdoba también tengo un gran interés por el mundo árabe. Ahora sé que las cosas están un poco complejas, pero espero que se tranquilicen para poder visitarlos y no ser considerado un individuo a batir por ser simplemente un occidental. Me gustaría poder caminar las calles del mundo árabe para hablar con la gente y conocerles mucho mejor, en contra de toda la campaña de demonización de los musulmanes y los árabes. Siempre lo digo, mi mejor becario que he tenido doctorando era de Marruecos y era una persona extraordinaria. Por eso creo que medidas coactivas como la realizada por Trump irán contra el avance de la investigación científica.
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