El astronauta Scott Kelly, el primer estadounidense en pasar un año en el espacio.
Los
viajes al espacio no son buenos para la vista ni para la mente o el cerebro. O eso concluye uno de los pocos estudios realizados hasta la fecha sobre los cambios de este órgano en
condiciones de antigravedad.
En concreto, la investigación,
que se publica en la revista científica especializada Microgravity (que pertenece a
Nature), desvela una
pérdida muy notable de
sustancia gris en la zona que rodea las
órbitas de los ojos y en los
polos frontal y temporal del cerebro (algo que, entre otras anomalías, explicaría la
miopía con que vuelve la mayoría de los
astronautas a
La Tierra).
Un descubrimiento que encaja con una hipótesis reciente de los científicos acerca de cambios en la
estructura del nervio óptico debidos a la microgravedad, según se aclara en la publicación.
El trabajo hace un seguimiento a
27 astronautas, de una edad media de 48 años, con imágenes tomadas por
resonancia magnética funcional (MRI, por sus siglas en inglés). 13 de ellos llevaron a cabo una
misión espacial tripulada durante dos semanas, y los otros 14 permanecieron seis meses en la
estación espacial internacional (ISS en la abreviatura anglosajona).
A la hora de ver los resultados del estudio, las anomalías en la región donde se aloja el globo ocular y se extiende el nervio óptico (desde el hueso temporal al occipital, ubicado detrás del cráneo)
no fueron las únicas que salieron a la superficie.
Según describen los autores del trabajo, también hubo otros hallazgos igual de “intrigantes” o inexplicables a priori, como un aumento de la sustancia gris en áreas que se relacionan con la
representación cerebral somatosensorial de las piernas.
Sin conclusiones ni mucho menos definitivas acerca de por qué sucede tal cosa, los investigadores han lanzado una hipótesis: la
redistribución del líquido cefalorraquídeo (LCR) está relacionada con estos cambios.
El valor de las observaciones, que se discute en el artículo, estriba en que no se tienen más datos, hasta el momento, de cómo afecta a la estructura del cerebro la
permanencia prolongada en el espacio.
Sí se tiene información, en cambio, de cómo influye la ausencia de gravedad en otras condiciones físicas como, por ejemplo, el sentido del equilibrio (localizado en el oído) o la falta de presión en el cuerpo.
Más allá de la estructura: la mente ante la falta de gravedad
Por último, otros estudios han señalado que la falta de gravedad no solo afectaría a la estructura observable del cerebro, sino también a la psique.
Para concluir tal cosa, los científicos parte, por el momento, de modelos que reproducen en ratones las condiciones del espacio, y que, al parecer, describen en ellos comportamientos de
ansiedad, fallos de memoria y otras
alteraciones cognitivas que, se presupone, también afectarían a los humanos. Y que se han asociado, asimismo, con un
deterioro de las conexiones neuronales y una inflamación del cerebro.
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