Redacción. Madrid
María Buti, catedrática de Medicina y jefe clínico de la Unidad de Hepatología del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona, ha informado de que, desde que se dispone de nuevos antivirales para la hepatitis C, “la combinación de daclatasvir y sofosbuvir se muestra muy eficaz para pacientes infectados por genotipo 3, y especialmente para pacientes con cirrosis hepática”.
María Buti.
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Estas reflexiones han tenido lugar en el contexto del 41º Congreso Anual de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) que se ha celebrado en Madrid, Bristol-Myers Squibb ha organizado el simposio ‘Conhecta: uniendo fuerzas para ofrecer respuestas a los pacientes’, en el que se ha analizado la evolución en los tratamientos de las hepatitis virales crónicas.
En efecto, tras la llegada de daclatasvir en España en 2015, la Comisión Europea aprobó la semana pasada su uso para tres nuevas poblaciones de pacientes, en combinación con sofosvubir: pacientes con VHC con cirrosis descompensada, coinfección por VIH-1 (virus de la inmunodeficiencia humana) o aquellos con recurrencia del VHC postrasplante hepático.
Ante esta nueva ampliación de la indicación, Buti ha considerado que “la combinación de daclatasvir y sofosbuvir se muestra muy eficaz para pacientes infectados por genotipo 3, y especialmente para pacientes con cirrosis hepática”.
Como también ha concluido Jean-Michel Pawlotsky, director del Centro Nacional de Referencia para Hepatitis Virales B, C y Delta de París, la combinación daclatasvir más sofobuvir con o sin ribavirina es el tratamiento de elección para el tratamiento de la infección por genotipo 3 del VHC, en cualquier población de pacientes.
En la actualidad, se estima que la prevalencia de hepatitis C en nuestro país se sitúa alrededor de un 0,4-2,6 por ciento de la población, según se ha recogido en el Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C en el Sistema Nacional de Salud (SNS).
“En estos momentos, los pacientes diagnosticados de hepatitis C que presentan un grado de fibrosis significativo tienen la suerte de ser tratados adecuadamente. El principal reto al que nos enfrentamos los profesionales sanitarios ya no es el acceso al tratamiento, sino la identificación de los pacientes asintomáticos. Sin embargo, cabe decir que una vez diagnosticados, la terapia a la que son sometidos es igual de eficaz y segura”, ha matizado la especialista.
Futuro de la terapia de la hepatitis vírica
Por su parte, Bruno Sangro, director de la Unidad de Hepatología de la Clínica Universidad de Navarra, ha abordado el futuro más allá de la curación de las hepatitis virales, ya que tanto el virus de la hepatitis B, como el virus de la hepatitis C, ante todo en pacientes en los que la infección crónica ha alcanzado el estadio de cirrosis o de fibrosis avanzada, incrementa notablemente el riesgo de desarrollar cáncer primario de hígado, con una incidencia de entre un 3 y un 5 por ciento anual.
Con la llegada de los análogos de nucleósidos frente al VHB y de los antivirales de acción directa frente al VHC, se ha logrado suprimir de forma mantenida la replicación del VHB y curar la infección por VHC en la mayor parte de los pacientes, si bien Sangro ha incidido en que “el riesgo de desarrollar cáncer primario hepático no desaparece ni total ni rápidamente, porque es la consecuencia de un daño genómico acumulado durante años, y por lo tanto los pacientes no deben abandonar los programas de cribado de hepatocarcinoma, que ayudan a detectar este cáncer de forma muy sencilla, mediante una ecografía cada seis meses”.
En la actualidad, “estos tratamientos son eficaces y seguros a largo plazo, ya que permiten controlar el virus y suprimen cualquier replicación viral, previniendo la progresión de la enfermedad y reduciendo el riesgo de hepatocarcinoma (cáncer primario de hígado). En lo que respecta a la hepatitis C, los tratamientos de corta duración ofrecen unos resultados en la práctica clínica igual de efectivos que en los ensayos”, ha corroborado.
La promesa de la Inmunooncología en hepatocarcinoma
Durante el simposio, Sangro ha destacado los buenos resultados iniciales de eficacia que existen con la inmunoterapia en hepatocarcinoma, que es muy quimiorresistente y en la actualidad solo cuenta con un tratamiento sistémico antiangiogénico capaz de prolongar la supervivencia solo en los pacientes en estadios avanzados, y en los últimos seis años no se ha logrado mejorar estos resultados con otros fármacos sistémicos probados en ensayos clínicos bien diseñados y con amplias muestras de pacientes.
“En este contexto, con la eficacia demostrada con algunas inmunoterapias en tipos tumorales muy diferentes, como melanoma o carcinoma renal o de pulmón, en los últimos años hemos probado en estudios precoces de un solo brazo con anti-CTLA4 y más tarde con anti-PD1 si había indicios de eficacia en pacientes con hepatocarcinoma. Y los datos sugieren que pueden tener una eficacia notable”, ha explicado.
En concreto, las señales precoces de actividad del anticuerpo anti-PD1, nivolumab, han llevado a la puesta en marcha de ensayos clínicos que pretenden responder a la pregunta de si nivolumab puede ser superior al tratamiento antiangiogénico que es el estándar actual para el tratamiento de pacientes con hepatocarcinoma avanzado.
“Hay indicios fuertes de eficacia, porque nivolumab produce tasas de respuesta de entre el 15 y el 20 por ciento, incluyendo respuestas completas que es algo muy inhabitual, pero además consigue estabilizaciones muy prolongadas en un porcentaje importante de los pacientes, alrededor de un 30-40 por ciento, y esto sugiere que la supervivencia pudiera verse incrementada”, ha concluido.
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