La crisis fuerza la redimensión de la industria farmacéutica española

Marcos Domínguez. Madrid
Para la industria farmacéutica española, 2013 fue su ‘annus horribilis’. En mayo, el Grupo Esteve anunciaba 225 despidos de su división farmacéutica –el 15 por ciento de su plantilla–, acuciada por unas pérdidas de 56 millones de euros. El despido masivo afectaba a su departamento comercial, pero también a los de I+D, innovación farmacéutica, industrial y unidades de apoyo.

En julio era otro de los grupos catalanes más potentes, Uriach, el que anunciaba el cierre de su división de genéricos Pharmagenus y la consecuente salida de sus 35 empleados. El grupo empresarial ya había decidido, tras los primeros coletazos de esta crisis, recortar en un centenar el número de trabajadores, repartiendo el ERE entre sus diferentes filiales.

Ya a finales de año, en diciembre, era Almirall la que decidía suprimir 250 empleos en el país, mayoritariamente en su red de ventas. Posteriormente, esa cantidad se reduciría hasta 180 trabajadores, a los que se añadirían –tras haber presentado las cuentas de 2013, con 33,7 millones de euros en pérdidas– otros 190 provenientes de sus filiales europeas.

A principios de 2014 ha habido otro golpe más, la cancelación del proyecto conjunto de Rovi y Ferrer para la construcción de la primera planta española de producción de vacunas en Granada. En esta ocasión no se destruyó empleo pero sí se dejó de crear: entre 60 y 100 puestos de trabajo hubieran nacido gracias a este plan.

La presión constante sobre los precios de los medicamentos ha sido una de las principales razones aducidas por los grandes laboratorios para justificar estas noticias negativas, más allá de la propia económica, que ya hirió a otros más pequeños, proveedores como Labiana e Inkeysa, en los primeros años de esta. Las normas constreñidoras del mercado que han ido apareciendo entre 2010 y 2012 también han jugado su papel. Por ejemplo, la introducción de la prescripción por principio activo (introducida a nivel nacional por el Real Decreto 16/2012) ha afectado duramente a los departamentos comerciales.

Vocación internacional

Estas consideraciones son las que han parecido hacer centrarse en el negocio internacional a los laboratorios españoles más potentes.  Esteve ya tiene la mitad de su negocio en el extranjero, y para Grifols el negocio dentro de nuestras fronteras está jugando un papel mínimo en su estrategia (menor todavía tras la adquisición de la unidad de diagnóstico de sangre de Novartis), aunque eso no le libre de tener preocupaciones: las agencias de calificación han mostrado reticencias sobre su deuda.

En el caso de Almirall, esta estrategia tampoco le ha librado de tener que reajustar su plantilla, al menos en Europa. Como si de una huída hacia delante se tratara, el grupo anunciaba poco antes la adquisición de la norteamericana Acqua Pharmaceuticals, buscando en el continente su próximo refugio.

En la búsqueda de la expansión internacional, otros laboratorios, sin embargo, han encontrado un equilibrio en las licencias de sus productos. Por ejemplo, la farmacéutica de origen vasco Faes llegó a un acuerdo para introducir su antihistamínico bilastina en Japón de la mano de GSK. Y la gallega Zeltia (que realizó en un ERE de 23 empleados en su filial Noscira en 2012) aumentó sus beneficios el año pasado un 72 por ciento, gracias sobre todo a un aumento del 10 por ciento en las ventas de su fármaco estrella, Yondelis, y la entrada en EE UU de la mano de Johnson & Johnson.

Viendo que el mercado español no ofrece demasiadas oportunidades, ha entrado en juego la capacidad de los laboratorios de evolucionar hacia el panorama internacional. No obstante, la apuesta por el exterior no es la panacea y no valen todas las estrategias para mantener la buena salud de las compañías que llevan la ‘marca España’ farmacéutica fuera de nuestras fronteras.

ENLACES RELACIONADOS:

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