Los especialistas José Ángel Cabrera y Gonzalo Pizarro.
19 ene. 2017 13:30H
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Un beta-bloqueante, el metoprolol intravenoso, ha demostrado su capacidad para reducir el tamaño del infarto agudo de miocardio y, por lo tanto, mejorar su pronóstico.
En concreto, el estudio Impact of the timing of metoprolol administration during Stemi on infarct size and ventricular function ha confirmado las conclusiones apuntadas por el ensayo clínico Metocard-CNIC respecto de la administración de metoprolol intravenoso en esta clase de pacientes antes de la reperfusión mediante angioplastia primaria: cuanto mayor es el intervalo entre la administración de metoprolol y la reperfusión, menor es el tamaño del infarto y mejor la función contráctil del corazón.
En consecuencia, se deduce que la administración del fármaco debe ser lo más precoz posible en caso de infarto.
Por otra parte, en el ensayo “Early Intravenous Beta-Blockers in Patients With ST-Segment Elevation Myocardial Infarction Before Primary Percutaneous Coronary Intervention”, se han reflejado los resultados del estudio Early-bami, un ensayo clínico internacional (realizado en Holanda y España) en el que se ha evaluado el efecto de la administración de metoprolol intravenoso en el contexto del infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST de cualquier localización.
Para ello, se reclutó a 683 pacientes, aleatorizados a metoprolol o placebo antes de la reperfusión con angioplastia primaria; en la mayoría de los pacientes se utilizó resonancia cardiaca para medir el efecto sobre el tamaño del infarto.
El estudio fue neutro en cuanto a tamaño de infarto y demostró que los pacientes que recibieron metoprolol tuvieron una menor incidencia de arritmias malignas sin aumento de los eventos adversos.
Tres artículos más sobre administración de estos fármacos
Otros tres artículos relacionados se han publicado en Basic Research in Cardiology (factor de impacto de 6,08); International Journal of Cardiology (4,036) y Europace (4,021), y han recogido las siguientes conclusiones.
En el primero de ellos se demostró que la administración de fármacos agonistas de los receptores adrenérgicos beta 3 redujo las resistencias vasculares pulmonares y mejoraron la función del ventrículo derecho.
Se trata de un potencial tratamiento para pacientes con hipertensión pulmonar, una patología muy frecuente y con muy mal pronóstico. Este estudio sirve de base para un próximo ensayo clínico en pacientes, que ya está en proceso de diseño.
El segundo se trata de un estudio observacional en una población de 100 pacientes con infarto agudo de miocardio revascularizado. Se observó que la presencia de ácidos grasos omega 3 de origen marino en sus glóbulos rojos se asoció con un tamaño del infarto más pequeño y una mejor función contráctil a largo plazo.
Los ácidos grasos omega 3 son cardiosaludables
Estos omega 3, que al igual que en los glóbulos rojos están presentes en las células del corazón, provienen de la ingesta de pescado principalmente. Así, este estudio incide en la idea de que los ácidos grasos omega 3 marinos son grasas cardiosaludables y pueden ayudar a preservar la función del corazón ante la aparición de un infarto de miocardio.
El último se trata de un documento de consenso sobre las miocardiopatías de las aurículas, realizado por los mayores expertos mundiales en la materia representando a las principales sociedades internacionales (Europa, América del Norte, Asia-Pacífico e Hispanoamérica), focalizadas en las arritmias cardiacas.
Se trata del primer documento que aborda el concepto de miocardiopatía auricular y define los conceptos básicos sobre sus características, clasificaciones e implicaciones clínicas.
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