Serafín Málaga, presidente de la Asociación Española de Pediatría.
30 may. 2017 15:10H
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El acoso escolar afecta a casi el 23 por ciento de la población escolarizada de manera reiterada y frecuente y, a pesar de que este se realiza de manera principalmente física en niños y en forma de exclusión en niñas, el daño psicológico que deja es más intenso y permanente que el daño físico, según la educadora social especializada en temas de medicación escolar, Marta Jurado.
Ante la importancia que ha cobrado este tema en la sociedad, el 65º Congreso de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que se celebrará del 1 al 3 de junio en Santiago de Compostela, tendrá un marcado interés por los temas de carácter social con implicaciones clínicas pediátricas, como es el caso del acoso escolar, la identificación de género, el abuso sexual o la violencia de género en adolescentes.
Respecto a las posibles señales que indiquen que el menor está sufriendo acoso escolar, un niño que está solo en el aula, solo en el patio o que prefiere estar solo en casa debería ser una de estas, pues "los niños, las personas en general, somos por naturaleza seres sociales, no podemos escudarnos en frases como es tímido o prefiere estar solo con en el recreo; si bien hemos ganado con los años en comunicación entre padres e hijos, hemos reducido el tiempo que se pasa con ellos y, por ende, la cantidad de las conversaciones que con ellos mantenemos", ha explicado Jurado.
Por lo tanto, ya que es fundamental que los padres puedan reconocer lo antes un posible caso de acoso escolar, la especialista ha destacado que se debe empezar a sospechar "cuando el niño comienza a tener dificultades para conciliar el sueño, se muestra irritable, o con nauseas o cefaleas por las mañanas a la hora de ir al colegio, baja su rendimiento escolar sin razón aparente, o se muestra esquivo a la hora de contar cosas referidas al colegio", asegura esta educadora social.
"Siempre en un tono conciliador, sin acusar, y es fundamental no culpabilizar al niño en el entorno doméstico arremetiendo contra su forma de vestir o de peinarse, o su forma de ser, sus preferencias, etcétera, pensando que si modificamos desde el hogar aquello que le hace diferente, evitaremos que puedan burlarse de él en el colegio", ha subrayado Jurado. Es básico, en este sentido, la labor de refuerzo positivo de los padres, que sientan que se les quiere de manera incondicional, independientemente de cómo sean física o intelectualmente.
Así, la labor del pediatra en este caso es fundamental en términos de acompañamiento del menor y su familia, pues este debe valorar el daño físico y psíquico producido al menor y derivarlo en caso necesario a otros especialistas, como pudiera ser el psicólogo; debe contribuir a restituir la autoestima del menor, reforzando los mensajes positivos que hagan sentir al niño seguro y bien consigo mismo, ha asegurado la experta.
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