El cobre es utilizado en hospitales por sus cualidades antimicrobianas.
A ojos de los usuarios puede pasar por un elemento estético, algo casi imperceptible. Sin embargo, para técnicos y gestores de la sanidad, el tono rojizo del
cobre constituye una señal de seguridad. Existen cientos de estudios que certifican que este metal posee
cualidades antimicrobianas, lo que lo hace idóneo para
reducir el riesgo de infecciones en quirófanos, unidades de cuidados intensivos y otras instalaciones sanitarias que traten a pacientes inmunodeprimidos. El problema es que su instalación suele ser incómoda dado que las láminas tienden a desprenderse y pueden ocasionar heridas en la piel. Al menos, así ha sido hasta la fecha, pues el sector de la Ingeniería ya trabaja en nuevos métodos de aplicación “mucho más eficaces” que permitirán incorporar el cobre “de una manera
permanente”.
No son ningún secreto las virtudes del cobre a la hora de controlar las llamadas
infecciones nosocomiales. Es decir, aquellas que se transmiten en los propios hospitales y que se manifiestan generalmente cuando el paciente ya se encuentra en su casa. El mero hecho de recubrir de este metal manillas y empujadores de puertas puede ayudar a combatir estos contagios, incluido el del
Covid-19. “En pocos minutos, las bacterias resistentes a los medicamentos
sucumben en su contacto con el cobre”, recoge un artículo de la
Asociación Española de Ingeniería Hospitalaria (AEIH).
En este
análisis sobre las propiedades antimicrobianas del cobre se incide en que, hasta ahora, “la única posibilidad de uso en los hospitales” del cobre “consistía en la aplicación de
láminas adhesivas”. “Y esto exige una revisión que incluye un mantenimiento proactivo; no hay que olvidar que, como cualquier metal, el cobre puede infringir pequeñas
heridas en la piel si se desprende de su soporte”, señala.
Ante esta problemática, la asociación de ingenieros pone sobre la mesa otras opciones para que la instalación de este material sea permanente. En los últimos años han surgido fórmulas como la
pigmentación tradicional o la electrostática y la
electrodeposición. No obstante, el análisis se detiene en la novedosa
‘Cold Gas Spray Coating’ (CGSC), un recubrimiento por proyección
en frío y a muy alta velocidad de partículas de cobre.
Características e instalación del CGSC
Este proceso implica el uso de un
gas a alta presión, como nitrógeno o helio, a fin de acelerar las partículas de metal. Para ello se utilizan polvos sólidos (de 1 a 50 micrómetros de diámetro) que se aceleran en un chorro de gas a velocidades supersónicas de hasta 1.200 m/s. Durante el impacto con el sustrato, estas partículas sufren una deformación plástica y
se adhieren a la superficie para lograr un espesor uniforme.
“El metal proyectado a baja temperatura no es solo adherido, sino que se incorpora a la propia masa del receptor recubriéndolo”, apunta el escrito. De esta forma, se logra que la superficie adquiera
de forma “permanente” las propiedades antimicrobianas del cobre.
“Sus aplicaciones son diversas y están creciendo rápidamente: se utiliza en la industria aeroespacial para reparar y restaurar componentes de
aeronaves, en la automotriz para crear piezas de
motores de alto rendimiento y en la médica para crear
recubrimientos biocompatibles”, concluye.
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