Cristina Mayor-Ruiz recibe este jueves el Premio Jóvenes Investigadores de Farmaindustria

 Cristina Mayor-Ruiz, investigadora, recibe el premio de Farmaindustria.
Cristina Mayor-Ruiz, investigadora y ganadora del Premio Jóvenes Investigadores de Farmaindustria.


18 abr. 2024 12:50H
SE LEE EN 8 minutos
Este jueves, Cristina Mayor-Ruiz no entrará al laboratorio como hace cada día. La investigadora ha sido galardonada con el Premio Jóvenes Investigadores que ha otorgado Farmaindustria con motivo de su 60 aniversario y cuelga la bata para recoger el galardón en Madrid. 

Mayor-Ruiz lidera un grupo de investigación en el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) centrado en el descubrimiento de fármacos mediante la degradación dirigida de proteínas. Gracias a ello, pueden llegar a dianas terapéuticas que hasta ahora eran inalcanzables, lo cual contribuye a reducir las resistencias a las terapias tradicionales. Se trata del primer eslabón de la vida de los fármacos, donde los científicos tienen mucho que aportar. 

"Los científicos estamos al principio de la cadena en la que intentamos aportar conocimiento que ayude a entender mejor el cáncer y, quizá, desarrollar fármacos. En definitiva, generamos conocimiento", explica Mayor Ruiz en una entrevista concedida a Redacción Médica

De hecho, en este camino de trasladar conocimiento, su grupo formará parte de un equipo internacional que acaba de recibir 25 millones de euros para desarrollar fármacos degradadores contra dianas para cánceres pediátricos. Una investigación que comenzarán el próximo mes.

Sus investigaciones se centran en el descubrimiento de nuevos fármacos para frenar el cáncer ¿En qué concretamente? ¿Cuál es la modalidad terapéutica novedosa que aplica que reconoce este galardón?

Nos dedicamos al desarrollo de fármacos degradadadores. Los tumores dependen de proteínas que han mutado y, por eso, podemos considerarlas malignas, están desreguladas. Los fármacos tradicionales intentan inhibir estas dianas terapéuticas, mientras que con los fármacos degradadores utilizamos unos sistemas de limpieza de proteínas, que tienen todas nuestras células, para dirigir esos sistemas específicamente contra estas proteínas malignas. Se trata de destruirlas en vez de simplemente inhibirlas, ahí está lo novedoso.

¿Cómo han logrado atacar dianas terapéuticas que antes eran inalcanzables?

La farmacología tradicional, que son los fármacos inhibidores, es capaz de llegar solo hasta un número de dianas terapéuticas. Si lo imaginas como una llave y una cerradura, estos medicamentos tienen que encajar perfectamente en la cerradura, que serían esas proteínas malignas. Eso quiere decir que solo hay un abanico de dianas a las que pueden atacar. Por otro lado, nuestros fármacos no encajan en un sistema de llaves y cerraduras.  Ellos funcionan estando cerca o asociándose a estas proteínas. Podemos abordar un abanico mucho más amplio de estas proteínas malignas que antes no era posible atacar.

¿A qué tumores se dirigen concretamente?

Lo único que necesitamos saber es la diana terapéutica, no los tumores concretos. Cuando empezamos en el laboratorio nos centramos sobre todo en aquellas que tienen que ver con el cáncer de páncreas.

Hace unas semanas tuvimos la suerte enorme de que nos dieron un proyecto a nivel internacional, dentro de la iniciativa 'Cáncer Grand Challenge', por la que nos han dado 25 millones de euros para que como equipo intentemos desarrollar fármacos degradadores contra dianas que son importantes en los cánceres pediátricos. Esto es muy importante porque en este tipo de cánceres, las proteínas malignas de las que hablamos son difíciles de atacar y los fármacos tradicionales no llegan a ellas. Me hace mucha ilusión porque estamos hablando de niños y además, no hay mucha población que tenga este tipo de tumores y no están muy estudiados. Que hayan decidido poner tanto dinero al servicio de los académicos para investigarlos me hace muy feliz.


"Cada vez hay más colaboración entre académicos e industria farmacéutica en fármacos degradadores y eso es muy positivo"



¿En qué se diferencia la investigación académica de la que se realiza en la industria farmacéutica?

Los laboratorios académicos están en un centro de investigación o en una universidad, no son empresas privadas. Así que las reglas del juego son diferentes. Las farmacéuticas tienen más recursos, mientras que los académicos tenemos que escribir proyectos, pedir los que los evalúen y luego ver si nos dan dinero. Es verdad que nosotros, por otro lado, tenemos más libertad a la hora de enfocar nuestras investigaciones.

Con los fármacos degradadores estoy viendo mucha interacción entre académicos e industria, tenemos colaboraciones con empresas farmacéuticas y eso es muy positivo.

Uno de los motivos por los que le han dado este premio es porque el jurado considera que es "un ejemplo para futuras generaciones de investigadores". ¿Qué referentes tuvo usted?

Mi modelo a seguir es mi jefe de tesis, Óscar Fernández-Capetillo, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Él me transmitió la seguridad para intentar ser la mejor científica posible. En cuanto a figuras científicas, Margarita Salas es un referente para mí porque en tiempos donde había mucho más machismo consiguió seguir adelante. También hay otra científica que a mí me gusta muchísimo, que es premio Nobel de Química, Carolyn R. Bertozzi.

¿Cuándo le empezó a interesar la investigación en el campo de la Medicina?

Creo que hice el 'click' en el instituto, cuando nos empezaron a explicar cómo funcionan las células madre, los mecanismos moleculares, por qué cuando no funcionan bien surgen enfermedades como el cáncer, etc. Por ello, decidí estudiar Biotecnología y dedicarme a la investigación. Los científicos estamos al principio de la cadena en la que intentamos aportar conocimiento que ayude a entender mejor el cáncer y quizá desarrollar fármacos.

¿Y médica nunca se planteó?

A veces todavía me lo planteo. Me siento un poco impotente, ya que al estar al principio de la cadena lo que hacemos quizás será útil en más de veinte o diez años. Entonces pienso, si hubiera sido médica podría hacer algo hoy. Nosotros lo que hacemos es generar conocimiento, no ayudar directamente a un paciente. Pero la verdad es que me encanta mi trabajo y me encanta ser científica. No me arrepiento de haber tomado este camino.

Además, ha estado en el extranjero con dos becas postdoctorales europeas, la de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO) y la Marie Curie, que disfrutaste desarrollando investigaciones en Viena (Austria). ¿Qué diferencias viste de la investigación que se hace fuera de España a la que se realiza en nuestro país?

La principal diferencia es la apuesta económica que se hace a nivel gubernamental. En Austria dedican un 3,2 por ciento del porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) a la investigación, uno de los más altos de Europa. Aquí en España, el 1,44 por ciento y no llega a la media europea. Es una sociedad también más convencida de que es importante que la investigación funcione y que eso significa que haya una apuesta económica suficiente. Pero aún así, yo me siento totalmente afortunada por haber podido volver a España a desarrollar mi trabajo.

¿Hacia dónde se dirige el futuro de la investigación en cáncer en vuestro campo?

En la degradación de proteínas estamos en un momento que va a pasar a la historia. Ya hay aprobaciones de fármacos y más de 30 ensayos clínicos en marcha para diferentes tumores e incluso enfermedades autoinmunes. Cuando avancen esto va a suponer una revolución mayor, el cambio terapéutico que todos esperamos. No es una competición entre diferentes tipos de fármacos, ni mucho menos, es al revés. El desarrollo de resistencias a las terapias es un problema que existe y si tenemos más modalidades para luchar o prevenirlas, será bueno.

Respecto al cáncer, se habla de él como una sola enfermedad y esto no pasa cuando hablas de patologías víricas, por ejemplo. Hay más de 200 tipos de cáncer, cada uno con sus complejidades: algunos ya se curan, en otros hay dificultades, otros cuyo problema es el diagnóstico. Si miramos hacia atrás, en los años 80 aún no se sabía cuál era la causa del cáncer y hemos aprendido mucho desde entonces. Si seguimos a este ritmo y con todo el desarrollo tecnológico que está habiendo con la inteligencia artificial, en el futuro tendremos un mejor diagnóstico, algunos tipos se cronificarán, otros los entenderemos mejor, etc.
¿Quieres seguir leyendo? Hazte premium
¡Es gratis!
¿Ya eres premium? Inicia sesión
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.