De los casi 6 millones de españoles con este tipo de diabetes, un 43% no está diagnosticado.
13 jul. 2020 14:00H
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La intervención temprana e intensiva es necesaria para el control adecuado de la diabetes tipo 2, ya que empieza en realidad muchos años antes de que sea diagnosticada. Según Fernando Gómez-Peralta, de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital General de Segovia, el punto de partida de la diabetes tipo 2 se encuentra antes del nacimiento, "en la programación intraútero, y en la programación genética".
Si bien, la genética no es la causa única, también contribuyen los hábitos de vida. Razones por las que para este experto, “cuanto antes hagamos frente a la enfermedad mejores serán los resultados. Y sabemos que hacen falta muchos años para ver beneficios. Por tanto, la intervención temprana e intensiva es imprescindible si queremos que esta pandemia deje de progresar”.
Así lo constata el estudio, liderado por este experto, '¿Cuándo empieza la diabetes? Detección e intervención tempranas en diabetes mellitus tipo 2', publicado en la Revista Clínica Española y que se presentó hace unos días en un Simposio, organizado por Novo Nordisk, en el Congreso de la Sociedad Española de Diabetes (SED).
Respecto a la intervención temprana, Gómez-Peralta explica que no debe ser sólo una intervención científica y médica, “tenemos que sacar la diabetes del hospital, del centro de salud. Hay que ir a los colegios para empezar a prevenirla, con la educación alimentaria, y a los centros de trabajo para detectarla. Hemos fracasado muchas veces en las estrategias de detección porque lo queremos hacer en la consulta médica”.
Sobre la intensidad del tratamiento asegura que, “un tratamiento intensivo no debe estar basado en objetivos que se pusieron hace años y que tienen que ver con la presencia actual de complicaciones, sino que tenemos que intentar prevenirlas décadas antes. Esto se puede conseguir con un tratamiento intensivo que busque la normalidad en los objetivos de glucemia desde las fases iniciales de la enfermedad”.
De esta manera, y como exponen los autores en el estudio, el reconocimiento de un estado disglucémico, lo que se conoce como “prediabetes”, entre la tolerancia normal a la glucosa y la diabetes tipo 2, basado fundamentalmente en criterios bioquímicos, supuso un avance para el desarrollo de programas de prevención. Sin embargo, “para avanzar en la detección de personas con diabetes tipo 2, quizá haya que dejar de hablar de prediabetes, ya que probablemente no exista diferencia entre ésta y la diabetes. Así, cuanto antes empecemos a llamarla por su nombre antes empezaremos a tratarla”.
Y para definir estas estrategias más tempranas, intensivas y personalizadas de tratamiento, junto al diagnóstico bioquímico hay que tener en cuenta parámetros genéticos y clínicos. No hay que olvidar que la diabetes tipo 2 aumenta de forma alarmante, con el consiguiente aumento de la morbimortalidad y el impacto económico. De los casi seis millones de españoles con este tipo de diabetes un 43 por ciento (2,3 millones) no están diagnosticados.
Fisiopatología de la diabetes
Gómez-Peralta advierte de que “en los últimos años se está sobreutilizando la estadística y, especialmente, en la forma de trasladar los datos estadísticos a una persona concreta con diabetes. Pero no hemos de olvidar que la fisiopatología es la que nos ayuda a entender la enfermedad. Y sin entenderla es muy difícil que podamos abordarla correctamente”.
La célula beta es la célula productora de insulina y durante mucho tiempo la diabetes se ha explicado como un binomio insulina-glucosa, comenta. “Aunque hay otras hormonas y otros mecanismos neuroendocrinos relacionados con el control del metabolismo. En los últimos años, utilizamos sobre todo fármacos que trabajan más en la célula alfa, productora de glucagón, que en la célula beta. Pero es importante reconocer que la célula beta es como un tesoro que debemos mantener a lo largo del tratamiento, es decir, que aunque utilicemos otras dianas terapéuticas, todas deben tener en cuenta que el objetivo final es dejar en reposo lo máximo posible esta célula”.
El diagnóstico de la diabetes tipo 2 está marcado por un nivel de hemoglobina glicosilada (HbA1c) igual o superior a 6,5, es decir, se basa en los niveles de glucosa plasmática y en el consiguiente riesgo de desarrollar complicaciones microvasculares. A pesar de todo, este experto recuerda que, “se ha demostrado que las personas con glucosa basal alterada y/o intolerancia a la glucosa tienen un alto riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular aterosclerótica. De ahí, la importancia de actuar desde las fases más precoces de la enfermedad”. Hay estudios que constatan que las personas que terminan siendo diagnosticadas de diabetes tipo 2, veinticinco años antes ya tienen un perfil diferente en marcadores de riesgo cardiovascular.
Por otro lado, indica que, además del control de la glucemia, no hay que olvidar el control del peso en el abordaje de esta patología. De hecho, añade que “en general, las intervenciones que reducen peso han sido muy buenas para reducir también la glucemia. Y las intervenciones precoces que trabajan fisiopatológicamente reduciendo el peso son las que tienen más posibilidades de que tengan beneficios constantes y a largo plazo”.
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