Juan Yermo, director general de Farmaindustria.
15 sept. 2023 20:10H
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El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha presentado este viernes la propuesta estratégica de la Presidencia española del Consejo de la UE para fortalecer la seguridad económica y el liderazgo global de la UE para la próxima década, en el marco del Foro ResilientEU2030, en la sede de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), en Madrid. Esta hoja de ruta, elaborada con aportaciones de los 27 Estados miembros, señala directamente a la industria farmacéutica como uno de los sectores estratégicos por los que hay que apostar para hacer efectiva la autonomía continental, con el objetivo de lograr que la UE se convierta en un hub mundial de innovación y producción biomédica, con lo que eso supondría en términos de salud, riqueza y bienestar para la región.
Las prioridades de este documento de trabajo, que se prevé que sea uno de los ejes de la cumbre europea prevista en Granada para los primeros días de octubre, se resumen en cinco “de igual importancia”: producción interna, integración en un mercado único, innovación, internacionalización y autoconfianza.
Existe un amplio consenso sobre la necesidad de potenciar el sector industrial español, cuyo peso sobre el PIB (sin la Construcción) es del 15 por ciento, casi tres puntos por debajo de la media de la UE. A su vez, la pandemia de la Covid-19 ha podido constatar que, con un modelo productivo bien estructurado y equilibrado y un sistema sanitario de acceso universal -adecuadamente dimensionado en medios humanos y técnicos y que invierta sus recursos de manera eficiente-, las economías pueden ser más resilientes no solo ante otro tipo de pandemias que puedan aparecer en el futuro, sino ante posibles crisis financieras y shocks geopolíticos como los que hemos vivido en el pasado y estamos viviendo en la actualidad.
Al mismo tiempo, una de las principales lecciones que dejó la pandemia es que tener una importante capacidad para la fabricación de medicamentos ofrece seguridad y autonomía estratégicas para nuestro país. También reveló la excesiva dependencia que tienen Europa y España de países asiáticos en la producción de principios activos y medicamentos esenciales.
Se estima que el 60 por ciento de los ingredientes activos (API) empleados por las plantas de fabricación tienen su origen en Europa y casi un 30 por ciento tiene su origen en India y China- Los más afectados son medicamentos veteranos, ya sin protección industrial y sometidos a bajadas constantes de precio, lo que ha ido desplazando su producción a Asia, pero que siguen siendo muy valiosos para combatir muchas enfermedades.
En concreto, el citado documento recoge que la UE debería promover la mejora de su capacidad de producción farmacéutica, “que ha experimentado un descenso significativo en las últimas dos décadas. Una prioridad debería ser la fabricación de antibióticos, anestésicos, medicamentos hematológicos y oncológicos y vacunas, así como medicamentos menos rentables que se necesitan para tratar enfermedades, como trastornos neurodegenerativos y cánceres pediátricos”.
Una forma de garantizar acceso rápido a los tratamientos
“Que la reindustrialización europea y la autonomía estratégica abierta sean dos de las prioridades de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea en este semestre es una buena noticia. Y también lo es que España apueste por sectores estratégicos que puedan contribuir a modernizar el tejido productivo y generar riqueza y empleo de calidad”, valora el director general de Farmaindustria, Juan Yermo, quien ha participado en el citado encuentro de la CEOE.
Pero no todo debe focalizarse en la producción. “La verdadera autonomía estratégica se da cuando un país también genera innovación, que es la base del futuro. Por tanto, no solo se trata de la fabricación de medicamentos esenciales, sino también de generar los medicamentos del futuro a través del impulso a la investigación”, añade el director general de Farmaindustria.
Y es que, a quien beneficia fundamentalmente impulsar la autonomía estratégica es a los pacientes españoles y europeos, pues se garantizaría el acceso rápido y continuado a los tratamientos que necesiten. En este punto, Yermo recuerda que “hoy buena parte de la innovación farmacéutica no está llegando a los pacientes españoles que la necesitan o lo hace con mucho tiempo de retraso y con restricciones en su uso”. El sector invirtió en 2021 casi 1.300 millones de euros solo en España en investigación y desarrollo de medicamentos, una inversión que se podría ver desincentivada por los problemas de disponibilidad de los nuevos medicamentos.
En este sentido, es importante recordar la propuesta de revisión de la legislación farmacéutica europea supone una oportunidad para mejorar los incentivos de inversión para las compañías, así como un impulso a la recuperación de las posiciones perdidas frente a otros mercados más atractivos. Como dice el documento presentado por Sánchez, “invertir decididamente en I+D de nuevos medicamentos y terapias avanzadas, un ámbito en el que Europa va por detrás de China y Estados Unidos, ayudará a hacer frente al aumento de enfermedades como el cáncer, mantendrá la competitividad de la industria farmacéutica europea y garantizará un acceso asequible a tratamientos innovadores por parte de los ciudadanos de la UE”.
Desafíos para contribuir a la autonomía estratégica
Por tanto, la industria farmacéutica es una parte esencial de las economías desarrolladas y, como tal, su desarrollo e impulso es de interés general. ¿Cuáles son, los desafíos clave que afronta este sector en relación con la búsqueda de esa autonomía estratégica abierta?
En primer lugar, potenciar el rol de la industria farmacéutica en España como plataforma mundial de producción de medicamentos, atrayendo inversión. Nuestro país cuenta con un total de 103 plantas de producción de medicamentos de uso humano, once de ellas de medicamentos biológicos. Si se suman las fábricas de producción de principios activos (46) y de uso veterinario (24), el total de plantas farmacéuticas asciende a 173, pertenecientes a 122 grupos empresariales. El sector está en condiciones de reforzar y ampliar esta estructura productiva.
En paralelo, el otro gran desafío es potenciar la investigación biomédica, como pilar de esa autonomía estratégica. “De nada serviría focalizarse sólo en la fabricación sin un sólido ecosistema innovador que garantice el conocimiento sobre las nuevas tecnologías médicas. Revisar los actuales mecanismos de apoyo a la innovación farmacéutica y de colaboración público-privada, incluyendo nuevos modelos de cofinanciación, con el fin de afianzar el liderazgo de España en investigación clínica, impulsar la investigación en atención primaria y fomentar la investigación preclínica y traslacional y los clusters de innovación biomédica (en particular, las terapias avanzadas) deberían estar en la agenda del nuevo Gobierno”, sostiene Yermo.
También se requiere fomentar la digitalización del sector, construir el data lake nacional, y promover la inteligencia artificial a lo largo del ciclo de vida del medicamento. Estas acciones mejorarían nuestro ecosistema de innovación y potenciarían sinergias entre la investigación pública nacional y la industria farmacéutica, posicionando a España como un hub farmacéutico mundial. “La apuesta de país debe residir en un refuerzo de la fabricación de los medicamentos llamados de síntesis química, pero sobre todo en el impulso de la fabricación de terapias avanzadas, como las génicas y las basadas en todas las ciencias ómicas, porque esto nos permitirá fortalecer no sólo el tejido industrial farmacéutico en nuestro país, sino también colocarnos a la vanguardia del conocimiento en este terreno”, apostilla el director general de Farmaindustria.
Como ha declarado el presidente en funciones del Gobierno y como recoge el documento, “las soluciones que la UE necesita no están en el pasado, sino en el futuro. Los Estados miembros no deberían reemplazar muchos de los bienes, servicios y materias primas que actualmente importan del exterior con equivalentes producidos en el país o en otros países extranjeros, sino con aquellas alternativas nuevas y más disponibles, competitivas y sostenibles que la ciencia tiene para ofrecer. Para lograrlo será imprescindible una apuesta decidida por la I+D y la adopción de nuevas tecnologías y formas organizativas respetando el principio de precaución”.
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