Susana Rodríguez.
27 ene. 2017 9:20H
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Rendirse, no es una opción. Al menos, para Susana Rodríguez. La triatleta paralímpica, que representó a España en Río 2016, fue una de los miles de candidatos que optaron por una plaza MIR. Durante los últimos meses previos al examen dividió su tiempo entre sus dos principales pasiones: las competiciones deportivas de élite y la formación en el área de Medicina. Ambos retos asumidos con la mejor disposición, coraje y sin que una capacidad visual del cinco por ciento represente ningún tipo de impedimento.
Los compromisos deportivos obligaron a que Rodríguez preparase el MIR a través de cursos a distancia, permitiéndole avanzar en los contenidos de la prueba de acceso a la formación sanitaria especializada durante los viajes de las competiciones de élite. Sin buscar excusas, la deportista española siempre se mostró positiva de cara a la evaluación. “Será una gran experiencia y tengo muchas ganas de participar. Hay una gran expectativa por parte de mis propios compañeros”, ha asegurado a Redacción Médica.
La triatleta siempre tuvo definida cuál es la especialidad en la que quiere formarse: Medicina Física y Rehabilitación en Santiago de Compostela. “Es una oportunidad para trabajar en el área de Medicina y del deporte de forma conjunta, permitiéndome participar activamente en los análisis de los deportistas y en las comisiones calificadoras”, ha explicado. Una meta para la que contó con todo el respaldo de sus compañeros del grado y de la selección.
“Tengo un grupo de amigos muy bueno en Santiago de Compostela, quienes han estado conmigo durante el proceso de formación académica. A ellos se suman los que están en el equipo de triatlón, donde he encontrado importantes amistades con los deportistas y con el propio equipo médico. En ambos escenarios he estado rodeada de un ambiente muy agradable”, recuerda. Sin embargo, su experiencia también le ha servido para dar apoyo a quienes atraviesan situaciones parecidas.
Para Rodríguez, la clave del éxito está en “fijarse en uno mismo. Para alcanzar una meta hay que intentarlo con todo el potencial individual y no dejarse influenciar por terceros. Poca importancia tiene lo que puedan decir los demás, sino el esfuerzo que realices cada vez que luchas por tus sueños”.
Vocaciones en el ADN
La deportista de élite proviene de una familia sanitaria. Su padre es médico especialista en Anestesiología y Reanimación, quien se alegró cuando se enteró que su hija tenía en sus venas la misma vocación profesional. A lo largo del grado de Medicina, descubrió que, por ejemplo, prefería las asignaturas médicas por encima de las quirúrgicas. Unas experiencias que ahora guían su hoja de ruta de camino a la especialidad del MIR.
Su futuro deportista, no obstante, saltó a relucir mucho antes. “Con solo tres años ya era capaz de nadar y con 10 años ya estaba participando en competiciones de atletismo en los eventos escolares”. No tardó en ganar sus primeras competiciones, por lo que siguió trabajando en desarrollar sus habilidades atléticas. “Recuerdo que la primera vez que participé en una competición de 800 metros quedé primera, fue una gran sensación”, ha asegurado la deportista que acudió a su primer mundial durante 2012.
Sin dudas no olvidará una de sus competiciones más importantes: una de cinco horas de duración y con 225 preguntas como obstáculos. Aunque la recompensa a su esfuerzo no tuvo forma de medalla, sí lo fue en un número de orden que le puede abrir las puertas de su sueño: convertirse en residente de Medicina Física y Rehabilitación.
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