Javier Barbado. Madrid
La coste-efectividad de los aparatos para escanear el cuerpo prima respecto a otras características de esta tecnología en la Medicina actual y del futuro, con la salvedad de afinar asimismo la reducción máxima de la dosis de radiactividad emitida en aras a beneficiar tanto al paciente como a los profesionales. Redacción Médica ha conversado con el responsable de Imagen de Siemens Healthcare para conocer las líneas de investigación de la compañía en este ámbito así como las prestaciones que ya son una realidad en el mercado español.
Entre las principales novedades que hemos presentado este año se encuentra el escáner y, en general, en el campo de las TAC [tomografía axial computerizada], ya que presentamos un equipo de doble fuente –así es como lo llamamos– que representa la última generación.
Alberto Martínez, director de la División de Imagen de Siemens Healthcare.
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Es un equipo orientado a la siguiente generación de TAC, pero ya en el presente, y, de este modo, puedes utilizarlo para pacientes donde, hasta la fecha, no era posible aplicar el TAC: por ejemplo, pacientes con insuficiente renal se benefician de que estos equipos sean tan rápidos y tan eficientes. Porque, además, son TAC que reducen las radiaciones a niveles casi despreciables, de modo que podemos empezar a hablar, con la prudencia que merece, de hacer programas de
screening en otras áreas que no sea solo la de la mamografía en cáncer de mama por medio de este nuevo tipo de equipamiento.
¿Qué otra tecnología acaba de comercializarse o está a punto de hacerlo?
En el campo de la resonancia magnética, aparte de las mejoras en las secuencias y en la calidad de las imágenes, estamos orientándonos al incremento de la productividad. O sea, antes hacer una resonancia era algo un tanto artístico, por decirlo de alguna manera, ya que cada técnico ponía su toque personal, y ahora lo que estamos haciendo es estandarizar cada vez más los protocolos para que sean reproducibles y sean más rápidos. Es decir, para que cada máquina pueda tratar a más pacientes.
En el fondo lo que buscamos es que el coste-beneficio sea superior. En definitiva, podemos hablar de que cuantos más pacientes, mejor; éste es uno de los temas hacia donde ha girado la innovación en los últimos años: en lugar de concentrarse solo en ver mejor la patología –aspecto que muchas veces no era necesario y creaba un cuello de botella al médico que, en realidad, terminaba disponiendo de más información de la que realmente necesitaba– se pasa a hacer cosas, sin perder mejoría en la calidad de la imagen, centradas sobre todo en el proceso.
El tercer pilar sería el de las estaciones de posprocesado en la nube: la información que sale de los escáneres se preprocesa con inteligencia artificial y el médico lo que tiene que hacer básicamente es diagnosticar la patología y no hacer reconstrucciones manuales, algo que no le corresponde hacer y para ello se aprovecha la inteligencia artificial.
¿Qué consigue esta inteligencia exactamente?
Básicamente hace una serie de cosas: reconocimiento anatómico, que sirve para diagnosticar determinado tipo de insuficiencia o la presencia de un trombo, de modo que el sistema lo reconoce y le proporciona al médico no solo la imagen bruta del corazón, tórax, etc., sino también la información de la que debe disponer el médico al tratarse de un paciente cardiaco. E incluso el médico usuario puede mejorar la prestación: si a mí, como médico, me gusta ver un determinado plano del paciente, el sistema lo asume y lo puede hacer de forma automática.
Además, si estamos hablando del TAC cardiaco, antes su posprocesado duraba entre 30 y 40 minutos, y ahora estamos hablando de solo dos minutos. Eso es productividad.
Ahora, en la resonancia, se hace, por ejemplo, una segmentación hepática de modo que el sistema reconoce de forma automática las diferentes partes del hígado, y esa información preprocesada se le puede facilitar al cirujano antes de intervenir al enfermo. Poco a poco vamos introduciendo este tipo de inteligencia para que, al final, el tiempo delante de un escáner o de una consola sea tiempo de diagnóstico y no de trabajo de la imagen, que al final es un tema secundario.
¿Dónde se aplican estas nuevas tecnologías?
Como sabe, nosotros, como compañía global actuamos en más de 120 países y los lanzamientos son más o menos simultáneos. Con todo, el ritmo suele ser primero en Europa, después Estados Unidos y luego China, pero básicamente por un asunto del etiquetado y de los marcados, pero los lanzamientos son universales.
¿En España ya están disponibles?
Así es: exacto.
¿El SNS es vuestro principal cliente?
Ahora está cambiando ligeramente y el mercado privado tiene algo más de importancia, pero el sistema nacional público de salud es, en principio, nuestro principal cliente.
¿En qué objetivo centras sus esfuerzos para el futuro?
Uno de nuestros principales lemas ahora es baja dosis. Creemos que existe un potencial de mejora en escáneres, no solo en mamografías, en radiología convencional, en intervencionismo… La dosis es hoy un limitante para hacer estudios; sabemos que nunca vamos a llegar a la dosis cero, pero sí que tenemos que llegar a la dosis mínima imprescindible para que el diagnóstico por imagen gane en importancia como herramienta diagnóstica en todo el proceso terapéutico en el entorno sanitario.
Rebajar la dosis de radiactividad, ¿encarece el producto?
No necesariamente. Estamos evolucionando desde los equipos de menos dosis. Se obtiene una mejora cualitativa para el paciente y, con vistas al aspecto intervencionista de esta tecnología, también es importante para el médico, que está en la sala varias horas todos los días.
¿Puede nombrar algunos de estos equipos?
Hablamos, por ejemplo, del
Somatom Force, del
Mammomat Inspiration Prime, entre otros.
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