Rafael de Alba Moreno, coordinador de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario de Jaén.
El equipo de la
Unidad del Dolor del Hospital Universitario de Jaén ha sumado una nueva práctica dirigida a controlar el dolor en su cartera de servicios. El tratamiento, llevado a cabo por primera vez en este centro hospitalario, consiste en la
estimulación del ganglio de la raíz dorsal (GRD) dentro de los tratamientos intervencionistas para el dolor.
Tal y como ha explicado
Rafael de Alba Moreno, coordinador de la Unidad del Dolor del centro sanitario jienense, el nuevo neuroestimulador es un dispositivo implantable que permite controlar el dolor y la discapacidad asociados a un
síndrome neuropático. Para su puesta en marcha, el coordinador ha contado con la asistencia de
Mariano Fernández Baena, coordinador de la Unidad del Dolor del
Hospital Regional Universitario de Málaga con experiencia previa en la técnica.
ha incorporado, por primera vez en la provincia, la estimulación del ganglio de la raíz dorsal (GRD) dentro de los tratamientos intervencionistas para el dolor. El nuevo neuroestimulador es un
dispositivo implantable que permite controlar el dolor y la discapacidad asociados a un síndrome neuropático.
¿En qué consiste la estimulación del ganglio de raíz dorsal?
La t
erapia de neuroestimulación GRD consiste en la administración de impulsos eléctricos de baja intensidad a los ganglios de la raíz dorsal de una o más (hasta cuatro) raíces espinales seleccionadas, que
constituyen el nexo entre los nervios que recorren el cuerpo y el sistema nervioso central. La estimulación del ganglio dorsal de la raíz puede ser un método muy eficaz para
tratar dolores neuropáticos periféricos en zonas difíciles de acceder desde el
sistema nervioso central y ayudar a restablecer la calidad de vida del paciente.
En palabras de Fernández Baena, “la estimulación de los
ganglios dorsales de las raíces es la modalidad de neuroestimulación medular más específica que existe, ya que permite dirigirse a zonas muy definidas y difíciles de alcanzar con la
estimulación convencional de cordones medulares posteriores, con alto grado de estabilidad y bajo consumo energético”
Así, al paciente intervenido se le han
implantado dos electrodos (en T9 y T10). Antes de recibir el implante definitivo, ha tenido un periodo de prueba corroborado por cuestionarios clínicos específicos, que miden el
alivio del dolor y la mejora en su calidad de vida.
Para implantar los electrodos, los pacientes se someten habitualmente a una valoración provisional, también llamada periodo de prueba, que les permite
experimentar las sensaciones de la estimulación antes de decidirse por la implantación quirúrgica del sistema. Las terapias de neuroestimulación como esta son reversibles: los médicos pueden interrumpir el tratamiento de forma inmediata con solo apagar o retirar el estimulador.
En este punto, De Alba ha subrayado que, con el implante permanente, “se consolidará su mejoría y
podrá retomar sus actividades cotidianas”. Una fórmula que reduce el dolor continuo y discapacitante que se venía produciendo con anterioridad.
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