Carolina Soriano y Jordi Jiménez-Conde.
El
riesgo de morir después de sufrir un
ictus isquémico se multiplica si nuestra
edad biológica, que viene marcada por los hábitos de vida o el lugar de residencia, entre otros factores, es
superior a nuestra edad cronológica, marcada por la fecha de nacimiento. Así lo destaca un estudio de investigadores del Grupo de investigación Neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (
IMIM).
Según los resultados obtenidos, cada año de edad biológica acumulada respecto de la edad cronológica
incrementa un 6 por ciento el riesgo de morir en un
periodo de tres meses después de sufrir un ataque. A la vez, el grado de severidad de les secuelas es más importante. Y todo ello independientemente de otros factores de riesgo. El trabajo lo publica la revista
Scientific Reports.
La investigadora principal del estudio,
Carolina Soriano-Tárraga, explica que se analizaron casi
600 pacientes atendidos en el Hospital del Mar por un ictus isquémico. En estos casos, la mortalidad media al cabo de 3 meses se situó entre el
15 y el 20 por ciento.
Los investigadores determinaron su edad biológica a partir de marcadores epigenéticos (cambios en los genes causados por factores externos), concretamente, la
metilación del ADN (el principal mecanismo epigenético). Y comprobaron, según Soriano, que “la
edad biológica aporta
información extra. Se correlaciona muy bien con la edad cronológica, es muy similar, pero tiene información extra sobre el estado funcional de la persona”.
Por lo tanto, “es un
mejor predictor de mortalidad a tres meses en comparación con la edad cronológica”, incluso sin tener en cuenta otros factores externos, la gravedad del ictus o el estado funcional previo del paciente.
Más afectación en el ictus aterotrombótico
El estudio también analizar el
peso de la edad biológica teniendo en cuenta el tipo de ictus. Así, en los
ictus aterotrombóticos -asociada a altos niveles de colesterol, al hábito del tabaco y a la diabetes-, que acostumbran a darse en pacientes más jóvenes (entre 55 y 60 años de media), fue en los que se mostró como un mejor indicador de mortalidad.
"La edad biológica aporta información extra"
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En cambio, en los
cardioembólicos, más habituales en pacientes de más edad, el efecto de la edad biológica no era evidente. Esto confirma, según la investigadora principal del estudio, que la edad biológica es un
buen biomarcador.
“En un paciente joven la edad biológica, el estilo de vida, tiene un mayor impacto, indica un envejecimiento más grande y un riesgo más elevado de mortalidad después de sufrir un ataque, así como una mayor severidad de las
secuelas", asegura Soriano-Tárraga.
Es decir, “no son tan jóvenes” como indica su edad cronológica. Estudios anteriores que habían comparado a pacientes que habían sufrido un ictus con pacientes que no, indicaban que para una misma edad cronológica, el grado de envejecimiento de los ictus era de
2,5 años más grande de media, siendo de hasta
7 años en los casos más jóvenes.
Detectar el riesgo
La utilización de este marcador “puede servir para
detectar los pacientes que tienen un riesgo más elevado de morir después de sufrir un ictus”, según Carolina Soriano-Tárraga. ”Este estudio es muy congruente con los hallazgos de nuestros estudios previos, corroborando que la edad biológica tiene un
gran valor informativo sobre el estado de envejecimiento real de las personas, sobre su riesgo de sufrir enfermedades asociadas a la edad, y sobre la capacidad del individuo de afrontarlas”
explica Jordi Jiménez-Conde, neurólogo del Hospital del Mar responsable de la línea de investigación.
“El hecho que este envejecimiento biológico sea fruto de diferentes exposiciones y factores externos abre la puerta a futuros
tratamientos y terapias de prevención”, añade.
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