Redacción. Madrid
Sólo el 30 por ciento de los pacientes utiliza la medicación tal y como fue prescrita por su médico, según ha mostrado un informe elaborado por la Fundación Salud 2000, con el objetivo de concienciar a los ciudadanos y sensibilizar a los profesionales sanitarios y a la propia Administración sobre la importancia de la adherencia terapéutica ante la creciente preocupación por las elevadas tasas de incumplimiento de los pacientes a las terapias que les son prescritas.
Carmen González, presidenta ejecutiva de la Fundación Salud 2000. |
De hecho, se estima que un tercio de los enfermos no utiliza la medicación como se lo recomendó el médico y que otro 30 por ciento sólo lo hace a veces. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la adherencia al tratamiento a largo plazo se sitúa en torno al 50 por ciento en los países desarrollados.
Por este motivo, la fundación ha destacado en el informe la importancia de potenciar las nuevas vías de comunicación entre el paciente y el profesional sanitario; facilitar, junto con la prescripción de los fármacos, sistemas de apoyo y medicación que aseguren su cumplimiento, y buscar la eficiencia por medio del uso de biomarcadores que permitan aumentar las posibilidades de éxito e involucrar al ciudadano en la gestión de su propia salud.
“Es un documento claro y muy bien elaborado que incide, como probablemente no podría ser de otra manera, en aquellos puntos que consideramos básicos y que son la necesidad de sensibilizar al conjunto de la población, profesionales y ciudadanos; difundir información sobre el estado de la cuestión y hacer una llamada para la investigación en este campo; y establecer estrategias que conduzcan a un mejor cumplimiento de las terapias”, ha comentado el presidente del Observatorio para la Adherencia Terapéutica (OAT), José Manuel Ribera Casada.
Asimismo, la importancia del cumplimiento de los tratamientos radica también en el coste que supone no llevarlos a cabo. Y es que, según un estudio de la consultora IMS Health de 2012, el mal uso de los fármacos provoca aproximadamente el 8 por ciento del gasto sanitario en el mundo y, de esa cifra, el 57 por ciento se corresponde con problemas de no adherencia.
“La adherencia deficiente a los tratamientos a largo plazo compromete gravemente la efectividad de estos últimos, y supone un asunto crucial para la salud de la población tanto desde la perspectiva de la calidad de vida como de la economía de la salud. Además, tal y como sostiene la OMS, aumentar la efectividad de las intervenciones sobre adherencia terapéutica puede tener una repercusión mucho mayor sobre la salud de la población que cualquier mejora de los tratamientos médicos específicos”, indica la fundación en el informe.
Implicación de los médicos
Existen diferentes variables relacionadas con el incumplimiento farmacoterapéutico entre las que destacan las características personales del paciente, la terapia que utiliza, la enfermedad que padece, el entorno familiar y social, el profesional sanitario que le atiende, la estructura del sistema sanitario y la política farmacéutica.
Unas variables que los profesionales sanitarios deben de tener presentes a la hora de la prescripción, dispensación y administración de los medicamentos para ofrecer una asistencia sanitaria de la mayor calidad posible y, además, contribuir al uso racional de los recursos diagnósticos, tal y como les obliga la Ley de ordenación de las profesiones sanitarias.
Asimismo, el informe solicita a la Administración tomar conciencia sobre la importancia de medir la adherencia a los tratamientos y favorecer el cumplimiento terapéutico, corrigiendo ciertos desajustes del sistema como, por ejemplo, la falta de mecanismos de coordinación entre profesionales. Del mismo modo, debe de poner en marcha acciones que permitan avanzar en el desarrollo de las regulaciones pendientes o en el reconocimiento de las competencias profesionales.
El papel del farmacéutico
Por otra parte, la fundación recuerda que el farmacéutico, ya sea hospitalario, de Atención Primaria o comunitario, no siempre está “suficientemente aprovechado” por la Administración sanitaria en la labor del seguimiento farmacoterapéutica. En concreto, en el caso del farmacéutico hospitalario el estudio ha mostrado que su contribución es de “máxima relevancia” tanto en los pacientes hospitalizados como en los externos y ambulantes.
“En todos estos supuestos puede hablarse del establecimiento de una relación asistencial singular entre el farmacéutico y el paciente, que en ocasiones se torna conflictiva por dificultades de adherencia a los tratamientos, por el elevado coste de estos últimos y por los problemas psicosociales que frecuentemente se dan en este colectivo”, destaca el informe.
En este sentido, ha propuesto que, cuando los pacientes no cumplen con los tratamientos, el farmacéutico hospitalario valore con el médico responsable del enfermo una propuesta de cambio del tratamiento por otro de más fácil cumplimiento o, si es posible, realice las dispensaciones con otra periodicidad para intentar monotorizar mejor, e implicar “más estrechamiento”, a la persona con el tratamiento.
Respecto al farmacéutico comunitario, el problema fundamental, a juicio del informe, radica en su falta de integración efectiva en el Sistema Nacional de Salud (SNS), lo que acarrea “frecuentemente” dificultades de coordinación con el médico de Atención Primaria.
“Sin duda, tendría que intentar vencerse esta dificultad de integración, ya que la potencialidad de este profesional es muy significativa para paliar los problemas de falta de adherencia a los tratamientos, a través de la labor de seguimiento farmacológico, que les atribuye la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios”, se indica.
Por último, el informe muestra la necesidad de que las compañías farmacéuticas contribuyan a reducir los problemas de adherencia de los pacientes, facilitando junto a sus fármacos sistemas de apoyo y medición del cumplimiento, que deben ser valorados por las comisiones de farmacia de los hospitales y por la Administración pública a la hora de planificar el arsenal farmacológico.
De esta manera, adquiriría “mayor relevancia” el coste real de los tratamientos que el coste en sí de los fármacos lo que, a juicio de la Fundación Salud 2000, repercutiría en un “claro ahorro” para los sistemas de salud.