La lactancia materna o la leche con bajo contenido proteico son las opciones más recomendadas para alimentar al bebé en su primer año de vida.
Una nueva investigación refuerza la hipótesis de que
la
leche artificial para bebés con alto contenido proteico no resulta saludable
, ya que predispone a la obesidad y a un sobresfuerzo del corazón que pasa factura en la edad adulta.
De forma indirecta, el trabajo potencia la idea de que la
leche materna durante el primer año de vida sigue siendo la opción más recomendable para la salud del niño.
Los resultados forman parte de un macroestudio constituido por tres planes específicos al respecto: el Proyecto de la Obesidad Infantil (CHOP), el Proyecto de Programación de Nutrición Temprana (Earnest) y el Proyecto sobre Efectos de la Nutrición Temprana en la Salud a largo plazo (Early Nutrition).
En los últimos 12 años, la Unión Europea se ha basado en estas investigaciones para ordenar una
rebaja en el rango de proteínas que debe contener la leche artificial comercializada para alimentar a los bebés.
Trabajo de la Universidad Rovira i Virgili
El estudio, realizado por la Unidad de Investigación en Pediatría, Nutrición y Desarrollo Humano de
la
Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y Reus, revela que el tipo de lactancia administrada durante el primer año de vida resulta determinante a la hora de
prevenir problemas de obesidad en el futuro y un aumento de la función cardiaca de los niños.
Los resultados avalan la leche materna y la leche adaptada con bajo contenido proteico como elementos protectores de estas complicaciones.
Esta investigación ha demostrado que consumir leche artificial con un alto contenido proteico durante el primer año de vida tiene efectos sobre la función cardiaca que ya se hacen evidentes cuando el niño tiene sólo dos años, debido al
sobrepeso derivado de este tipo de alimentación.
Una cohorte de 141 niños
La investigación, en la que han participado profesionales de la Unidad de Investigación en Pediatría, Nutrición y Desarrollo Humano (que pertenece al Departamento de Medicina y Cirugía de la URV)
Rosa Collell,
Joaquín Escribano y Ricardo Closa, evaluó los efectos de diferentes tipos de leche en 141 niños durante el primer año de vida.
Un grupo de 50 niños tomaron leche con alto contenido proteico (2 g/100 ml diarios en la leches de inicio y 3 g/100 ml en la de continuación). Otro grupo de 47 niños consumió leche de fórmula con bajo contenido proteico (1 g/100 ml al día en la leche de inicio y 1,5 g/100 ml en la de continuación). En el estudio también intervino un grupo control de 44 niños que se alimentaron de leche materna (que se asimila a la leche con bajos niveles de proteína).
Dos variables medidas: la masa cardiaca y su actividad
Durante el segundo año de vida, a los niños se les hizo una ecocardiografía de control para observar, por un lado, la masa cardiaca y, por otro, la función del corazón.
Aunque la masa cardiaca no presentó cambios significativos, sí se vieron diferencias en la función cardiaca. Aquellos niños que durante el primer año de vida habían tomado leche con más proteínas presentaban un índice de masa corporal (IMC) más elevado y, por tanto, una sobrecarga cardiaca respecto a los niños alimentados con leche con menos proteínas y leche materna.
“Si el niño pesa más, el corazón trabaja más y bombea más sangre. Si esto se mantiene a lo largo del tiempo, el corazón podría sufrir una sobrecarga y tener más riesgo de hipertrofia, y eso no es saludable”, ha declarado Escribano, uno de los coordinadores del estudio.
Entre los niños que formaron parte de este trabajo no se detectaron casos de obesidad porque sólo tenían dos años, aunque el aumento detectado en la función cardiaca “nos hace tener una idea de lo que puede pasar más adelante”, ha señalado Escribano.
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