Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
Ni el
cáncer ni los
accidentes cardiovasculares. El problema más prevalente, con diferencia, entre los españoles, es la
ansiedad. Esto hace especialmente importante la labor de los denominados 'guardianes' de la
salud mental como Marina Díaz Marsá, no solo en calidad de jefa de Sección en el Hospital Clínico San Carlos y responsable de la Unidad de Intervención en Suicidio, de la Unidad de TCA y de la Unidad de Intervención Precoz en Psicosis, sino también como responsable, desde hace cuatro meses, de la
Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm).
Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
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Desde el puesto de mando, Díaz Marsá enarbola una lista de demandas pendientes, algunas de ellas estancadas, al trazar el rumbo de la profesión psiquiátrica, con el aumento de profesionales y la sustitución del término 'deprescripción” por 'uso racional de psicofármacos' entre sus objetivos prioritarios. De hecho, su ausencia en el Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027 - tumbado en el último Consejo Interterritorial- ha llevado a la sociedad científica a desvincularse de dicha estrategia.
Según defiende la experta, sumar manos a las plantillas de Psiquiatría, - por ejemplo a través del aumento de plazas MIR-, supondría reducir las listas de espera y mejorar de este modo la asistencia prestada en el Sistema Nacional de Salud en materia de salud mental, sofocando problemas emergentes como la psiquiatrización de la vida cotidiana o el uso no responsable de los fármacos. De estos y otros desafíos, como la dilución del estigma que rodea a la figura del psiquiatra o la inclusión de la perspectiva de género, hablará la responsable de Sepsm en esta entrevista concedida a Redacción Médica.
Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
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¿Qué iniciativas figuran en su agenda como presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental?
Hay cuatro objetivos clave. El primero es consolidar y defender Psiquiatría como una especialidad médica que entiende la enfermedad mental con un origen biopsicosocial y que se ocupa del diagnóstico y el tratamiento de los trastornos mentales, con el objetivo de conseguir su plena incorporación laboral y social. La segunda sería dignificar y defender la figura del psiquiatra que está, a veces, muy estigmatizada, y hacer ver a la sociedad que el psiquiatra es un profesional médico que consigue la especialidad tras once años de formación, entre la carrera de Medicina y la especialidad de Psiquiatría, que basa su asistencia en un abordaje holístico desde la evidencia científica, la innovación y el humanismo.
En tercer lugar querría promover una Psiquiatría centrada en el paciente, respetando sus valores, sus derechos y consiguiendo una mayor dignidad de los espacios y una Medicina personalizada que cuente con los mejores recursos para hacer el mejor tratamiento. Y, en último lugar, difundir, a la sociedad, a las asociaciones de familiares, a los políticos y a las entidades públicas, los avances de la Psiquiatría, para desestigmatizar la figura de la persona que tiene un trastorno mental.
Dice que la figura del psiquiatra está estigmatizada, ¿a qué se debe?
¡Hay películas que nos han hecho mucho daño! Pero hablando seriamente, las alteraciones conductuales, cognitivas y emocionales que se presentan en momentos agudos y transitorios que se asocian a algunos enfermos psiquiátricos, en ocasiones, son bizarras y pueden condicionar su libertad. Ello ha hecho que, con el objetivo de proteger la integridad del paciente o la de las personas de su entornos, se hayan producido, por ejemplo ingresos involuntarios o situaciones de sujeción mecánica que cada vez son menos frecuentes y que pretendemos seguir disminuyendo.
De hecho, una vez que el ingreso deja de ser involuntario los pacientes permanecen ingresados de forma voluntaria hasta que sus síntomas remiten y se les da el alta clínica. Estas situaciones han dado ese halo estigmatizante a la Psiquiatría asociado también a que lo que se desconoce produce temor. En este sentido, el cerebro es uno de los órganos más complicados y aunque hemos avanzado mucho en los últimos 30 años y tenemos tratamientos eficaces y que logran remitir la enfermedad, todavía hay aspectos de la enfermedad mental que desconocemos y que requieran más estudios de investigación.
El estigma de la enfermedad psiquiátrica y la mala prensa de los psicofármacos, medicamentos eficaces de los que se debe hacer un buen uso en tiempo y en dosis, unido a las largas listas de espera condiciona la falta de adherencia y la evitación en algunos casos de nuestras consultas.
La figura del psiquiatra está estigmatizada, asegura Díaz Marsá.
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¿Qué medidas se proponen desde la sociedad para solventar este desafío?
Lo primero que hay que hacer es tener un Plan de Salud Mental con una financiación garantista, que permita aumentar el número de psiquiatras, psicólogos clínicos, enfermeras especializadas en salud mental y terapeutas ocupacionales. Con un Plan de Salud Mental con una adecuada financiación se podría conseguir aumentar el ratio de psiquiatras por 100.000 habitantes que tenemos en España (10 x 100.000 habitantes), equiparándolo al número de psiquiatras que tienen el resto de países de la Comunidad Europea. Con un número insuficiente de psiquiatras es complicado integrar la psicoterapia como parte de nuestra práctica clínica habitual, si no es en formato grupal.
Sin embargo, uno de los problemas con los que contamos ahora es el del recambio generacional. En los próximos años, se van a jubilar más psiquiatras de los que hay disponibles para contratar. Habría que aumentar el número de plazas MIR para la especialidad de Psiquiatría, tanto de adultos como para la nueva especialidad infantojuvenil. Quizá también acelerar algunas convalidaciones de psiquiatras europeos o de América Latina que quieran venir a trabajar a nuestro país, siempre que estos profesionales cuenten con los estándares académicos que tenemos en España.
"Habría que aumentar el número de plazas MIR para la especialidad de Psiquiatría, tanto de adultos como infantojuvenil."
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En cuanto a Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia, es cierto que uno de los mayores retos ligados a su programa formativo es lograr un número mínimo de profesionales para configurar las unidades docentes. ¿Qué otros retos supone la implementación de este programa formativo?
Tenemos otro reto y es que la especialidad ha aumentado también un año. Antes eran cuatro años de Psiquiatría y ahora son cinco. Por lo tanto, también vamos a tener un año en el que no va a haber residentes que salgan al mercado laboral. La Comisión Nacional de la especialidad está realizando un esfuerzo para que los psiquiatras de la Infancia -Adolescencia tengan la mejor formación para cubrir la creciente demanda en este sector de la población e definir un ámbito específico clínico para estos especialistas con programas específicos ( unidades, hospitales de Día...)
Ha hablado de soporte económico en el Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027. ¿Qué otras mejoras cree que podrían incorporarse a esta estrategia?
Sin esa mejora económica no se pueden contratar profesionales y esta es una de las mayores necesidades que tenemos. En este sentido, la falta de profesionales hace que aumenten las listas de espera, y que en Primaria se prescriban fármacos en personas que quizás se podrán beneficiar de atención psicoterapéutica en atención especializada. Otra de las mejoras es un plan que consiga la incorporación laboral de las personas con trastorno mental, es decir, cuidar aquellos aspectos sociales que van a hacer que el enfermo mental se devuelva a la sociedad. En España somos el penúltimo país de la Unión Europea en incorporación de las personas con trastorno mental al mercado laboral.
En el plan también se deberían incoporar más unidades de intervención precoz pluridisciplinar - ya que hemos aprendido que mejoran el pronóstico y la evolución de los pacientes- , así como en programas de transición. Cuando un paciente infantojuvenil pasa a adultos, muchas veces perdemos el seguimiento. Por último, el plan no debería olvidar una especial atención a la población geriátrica, porque la población está envejeciendo y la soledad no deseada repercute en mayores niveles de depresión o más riesgo de suicidio en algunos pacientes.
Díaz Marsá asegura que habría que aumentar el número de plazas MIR para la especialidad de Psiquiatría.
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Asegura que se les acusa, en algunas ocasiones, de medicalizar a los pacientes. Las sociedades científicas de Medicina de Familia lo que señalan es un cambio de perfil en el paciente actual, pasando de un enfermo crónico a uno súpermedicalizado que percibe ciertos problemas de la vida como trastornos...
Se tiende a una psiquiatrización de la vida cotidiana y muchos pacientes acuden a Atención Primaria con dificultades y sufrimientos que son inherentes al hecho de vivir y que nos son trastornos mentales. Esa elevada demanda, la falta de resiliencia social y la presión que tienen los médicos de Atención Primaria puede generar que, en ocasiones, se haga en este ámbito una prescripción innecesaria porque no disponen de otras formas de abordaje que se deberían implantar como programas de educación emocional. Yo creo que la población tiene que tener en cuenta que las emociones negativas, el sufrimiento y los duelos forman parte de la vida. A veces, uno sufre porque tiene un examen, porque le deja su pareja o porque tiene un fallecimiento en la familia cercana, y tenemos que aprender a identificar esas emociones, a tolerarlas y a tolerar el sufrimiento como parte de la vida.
La atención a estos problemas que llegan a la atención especializada en Salud Mental va en detrimento de la atención de las personas con trastorno mental grave, depresión mayor grave, trastorno bipolar, psicosis, anorexia o bulimia. Es decir, eso está haciendo que la atención a estos trastornos mentales sea más difícil, porque en la lista de espera entran todos y algunos tendrían que quedarse en Atención Primaria. Antes que nada, habría que educar a la población y hacerles ver qué es un trastorno mental y qué es el malestar de la vida cotidiana que uno tiene que abordar con sus propias herramientas. Y luego, en aquellos casos más leves, quizá habría que reforzar Atención Primaria para que se puedan solucionar esas dificultades mediante programas de regulación emocional, mindfulness o técnicas de relajación y, así, evitar que lleguen a la atención especializada y colapsen el sistema.
El Comisionado de Salud Mental ha anunciado medidas para deprescribir, en este caso, ansiolíticos, con propuestas como, por ejemplo, recetar deporte. ¿Considera que es una buena iniciativa?
Preferiría hablar de uso racional y de buen uso de psicofármacos. El uso racional es algo deseado por todos, pero hay que tener cuidado con hablar de 'desprescribir' psicofármacos en general porque puede crear inseguridad y culpa en aquellas personas con trastorno mental que requieren tratamientos a largo plazo, siempre a las mínimas dosis necesarias y además aumenta el estigma
Yo creo que sería mejor hablar de no psiquiatrizar la vida cotidiana, pero sin confundir deprescribir en salud mental como si todo fuera lo mismo. Los psicofármacos, en diferentes trastornos mentales, no solo son necesarios, sino que permiten a las personas que tienen esos trastornos tener una vida como la de cualquiera.
Si lanzamos el mensaje de que hay que deprescribir psicofármacos, estamos haciendo un flaco favor a las personas que tienen un trastorno mental.
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Los datos del Ministerio de Sanidad nos dicen que la prescripción de ansiolíticos ha aumentado un 250 por ciento desde el año 2000. ¿A qué se debe este aumento? ¿Tiene que ver precisamente con esa reducción de los efectos adversos?
Hay que señalar que se habla de mayor prescripción pero no se habla de un aumento real de prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión , las tasas de estas enfermedades han aumentado hasta un 60 por ciento en la población y constituyen una de las mayores causas de incapacidad. El aumento de prescripción no es tan significativo como el aumento de la prevalencia. Por una parte tiene que ver con lo que antes comentábamos, con una menor resiliencia de la población. De alguna manera, es más vulnerable y, además, parece que siempre hay que estar bien. Desde muchos ámbitos se lanza el mensaje de qué hacer para ser feliz o para tener éxito. La vida no es solo la felicidad y el éxito. La población, en una situación de malestar, entiende que eso no debe ser normal, cuando sí que es normal.
De ahí la demanda en Atención Primaria y la mayor prescripción. También tiene que ver con ese colapso de la demanda que hace que, al final, en las agendas de los psiquiatras solo se tenga tiempo para poder prescribir pero no se tenga tiempo para hacer psicoterapia. La psicoterapia es un tratamiento útil para el abordaje de muchos trastornos sin necesidad de medicación, pero nuestras agendas están tan llenas que no nos da tiempo a hacerlo.
Como profesional, ha desarrollado una nueva línea de Psiquiatría de género centrada principalmente en las alteraciones biológicas, implicaciones hormonales y factores relacionados con el estrés en la depresión de la mujer. ¿Cuánto falta para que este tipo de hallazgos se vean reflejados en las guías clínicas?
Cada vez falta menos. Ahí soy optimista porque ya estamos hablando de esto. Estamos hablando de que la mujer tiene un mayor riesgo de vulnerabilidad al tener el doble de depresión que los hombres, no porque sea más débil sino porque es más vulnerable al estrés y estamos en una sociedad en la que hay mucho estrés. Biológicamente tenemos esa peculiaridad. Probablemente depende de nuestro sistema hormonal, de los estrógenos, de nuestro sistema serotoninérgico, de los niveles de cortisol... Sin embargo, los hombres tienen más adicciones.
Yo creo que es bueno hablar de esto para que las mujeres que tengan estos síntomas -que se sientan mal, tengan ánimo triste, alteraciones del sueño o del apetito, sensación de falta de energía, etc-, puedan pensar que tienen un trastorno depresivo y no se sientan culpables por ello. Tenemos ese mayor riesgo y hay que aceptarlo. Y desde la aceptación, instaurar el tratamiento que se precise.
"Si lanzamos el mensaje de que hay que deprescribir psicofármacos, estamos haciendo un flaco favor a las personas que tienen un trastorno mental."
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Como miembro del Comité de la Sociedad Internacional de Salud Mental y Mujer, ¿qué camino considera que habría que seguir para consolidar de lleno la perspectiva de género en el campo de la Psiquiatría, pero también en el mundo de la Medicina en general?
La Medicina es una especialidad feminizada. El 70 por ciento de los médicos son mujeres, pero sólo el 30 por ciento ocupan puestos de responsabilidad. En este sentido, el promover una carrera profesional y establecer directrices que ayuden a la conciliación sería deseable. La excelencia en Medicina y en Psiquiatría se basa en la docencia, la asistencia y la investigación. En general, en el sistema público se hace fundamentalmente asistencia. La docencia y la investigación no tiene cabida en la actividad laboral y se realizan en el tiempo libre por lo que, muchas mujeres con responsabilidades familiares, no se animan a seguir esta carrera que luego se valora en los puestos de responsabilidad. Por ser sanitarias y mujeres, somos dobles cuidadoras. El rol de cuidadora de la familia asociado a la mujer sigue estando muy presente, y es, muchas veces deseado y necesario.
En el ámbito clínico, las mujeres se excluyen de muchos ensayos clínico por el riesgo de embarazo. Esto ha hecho que, a veces, las dosis, los efectos secundarios o las orientaciones terapéuticas no estén tan definidas en las mujeres. También tenemos unas necesidades específicas. A lo mejor necesitamos un tratamiento que no se altere con las variaciones hormonales, u otro que, a lo mejor, no nos engorde tanto porque nos puede preocupar más ese aspecto. O un tratamiento que cognitivamente nos mantenga activas para poder tener nuestra vida laboral y nuestra vida familiar plena.
Tenemos también peculiaridades, no solo a nivel biológico, sino también a nivel afectivo. Las mujeres somos más habladoras y más sensibles en general. Tenemos otras cosas que nos hacen tener otras necesidades. Y creo que el reconocimiento de esas necesidades es una ayuda y una forma de avanzar. Por ejemplo, desde el estudio neurobiológico, el estudio de la personalidad, la farmacocinética y farmacodinámica de los fármacos, y desde el estudio de la sensibilidad especial de la mujer, sobre todo de los factores hormonales en diferentes momentos de su vida.
¿Qué demandas o peticiones tiene previsto trasladarle la sociedad al Ministerio de Sanidad durante este 2025?
Fundamentalmente, incrementar el número de psiquiatras. Es imposible poder atender la demanda ahora con el número que tenemos de psiquiatras por 100.000 habitantes. También necesitamos un mayor número de psicólogos clínicos y de enfermeras especializadas en salud mental, porque trabajamos en equipo. El tratamiento y el abordaje es pluridisciplinar. Entonces, en primer lugar, financiación para mejorar el número de profesionales y, desde ahí, mejorar los programas que den respuesta al incremento de la demanda, con posibilidad de hacer una Medicina personalizada centrada en el paciente, teniendo en cuenta sus valores y sus necesidades, y no teniendo en mente solo la remisión, sino la integración.
Sobre la configuración de equipos, son varias las voces que demandan la inclusión de la figura del psiquiatra en esos equipos multidisciplinares...
Hay especialidades médicas o áreas -como Cardiología, Oncología, Unidades del dolor, reumatológicas, etc- donde el psiquiatra tiene un papel crucial y, desde esta integración. creo que se puede dar mejor respuesta a las demandas de los pacientes. Lo decía al principio, es importante consolidar la Psiquiatría como una especialidad médica que se basa en la evidencia científica y que entiende del origen biopsicosocial de las enfermedades. Por lo tanto, tenemos mucho que decir en muchas unidades pluridisciplinares.
Un momento de la entrevista a Marina Díaz Marsá.
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